20 de agosto de 2006

"No Tengo". Nombre, Cuerpo y Lugar en Mauricio Redolés.-



No tengo
pero si tuviera
para no convidarles
les diría que no tengo
Pero en realidad no tengo.
M. Redolés.

La clave de acceso para el presente ensayo es [Nombre/ Cuerpo/ Lugar] como modo de pasaje para comprender lo latinoamericano del planteamiento poético-literario de Mauricio Redolés. Ese es el objeto del siguiente texto secuencializado desde los tres tópicos anteriores. Las posiciones que se derivan de aquella mirada, son las consecuencias de la tesis principal que se supone: Un no-tener.
NOMBRE y PALABRA
Mauricio Redolés recibe su nombre fuera de sí y de su país. En el cuerpo de otro – como cuerpo del exilio- conoce su palabra. En una ciudad europea sin nombre / me llamaron por mi nombre
[1] y en ese escenario la vida propia, la historia del nombre como identidad se difumina en tanto que propiedad. El nombre nombrado-fuera, ya no identificará un "por fuera" del nombre, una imagen, un cuerpo mismo; sino que, por el contrario, referirá al espacio interior del nombre: el "yo".
El nombre, es para Redolés, la piedra de toque de la creencia; ya que cuando se buscaba en el diario el nombre de los asesinados chilenos, le estaba creyendo más en los otros que a sí mismo. Por lo que, todo nombre será creencia y suposición; por tanto, palabra de doble-faz que indica y nombra. Ambos actos no son unificados, pues, mientras el primero indica mismidad -en tanto que historia común (memoria)-, el otro retoma lo presente para categorizarlo según el campo social. Mientras, indicar refiere al fuero interno del sujeto que está fuera, el nombrar refiere al desdoblamiento del afuera.
El nombre dado por el otro será el nombre-cosa. Aquel confundible como una coseidad como cualquier otra, impidiendo acceder a un grado de importancia emotiva e histórica. El nombre-yo, es el hombre-poeta, el testimonio completo de su roce circunstancial. El nombre-otro, en cambio, es el nombre (impropio) del chileno; esa impropiedad, es la que le permitirá la constante suplantación
[2] .
La Suplantación tendría que ver con la imposibilidad de un Verdadero Nombre; que como Marchant indica, sólo sería posible en cuanto Dios. Dios muere en el instante mismo en que El mismo se nombra a Si mismo
[3] , y ese divino y fatal instante, implica eternidad en cuanto nulidad de falta. A Dios no le falta Otro, nadie lo debe llamar. Luego, la suplantación, como fluir nominal, apela al nombre sin historia; aquel que vale lo mismo que (y depende de) otro, pues no es determinante del cuerpo. El cuerpo no se figura en su nominación, sino que la figura del cuerpo, como rasgo (y en su sucesivo deterioro), es lo único concreto del sujeto, en tanto que no está sujeto a nombre. El nombre suplantado, indica el olvido del tiempo original, del nombre bautismal, a manos de una historia. El tiempo original, entonces, ha caído en la historia (Hegel) y con ella, en la clandestinidad de la finitud humana.
Con el nombre se cambia el cuerpo, se inventa una nueva forma de ser-yo (nueva forma de caminar, de reír); nueva forma de nombrarse. La condición para "truquiarse" el nombre, es que el próximo no sea determinante, ni ate: que anude pero sólo de modo momentáneo. Es decir, el nombre originario es el nombre de la desnudez; en cambio, el nombre del tiempo caído, es el nombre del nudo, del olvido de la cuerda: de la resistencia histórica con respecto a la homogeneidad de la historia oficial.

"yo soy el invisible igual que en el poema de withman
y estamos juntos
en esa visibilidad por medio
que nos dio esta época …"
[4]

