5 de mayo de 2007

Legalmente Jote.-

Legalmente Jote
Por Ameba y Andrea Ocampo.

Porque va más allá del simple “¡mija rica!” callejero, nos detenemos esta vez en el joteo profesional, en una actividad que se constituye como una de las tribus urbanas más grandes, acalladas y comúnmente aceptadas.
El jote es casi una institución, es una tradición que viene de tiempos de la caverna, de cuando el arte de seducir a una mujer consistía en un seco golpe, en un garrotazo. Y es que el golpe va más allá de la caricatura, pues todo jote desea golpear a la chica pretendida, en cierta forma, esa es la gracia del galanteo pasional. El golpe entendido como el impacto hormonal, precedido del visual.
Ya en la edad media el caballero andante era el personaje de toda la narrativa y esto lo hacía ser el objeto de deseo de la doncella, por ende, tenía fácil el acceso a los “servicios” femeninos. Ya en el renacimiento y la modernidad, la mentalidad iluminada, nos trae como icono al genio de potente raciocinio, que gracias a su gran discurso de la Naturaleza Humana ganaba mujeres, que se le daban en toda su natural humanidad. Ejemplo notable de aquello es el filósofo Jean Jacques Rousseau, quién por cada concepto político inventado se agarraba a una ciudadana. Pero, si ahora pasamos a la literatura de nuestra época, nos encontramos con grandes figuras como Octavio Paz, Gabriel García Márquez, Pablo Neruda, y un contundente etecé. Y si nos vamos por el lado de figuras de la música, se nos abre el gran potpurrí de variables, porque aquí no es necesario que el jote sea una gran figura. Con la cultura de la ciudad, con la centralización el poder y la división -y ascensor- de clases sociales, la actitud jote se devela como una cuestión de Estrategia y Actitud. El jote actual, entonces, es el que apela a su visualidad, a la capacidad de llamar la atención, retener y dejar.
A nivel básico podemos decir que el término "Jote" se desprende de la jerga juvenil, para denominar a un sujeto carente de mujer que, a través de insinuaciones de connotación sexual, procede a encantar a féminas desprotegidas, y así llevar a cabo relaciones pasajeras, hedonistas, sin temor de enamorarse, y por ende, sin compromiso.
A pesar que el “ejercicio” de jotear se practica masivamente entre los hombres, no se descarta que en los nuevos tiempos el sexo opuesto se comporte igual de osado. Ahora, al momento de preguntar por esta exageración de la coquetería, la mayoría de las mujeres no reconoce haber joteado, y los hombres se desentienden apresuradamente del tema, aludiendo a sus amistades. Y hay que reconocer que en eso los hombres tienen magíster, ya que todo jote debe desconocerse jote, pues ésa es –exactamente- su condición. Y aunque a veces, se desvirtúe el significado, al ser válido también para aquellas personas obsesivas y hostigosas que buscan algún beneficio personal, el término joteo está ya encarnado por nuestro léxico, y sabemos intuitivamente reconocer su buen o mal uso.
Existe una variada fauna de este tipo de especimenes, y su clasificación es acorde a la edad. Se puede concluir, entonces, tres tipos de prometedores amantes lujuriosos.
En la cuna del joteo encontramos al galancillo escolar, que no trasciende más allá de los doce años. Siempre tiene un sequito de lolitas aturdidas, atraídas solamente por su belleza física en bruto, simpatía, habilidad deportiva y/o actitud irreverente. Generalmente es un joven que sigue los estereotipos televisivos, de procedencia yanqui. Sin embargo, pierde todo el encanto al momento de hablar: su inmadurez lo hace parecer agresivo; con el tiempo pierde su magia por recurrir frecuentemente a los clichés del ramo de flores, bombones y el peluche. Puede ser odiado o amado, y si ocurre lo segundo, lo será hasta llegar a los efectos de la pubertad, pues allí se presenta el cambio en la voz, la definición de rasgos más duros en la cara, y obviamente el –temido- acné.
En segundo nivel tenemos al lolo-jote-post-púber que se inicia en la universidad. Con el tiempo, éste galán adquiere estrategias infalibles para conquistar, su cerebro ya comprende mejor las técnicas sexistas publicitarias (el comercial de Axe, y de Sprite, el de Pepsondent, y el largo etc.) que no se remiten a la mera venta de producto, sino que también al ideario colectivo de seducción. Se convierte así, para sus amigos, en un macho alfa y sus convicciones de hembra ideal tienen que ver, por supuesto, con las bondades fisiológicas que cada una tiene, es decir, el escote desbordante, la cintura pronunciada y un buen trasero que haga que cada una de sus noches, se traduzcan en una auto-promesa de apareamiento. Su actitud ya se ha liberado del cartuchismo colegial: ahora tiende a la promiscuidad.
También es normal que en esta etapa se diferencien -aun más- la clases de jotes: los loosers (ej: chico-que-baila-a-tu-lado-mientras-tu-lo-miras-con-cara-de-“¿quéwea?”), el mentiroso (ej: el-que-tiene-departamento-en-la-nieve, el familiar-de-artista, el virgen-ocasional), el romántico (ej: el “tus ojos brillan como las estrellas del sur”, y el discurso estilo poemario de supertaldo susurrado a la oreja) y el curado (ej: tipo ebrio que sin que sin su copete no dicen ni “mu” y/o la tiran “por talla”).
Ahora el machito en camino de macho es mas cauto en su accionar, prefiere las fiestas o eventos sociales para ejecutar su “deporte favorito”, ya que es la instancia propicia para que puedan mostrar todo su potencial físico y el arte de la “labia”.