El nombre no material, que nombra y que, nombrando hace desaparecer, aporta invisibilidad. Pero lejos de hacer desaparecer, opaca al nombre, lo hace tangencial, lo hace coherente con un medio y una época. Lo que se junta en el cuerpo, entonces, no son dos nombres, sino que es historia y cuerpo des-nudado.
El nombre es aquel que siempre defraudará, ya sea por su incapacidad de mantener su temporalidad dentro de la historia (por motivos internos o externos) o por la in-actualidad que ofrece. La suplantación, en ese sentido actúa en el ahora, y esto implica la imposibilidad de la continuidad de la identidad. El nombre de Redolés es el remolino histórico, y en ese sentido, la suplantación -el auto-nombrarse momentáneamente- el inventarse un "yo", es la posibilidad benjaminiana de peinar a contrapelo la historia: el rescatar del fraude el nombre y devolverle el acento a la palabra (como momento mesiánico). El acento del nombre, en consecuencia, es el nombre final con el que se hace presente la muerte
[5] .
El nombre suplantado (el nombre no-nombre) que no nombra, cuenta una historia. Cecilia
[6] era el nombre de la amiga que vivió con un nombre que no era Cecilia, pero que, sin embargo, su recuerdo (escrito), en tanto que trazo y huella, queda inscrito dentro de su no-nombre. Por lo que, al contrario de lo que se podría pensar, el no-nombre no implica no-historia, sino que al contrario; lo contrario de la historia-histórica será la "real" historia, aquella no contada. El nombre no-nombre de Cecilia es el único modo de su nominalidad eterna. Pues el sujeto que muere no será Cecilia, como nombre re-inventado, sino que será su nombre de pila, su original, el que murió antes de que se avisara en una lista (del periódico).
El conjunto de nombres que conforman una lista, traduce la historia como patrimonio, botín del vencedor y resto que molesta. El nombre en-listado, entonces, es el que se presta para alisar el terreno de la construcción histórica, es el cimiento para el edificio nominal de un país con nombre honomatopéyico.
El nombre de Cecilia no era Cecilia, sino que "chilena muerta / sudaca desaparecida chicana quemada". Es así como la categorización social -indicativa de un lugar- retoma el tiempo original, olvidando el nombre auto-producido (como diría Arendt) para dotar un yo interno al nombre-muerto, que corresponde al rasgo eterno de él. Cecilia, en ese sentido, tal como lo es Ruido Bustos (actual "yo" de Redolés), es el yo de la luminaria, el que conecta con la voz de afuera. Cecilia es la aporía del nombre, el pasaje disimulado, el desvío de la identidad hacia la otra voz, que es la promesa
[7] del nombre (Marchant). Vale decir, el nombre está por venir, y es más, siempre está por venir, aunque no se haya pactado anteriormente; pues en el designio inicial de la palabra deviene su destino.
Aún así el nombre prometido, nunca será el nombre "listo" para morir, porque el nombre ya viene muerto, en cuanto carente de actualidad. El nombre encubre como máscara, y la máscara se asume en cuanto auto-producción del yo. Al auto-nombrarse se le suma el llamado del otro, no como nombre, sino como función. El nombre operacional -"profe"- es más propio que el que se posee, pues operará a nivel de significación y no mediante significantes; así se explica que, cuando a Redolés le dicen "profe", el recuerdo del padre vuelva a indicar la bondad. El nombre del padre de Redolés es el primer NN, ya que a pesar de que sea el título de su poema
[8] el nombre titular será el nombre heredado: el de Mauricio Redolés. Ernesto está al otro lado de la bondad, está al otro lado del nombre Ernesto, está contenido por la funcionalización, plasticidad y honestidad del nombre NN: del nombre desconocido.
El NN es el invisible más que el ausente, el que atraviesa el silencio, el que está muerto y no lo está, que emite sonido pero que no se muestra. El NN es el que está frente a los ojos pero no puede surgir porque él no se muestra. En ese sentido, el NN es palabra vacía, y sin embargo, significante. En ella cabe todo tipo de fantasías, siempre y cuando sean fantasías particulares: en tanto designen lo absolutamente nada. El NN de los detenidos desaparecidos, por ejemplo, implica la fabricación técnica de un discurso histórico, que culpabilizaría a las palabras en tanto las carga de hechos cotidianos. Es así como la inocencia de este asunto/ no radica en mis palabras sino que en la voz. Lo perdido del nombre, es su nombrar, su sonido en cuanto palabra, su fundamento atómico y decisión gutural. Vale decir, lo que designa la voz no es el nombre, sino el designio mismo.
Tener un no-nombre, es ser la negación de posibilidad de propiedad; propiedad como la historia personal. Es decir, el nombre es la negación de lo que se pudo ser
[9] . Se es lo que no se era, por lo que, es justo decir, que (ahora) se es lo que no-es (nunca). Se es (de) casualidad y con ella, se termina por no-ser [10] . Luego, el campo de la imaginación es el campo del nombre, donde se es lo imaginable. El nombre siempre imaginado, es posible en cuanto el sujeto puede ser imaginado e imaginante [11] , auto-nombrado y suplantado por un "sí mismo", que nunca es el mismo, pues corresponde a un ahora (in) temporal.
El ahora del nombre se encuentra en la palabra dicha, en la oralidad del nombre; es por eso que para un acercamiento a la palabra, hay que pasar primero por su recorrido. Si la voz de Redolés apela a aquella que no es un impulso eléctrico, y que tampoco está transcrita, es porque, lo que él indica es la huella del habla. Eso señala en sus poemas correspondientes a "Basura de mi suelo".

"No, no saque la manito fuera del carro. No, no la saque
Porque el señor del metro ve todo. Tiene una cámara de
Televisión que ve todo, ve todo. El señor tiene una cámara y si
Te ve sacando la manito dice AAAAAhhh, ese niñito se va
Portando mal. Ohó, Ohó, Ohó, Ojo, Ojo se va portando
Mmmmmuy mallll"
[12]

La copia del rasgo de la palabra (oralidad), es el gesto consciente de que la apropiación es un préstamo, que nunca concede totalidad. La transcripción del lenguaje, enmarca el peligro de la pérdida de voluntad de la palabra. Luego, si el peligro de la palabra es su vaciamiento mediante la mera imitación, el hablante (que, más que nunca, habla) apelará al recurso gráfico, al carácter material de la palabra.
Así el lenguaje ya no sólo entra por su sonido y su significado, sino que también por su figuración, por su disposición espacial, por su estar frente a los ojos. Es decir, Redolés gesticula y trabaja para colocar nuestra lengua frente a los ojos. La relación a la que invitan los poemas, es a la lectura desde la pre-concepción de una redacción fidedigna, es decir, a la inocencia de creer (en los nombres) que toda palabra significa (un orden) y se muestra (como es). Esta –falsa- ingenuidad, sin duda, tiene una trampa: creer que lo que se escucha se puede leer, y leer escuchando lo que se entiende. La trampa de la ingenuidad radica en incorporar a la relación -con las palabras- un desvío, un doblés lingüístico. Podemos decir, que en el juego, lo que ha estado siempre operando, ha sido la imaginación. Ésta es la piedra de toque de toda la relación de Redolés con las palabras.

"Ayam soli j aja zorry oyi eeeeeeee
Vivian. AY ZINK IT IS NAIS TU NOU
DAT WAIL LLU AR ESLIPIN DEAR IS
ZANGUAN ZINKIN IN YU RRAIT?"
[13]

El ejercicio se repite en los poemas de transcripción en inglés. El gesto es el mismo, pero presentan una novedad. La transcripción como comprensión (dominio) generan en Redolés el quiebre de su categorización lingüística. Es decir, la experiencia del exilio, no sólo quiebra un cuerpo, desarraiga del país y transmuta nombres, sino que también quiebra el plano de la lengua, integrando -al sistema lingüístico- nuevos elementos. El inglés no será idioma, en cuanto nuevo significado y significante, sino que presenta nuevos sonidos, combinaciones, disyunciones y modalidades. La lengua presentará al mundo desde su modo, y en ese sentido, hablar inglés, conlleva un pensar en inglés; un acostumbramiento, que en Redolés no es percibido, ni siquiera en sus poemas en inglés gramatical sujeto a formalidad.
La lengua cubre el cuerpo
[14] y al cuerpo el medio-ambiente. El medio del medio es el cuerpo, y su medialidad, las palabras. Luego, el vivir, el acostumbramiento, es parte del estado natural de una lengua: la real estancia del sujeto es su lengua, y frente a esto, Redolés reconoce su fracaso: pensé / que el acostumbramiento era como el cilantro [15] .
Si la lengua no es un acompañamiento ni un suplemento de las palabras, es porque lo constitutivo en él es su estado, su habitualidad, frecuencia y ritmo: su desplegarse. Por lo que no se trataría de un acto consciente, sino de la realización de un inconsciente común devenido de una práctica histórica de las palabras circundantes. La habitualidad de las palabras tendría que ver con el choque y posición –equidistante- de unas con otras, en el mismo plano léxico.
El cambiar de idioma (barrotes de vocablos cadenas de consonantes) es vaciar
[16] la palabra de su riqueza, porque idioma no es lengua y la lengua no se pierde. El idioma es traducible, la lengua no. Y en ese sentido, un texto y una lengua nunca será enteramente traducible, intercambiable; sino que más bien traducible e intraducible al mismo tiempo. A esto indica Marchant como Lengua Maternal y la lógica de los "agregados" [17] .
Podemos decir que el idioma colinda con el nombre oficial, y la lengua con el nombre auto-nombrado; esto porque la lengua está constantemente re-nombrando su medio, lo enviste de novedad en cada nuevo acercamiento. Así, las cosas aparecen cortas frente al lenguaje y las palabras le comienzan a generar resistencia; la misma que se pierde al vaciar la niñez en capaz de piel y quejido. Vaciar a la lengua de su tiempo original y contante actualidad, es olvidar el quién se es (niño) y encadenarse al idioma como mero instrumento para un fin.
La propuesta de Redolés es inversa: la instrumentalización se pone al servicio de la palabra, pues ésta es auto-fundante, auto-poiética. La lengua es acción (Arendt) que encuentra su fin en sí misma y genera el estado necesario para la sucesión infinita de su actuar. La lengua tiene como télos a sí misma, que sin embargo, nunca es "misma" en tanto estructura. La lengua es plástica, muta y se acomoda como la lengua a la boca. Sólo así es posible mezclar el inglés con el español (devenido a "chileno") y conformar lo que Redolés llama: Chilean Speech
[18] .