Claramente el jote es un ser auto-referente, al límite incluso de tornarse narcisista. Para ejercerlo procede a la mimesis, a la copia de grandes íconos como lo son Álvaro Ballero con su vozarrón y chasquilla bicolore, Pinilla y su actitud de “aquí te las traigo peter en la cancha y en la cama”; y más discretamente está el tipo Benjamín Vicuña, con su cara de niño bien y Gonzalo Valenzuela, con su actitud tosca-sensible-y-“mangueril”.
La actitud ante la vida de un jote es de un aplomo envidiable, puesto que no pierde el tiempo luego de una derrota; inmediatamente retoman la actitud positiva, activando “el buscador” de muchachas guapas, de preferencia solitarias, a quienes invitarán a un trago, a una fugaz conversación, baile, y luego… quien sabe. Los lugares de encuentro son discoteques o pubs donde sea posible bailar el tipo de música sensual, dícese del actual reggaetón y de su “esta noche vamos a hacer el amor bailando”, que es más que una consigna para el Jote-sabrosón-manis-largas-que-canta-en-la-oreja (en el mejor de los casos es sólo canto).
Claramente el jote tiene la variante Jote-Hi-Tech. Este es el chico que utiliza los medios de comunicación como lo es el popular MSN. ¿A quién no la(o) ha agregado alguien que luego te dice que tu “te agregaste sola(o)”?. Frecuentemente recurre a los iconos, a la foto de chico rockero, la caritas felices, el (H), y tantos otros .gif con movimiento; el nick es también importante, porque si desea enganchar a una niña menor que él, basta con una carita y una (f); ahora si desea a una más hardcore necesita una frase depresiva escrita aSi, con estrellitas y una cara de pena. Pero si el jote es más serio sólo ocupará su nombre, para así mantener el misterio de su estado anímico, y es que esa es la apuesta: el misterio. La escena Hi-Tech es amplia, porque lo mismo se repite en la virtualidad de internet: blogs, fotologs, flickrs, foros y chats.
Finalmente nos encontramos con los Jotes-Seniors: se dice del sujeto que comienza su margen de edad desde cuarenta años hacia arriba (literalmente hacia las nubes). Los seniors no tienen límites, pues lo suyo -a esas alturas de la vida- ya les va en la sangre. Bien dicen que más sabe el diablo, por viejo que “por ser como es”, y esto lo sabe bien tanto el jote gardeliano como el viejo verde. Estos son dos especimenes radicalmente distintos, que comparten el estar en vías de extinción.
El primero prefiere a señoras maduras y utiliza los clásicos bailables para encantar; el tango siempre es buena alternativa, mucho mejor si es acompañado de una charla que abarque diversos ámbitos de la contingencia, en los que se pueda demostrar mucha seguridad, serenidad y comprensión. El jote gardeliano siempre estará preocupado de su higiene y de buen aroma, ya que debido a la apariencia desmejorada prefiere engalanar “la pinta”. Es usual encontrarlo con pañuelos de colores ya sea en el bolsillo de la chaqueta o del cuello (en el caso de que aún lo conserve). El ícono chileno es una mezcla entre Fernando Kliché y Luis Dimas, algo así como un George Clooney –bien- venido a menos. Al contrario de los anteriores jotes, éste jote actúa solo, por lo tanto, sus triunfos tienen relación directa con sus egos personales.
El tipo jote-viejo-verde es una deformidad que se arrastra ancestralmente. En tiempos de nuestros abuelos era común la unión de un cincuentón y una niña de quince. Ahora, con la definición de cada etapa de la vida según la psicología, con los avances en la investigación médica y el alargue del promedio de vida de un hombre, este tipo de vínculos pasa más por una cuestión de perversión que de tradición. Por consecuencia, este tipo de galanes sólo se remite mayoritariamente al comentario y al piropo callejero; en peores casos esto desemboca en una intimidación física hacia la chica, que pocas veces terminan bien. A veces, el espíritu del viejo-verde emerge desde la juventud, y contempla la degradación progresiva del piropo, del vocabulario, de los temas de conversación y de los chistes. Claramente éste es el jote más repudiado y obvio de todos, ya que es el sujeto de la carencia absoluta: del que no aguanta unas piernas depiladas -en silencio-, un botón a medio abrochar y una camisa que se marque -sin agarrar algo-. Y es que si ya los jotes se pasan, estos últimos a la mayoría nos superan.
Podemos decir, entonces, que el efecto jote está fuertemente hundido en todo lo que tiene que ver con la sobre-valoración del cuerpo femenino, en la espectacularización de la sociedad y en los rituales ancestrales de sublimación de deseo. El jote es eso: el deseo mal sublimado, el espacio que la sociedad concede como libertad, como huida de la realidad, siendo que no es otra cosa que una disposición internamente configurada por la cultura y su mecánica del consumo. Por tanto, la cultura a la que pertenece el jote es la de herencia cristiana que trata a los cuerpos como cuerpos sucios y pecadores. Y es justamente aquí donde se cumple la profecía del jote como un “viejo-diablo”.

2006, en Indie.cl

1 comentario:

BELMAR dijo...







«Aquella fría mañana despertó junto a la salida del sol… la habitación todavía no tenía cortinas así que los primeros rayos de luz atravesaron las sábanas y frazadas como colándose entre las fibras. Ya habían pasado tres días desde que había regresado a la casa que muchos años antes había sido su hogar. Había probado algunos alimentos y bebido mucho alcohol para olvidar, para dejar de sentir el dolor y la ansiedad de no tener una buena dosis recorriendo sus venas, llevándolo a lugares lejanos y placenteros, haciéndolo parte de un cosmos que abrazaba sus piernas y penetraba sus ojos claros, casi azules, casi desdoblados sobre la ausente y acogedora almohada.»

( "Encuentro con los gitanos", Belmar Agosto de 2007 )


BELMAR