"My grandad era trilingue,
he spoke spanish, inglés y puras huevás".
(Lo dirá un nieto
del caballero que escribe esto in the year 2053)
[19]

En el cruce de lenguas, el Chilean Speech es la esquina del español-inglés: el no-lugar del lugar-lingüístico, el punto donde confluyen los movimientos de las palabras y también el lugar de la sospecha que, en Cecilia Sánchez, son el nombre de la persona en y por quien se cruzan los hilos y las lenguas que mantenían en reserva el secreto de la lengua como paso [20] . El paso también puede comprenderse como un "puente", aquel poderoso que une dos regiones, dos espacios separados. El puente también conforma el tercer elemento dialéctico, y con ello la posibilidad de conocimiento.
Como Bartolo, Redolés, conoce ambas lenguas y ese conocimiento se guarda como secreto, como doble pasaje que se (con)funde en una aporía. Ese poder-comprender -ambos lados del cruce- es también el momento de la confusión, el lugar del no-saber que conlleva el saber mismo: No sé en que idioma hablarle/No sé que hacer
[21] . El lugar de cruce es un tercer lugar, y desde allí el "puras huevás" tiene sentido, en tanto no refiere a una lengua categorizada, ni a una estructura formal determinada. Su esquina en el lenguaje, es también la posibilidad de inaugurar la novedad de aquello pre-determinado en sus oídos: las voces.
Voces que transmiten la impropiedad del sentido de aquel conocimiento. La escisión de las lenguas nos dispondrían a oír el sentido del otro, a recibir desde fuera golpes de sentido y a manipular el qué desde el como
[22] . Esa predisposición hacia las palabras y al nombre, es lo que Thayer llamaría la inauguración exnihilo de la palabra dicha. Aquella que se constituye en el intento de sentido, en el boceto de una lengua en la que el sujeto intenta buscarse, y que se debe constituir como no-lugar en cuanto desplazamiento. Esa búsqueda de Thayer, en Redolés está resuelto, en cuanto la lexis invoca palabras sueltas, que la poesía ata. El sentido diluido en Thayer está remasterizado en la voz de Redolés.
CUERPO y POLITICA
El cuerpo es cuero
[23] abierto sobre huesos. El cuerpo exiliado es el cuerpo escindido en dos riberas, tal como el río Mapocho. Lo roto del cuerpo es la posibilidad de estar limpios por el dolor de la tortura y por la huella de la memoria personal: para estar limpios hoy/ como una tabla golpeteando el metal [24] . En ese sentido, el cuerpo golpeado es aquel que no le debe (nada) a su nombre: su nombre le ha prestado un cuerpo que, como figura, ha debido conllevar las consecuencias de un llamar, ya sea por la voz, ya sea por el golpe.
El cuerpo roto, es también el cuerpo que se mira a si mismo, el que adquiere sombras y espejos en cada nueva mirada; es aquel que descubre sus gestos vacíos en lo social. El cuerpo del golpe es atropellado por el ahora que se funde en el horizonte de la espera de su mutilación. El ahora es eterno en cuanto espera de nuevo cuerpo: allí el cuerpo preconcebido se transforma en huella de la imagen de cuerpo.
El cuerpo roto, coincidiría con la crisis ideológica de la Historia, aquella idea de mundo quebrado que espera la articulación comprensiva de la totalidad. Esto, en un sentido amplio, como dice Rojas, es también la Crisis de la Obra de Arte
[25] . Luego, pensar Latinoamérica pasa por la necesidad de no pensarla según el logos conquistador, sino del padecimiento de la experiencia confrontacional de un cuerpo que está aún por constituirse. El cuerpo que se espera es, entonces, el cuerpo del sujeto no conquistado.
El espejo, en Redolés, es el cuerpo nuevo que contiene la distancia de la individualidad y el secreto. La distancia del cuerpo es el secreto y el golpe de la tortura; tortura en tanto golpe recordado y privado de su publicidad. El espejo es del cuerpo, el reflejo, la leve quemadura de la marca y el gesto primario perdido en la distancia de su consistencia. La imagen -y lo consistente de la imagen- está desviada por la virtualidad de una tercera imagen, que no pertenece a la imagen "misma", ni al cuerpo, sino a aquella que queda objetivada en el espejo. El casi objeto del espejo, es "casi", pues falla en su télos: no se independiza de lo otro. El espejo está (hecho) para otro, para que otro se vea en él y si eso no es así, el espejo no cumple su pasaje, no disimula la pérdida, no atrapa la distancia y/o el aire del cuerpo.
El espejo atrapa el cuerpo, lo repliega sobre sí y lo devuelve hacia fuera: es la fuerza centrífuga de la imposibilidad de retener(se). Lo que el espejo nunca retiene es lo real de los huesos, el soporte que aguanta la imagen: el cuerpo es un espejismo provisorio, el aviso de la finitud de un saber. Saber que es un precio: el estar consciente que detrás del espejo no hay nada, que todo está del lado de la mirada. El aire es el que mueve el hueso envuelto en cuero y el que encuentra en el espejo su complemento. La completud del ser-cuerpo es el ser-presente, en tanto que presencia mostrada. Sin embargo, como en cada mirada se pierde lo que queda en la distancia (se pierde la distancia), la sombra del cuerpo –como imagen- quema la figura, en cuanto hace desaparecer lo que se fue. Detrás del espejo no hay vida ni respiración, ni órgano, sino sólo una imagen intentando salir de su figura. Sin embargo, el simulacro fracasa al momento de reconocer lo relativo al querer, desear e imaginar de otro.
El cuerpo sin espejo, es el cuerpo sin sombra del pasado; vale decir, el espejo, es presente en tanto social y en cuanto depende de lo social, envía al cuerpo como lugar común. En el lugar común se pierde el rasgo, se acuchilla la espera del cuerpo, se proyecta el olvido y se tarja la memoria. El cuerpo social, por consecuencia, es cuerpo desaparecido, en tanto cuerpo torturado y cuerpo político. La publicidad acaba con el nombre propio y lo dota de clandestinidad. Luego, si al cuerpo se le exige depender de su quiebre y reanudarse en su rotura, lejos de aparecer el cuerpo torturado como un cuerpo desnudo, se torna como el cuerpo investido de marcas, tapado en palabras, cobijado en otros nombres (que no son de él pero) que le siguen.
El cuerpo desaparecido, es –en Redolés- Gaete. Aquel nombre que queda diluido en papeles, pero que sin embargo, vive en tanto que inscripción (canción). Es el cuerpo que da el nombre y la consecuente letra muerta de la ley. Esa muerte es indiferente del cuerpo vivo, y es sobre él donde lo imaginario hace su fiesta. La muerte y sus causas, son asunto de especulación ciudadana. El "chachariar" con el del lado, es acción en cuanto un "hacerse cargo" de las decisiones de gobierno; pero la indiferencia, también es el olvido de la misma. Por lo que, el cuerpo muerto y desaparecido ha dejado una nueva condición de ciudadana: la a-política.
El cuerpo común se eleva por sobre los restos que se sacrificaron en su intensión. De ahora en adelante, toda intensión quemará el cuerpo y conformará un nuevo miedo. A pesar de que Redolés no comparta dicha distancia, la suya -con respecto a la actualidad- apelará a esa capacidad de "hacer atao". Al poder presentar problemas -a la sociedad- desde el lenguaje: ya sea como unidad -en tanto palabras desviadas de su significado unívoco-, como en el horizonte donde ésta se pueda desplegar. El nombrar, será la posibilidad de hacer resistencia al discurso político de post-dictadura, al nuevo cuerpo de la política que versa sobre la quietud y el silencio, careciendo de iniciativas eficaces sobre nombres perdidos y cuerpos muertos.
"La frase más trágica que uno puede oírle a alguien es: "la última vez que lo vi vivo" (ya de ahí le di la espalda y lo dejé solo). Y cuando a uno le dan la espalda y queda solo si no hay mucho dolor físico en el fondo debe ser divertido estar un poco muerto originando una frase trágica. Dar la vida por un lugar común"
[26] .
El cuerpo mirado es el cuerpo vivo que está al otro lado del reflejo, pero también el cuerpo del recuerdo. El que ha quedado en el pasado, y que vive en la memoria. Si efectivamente vive, no ha perdido presencia, es más, la ha multiplicado en otro. El vivo-recordado es contenido por un memorioso-muerto, que como totalidad, organiza su propia historia desde la mirada. La mirada es el lugar común de esa historia y esa mirada es particular, en cuanto que propia. Aquel al que ya no le vemos su apariencia (rostro), es aquel recordado, producido por nosotros. En ese sentido, podemos afirmar que la historia del cuerpo, en tanto que memoria de la marca del sujeto, hace aparecer la vida en el lugar común. El cuerpo aparece como cita, como un no-lugar, como un "pedazo", que no se mantiene en la temporalidad inicial, pero que sin embargo, tiene la capacidad de re-significar todo discurso (del cuerpo). En ese sentido, las palabras del discurso político se convierten en ropa vieja y trapear con ropa vieja será trapear con sueños muertos
[27] , con el olvido de lo que pudo ser el país.
El cuerpo torturado es el cuerpo del ruego, y esto es paradójico, pues siendo ellos mismos los que concedieron su materialidad al Estado -en tanto agentes políticos, como objetos de represión- ahora se encuentran en situación de deuda. El ex-compañero (ahora) pide plata, ruega en su recuerdo: les dice a los transeúntes que él se sacrificó en una guerra secreta y les muestra como los restos de los caídos (en la historia oficial) siguen molestando en la construcción del nuevo edificio
[28] . El cuerpo muerto, deviene resto y con él, ruina que se presta para fundamentar una nueva construcción. El resto es tapado, escondido tras el espejo nuevo, embalsamado en tanto que patrimonio y reliquia histórica en tanto campo de estudio desde la institución. Así el cuerpo-muerto es fantasma, el fenómeno que aparece en compañía de la familia sin padre, del padre-desaparecido. Aquí la muerte no sólo es metafísica, sino también un fenómeno sociológico y/o psicológico de nuestra memoria de país, re-actualizando en la familia de los desaparecidos, el recuerdo borrado de la Malinche. De la mujer-madre, que devendrá madre-despojada y violada.
Chile repite el gesto latinoamericano de la crianza maternal, y le dota a la tierra el cuerpo de la madre vaciado de la presencia del resto. El resto desaparecido serán las fibras del cuerpo post-dictadura, y con ello, la feminización del discurso apelará al sentido interno de todo sujeto, a la matriz de la subjetividad, que no es otra cosa, que la fosa de lo que sostiene el edificio. El resto fósil es, lo que es, el sentido a la palabra; vale decir, el lugar de lo desaparecido y el no-lugar de la familia. No-lugar, no en tanto espaciamiento, sino en tanto descomposición.

"la geografía de su matríz compadre
usar lo mineral de la palabra
tienen un lugar
junto a la mujer cuyo hombre
desde hace tres o cuatro años
es una fotografía
un aroma que todo lo revuelve
una flor
un recuerdo combativo"
[29]

LUGAR y BARRIO
El lugar del cuerpo, es el lugar de la Madre, es por eso que en lo habitado siempre estará presente el lugar original. Londres fue la segunda ciudad de Redolés, pero no fue segunda madre, sino que la misma pero a distancia. La madre a distancia es la madre partida en dos, en cuerpo –como estancia- y en memoria –como estado-. La ciudad partida en dos, muestra una línea que es herida, línea del tiempo que no se puede atravesar, porque cruzarla implica la muerte, en tanto ajuste de cuentas (finito) con la temporalidad. Aquel que parte la ciudad en dos, es el cuerpo-muerto pero también el cuerpo mortal del recuerdo
[30] . En ese sentido, la madre como recuerdo, es también la conformación de una tercera patria, aquella que no se espacializa más que en el sentido interno del tiempo. El nuevo edificio de la historia, entonces, se erige eludiendo esta tercera patria que está en la lengua (por debajo del cuero).
La lengua ha sido rescatada por la repetición del recuerdo, pero una vez que se intenta erigir la nueva construcción, fracasa; ya que su cifra, como el reflejo del espejo, es incapturable en cuánto número. Este es el enemigo gastado de la memoria de la ciudad moderna (cartesiana). La lengua de la calle ya no se escucha, sólo hay ruido de cosas. El ruido como lugar común, es el punto de intersección de Londres y Santiago, y así la ciudad es expropiable a través de sus voces. Pero el ruido siempre es ruido propio, ya que silencia el silencio de los significantes
[31] , y con esto integra el elemento residual (resto) a la ciudad.
Santiago habitaba en Londres, pero Londres nunca llegó a Santiago. Yendo a Highgate/ podamos pasar a la Estación Mapocho
[32] y despertarnos creyendo que se está en donde siempre. El eterno estado de la transposición, se sucede como la diapositiva, y aclara la calle, como la lluvia de la noche renueva las fachadas. La novedad del recuerdo, radicará en dar luces sobre un no-lugar y esta novedad es horrorosa [33] . Pero en su angustia se presenta la salvación: el descubrimiento de lo habitual, del contorno del cuerpo y del ropaje de la ciudad.
La tercera patria corresponde al Barrio, eje central de la perspectiva de Redolés frente a las palabras. El barrio como el conjunto atómico de casas que conforman comunidad, es la primera forma de historicidad que hemos desarrollado en tanto chilenos. Dicha herencia ha sido olvidada, más no desaparecida, y alberga en su interior el pasaje de un tiempo que demora en transcurrir: el tiempo imperceptible de aquel que protagoniza la historia. El tiempo del barrio es el tiempo de la espera del acontecimiento, por eso no descansa en su vivir. El barrio, es bello barrio, por su carácter objetual, en cuanto arquitectónica urbana y humana. El barrio es antiguo y la gente amable, con ello la historia se vuelve un asunto público, sus letreros publican su historia, su trabajo, su cuerpo y su nombre. El barrio es la exposición del sujeto, en cuanto sujeto a su casa. La casa, en el barrio es estancia, es nombre y es la posición frente a la ciudad. La casa y el barrio plantea una mirada desde la cual categorizar la marginalidad que dista de ella, a pesar, de que actualmente, sea el barrio el margen de los super-edificios de la ciudad.
La marginalidad del barrio actual es frágil, en tanto que peligra en su subsistencia. Sin embargo, la fragilidad del barrio, como esencia, tiene que ver con la noción de comunidad. Allí no se discrimina a nadie
[34] , todos pueden ser parte, todos pueden integrarse a un barrio que no es sistema, pues no funciona según un catá-logo. La fragilidad del barrio, tendrá que ver con la posibilidad de corrupción (de la homogeneización) de la ciudad, ya que si bien, el barrio es el lugar de los marginados -como margen- esta se muestra como la particularidad del no-lugar. La particularidad, en tanto carácter, es lo que se puede llamar propiedad.
En el barrio, la ciudad, asegura su cuerpo geográfico, delimita su campo original y se niega a la mutilación de la marca extranjera. En ese sentido, el barrio opera como la palabra, ofreciendo resistencia al caos. El barrio es tranquilo, pues en ella todos nos hemos hallado
[35] y se conserva el futuro en la posibilidad de su pasado; la lengua actual, es la de ayer, pues conserva su carga temporal en tanto que vulgaridad (garabato). El lenguaje del barrio es aquella que se cuela entre las radios, entre la voz de las cosas y en su ruido.

"mis pertenencias fueron muchas
mis potencias
fui dueño de una esquina
por breves segundos"
[36]

El lugar de Redolés es la Esquina. La esquina es la X del lugar no-lugar, aquel que no tiene tiempo, pues no depende de la temporalidad histórica, de la periodicidad, pues el flujo es indivisible, a pesar de que conforme fragmentos que chocan en la nueva localidad.
Si Redolés juega de local en el Bello Barrio, lo hace consciente de que debajo de su casa hay otra, que debajo de su piel hay otra lengua y que debajo de La Historia está la historia no-contada. Y dicha conciencia es la posibilidad de adquirir un poder a través de la palabra hablada; aquella que retomará el lugar que habita, que como la lluvia lo volverá nuevo. La novedad nunca ha sido más nueva que aquella que re-actualiza su pasado, pues en cada nuevo modo, se inaugura una modalidad inexistente. En ese sentido, el lugar del Barrio, también es el lugar del Latinoamericano, aquel erigido sobre una lengua implantada, que tiene que inventarse Nación; los átomos de esta puerta tienen otra sombra
[37] , la materialidad del latinoamericano consiste en su implante original (en cuanto "implantar", mas no, en su qué).
Allí Redolés aparece como el ladino, aquel que sabe mas de la cuenta, que está hablando más de una lengua, que ya sabe que no hay mundo. Sabe que las cosas carecen de nombres propios y que el poder se juega en el dominio de las metáforas
[38] . En consecuencia, la identidad de Redolés tendrá que versar sobre un proyecto que tiene lugar con el desfondamiento del nombre. Y esa condición Latinoamericana, es también moderna en cuanto autofundante.
Luego, toda noción de País que se pueda formular, se configurará desde la historia del no nombrado por el otro, del no nombrado por el país. Chile, para Redolés, es nombre y palabra importada. Chile está superpuesto, está bordado sobre su geografía, su género está tapado por un Estado que funciona como la mascarilla mortuoria en Benjamin: opera tapando, maquillando, homogeneizando la historia y vaciándola de su sentido. País que es prótesis de un cuerpo mutilado por la lengua y racionalidad española, y ahora, por la idea de globo.
Es posible que frente a esto, Redolés no tenga país, ni tiempo, ni cuerpo, ni geografía, pero sin duda, el reflejo del espejo, tiene la capacidad de reconocer en su espacio, el lento tiempo del progreso que lleva el sueño, el recuerdo del exilio, la retina del olvido de lo ya lejano. Chile es el país donde el ciudadano es extranjero en su tierra, porque la tierra ya no es propia, y el futuro ya no provendrá de su boca. El país es el margen de la historia de Redolés, ya no es memoria, sino que escenario que marca la tabla raza del cuerpo discursivo propio.
El país es ausencia de un "nosotros", es la copia de la tradición occidental. Y aún más, es una copia particular, en cuanto es una copia con todas sus letras: es una copia chilena. La mala copia ("piratear") es la condición del copiar, que en tanto figuración a partir de otro, es incapaz de obtener identidad, sino es a partir del ejercicio mismo de mímesis. El ejercicio de mímesis es el de la lengua, pero dicho boxeo de la palabra es también el desconocimiento del quid del objeto. Desde la esquina constitutiva, el latinoamericano ha quedado a la deriva de la copia, y con ella de la distancia del espejo y del nombre impropio, como el estado regulativo del estar constantemente perdiéndose. Que también es la oportunidad de la búsqueda del (propio) domicilio.

MEMORIA Y MÚSICA
El pasado es la huella que daña el futuro, el tiempo desgastado de la tarde y el cansancio del cuerpo luego de la acción. Todo pasado dañará al futuro porque viene gastando en su tiempo, la periodicidad latinoamericana late débilmente, su ritmo se ha acallado por el afán de pureza, pulcritud y mismidad. En Redolés no hay tabla raza como memoria, sino que una vena hinchada que parte la historia, que raya el horizonte y que ama el pasado que pasará, pero no el que pasó
[39] .
La historia ya no será un relato que debe ser removido, sino mas bien la ausencia de historia o una historia pasada en la que ya no es posible reconocerse. Es el "llenar el vacío" (Julio Ramos) como la necesidad de articularse históricamente cuando la totalidad se ha marchado. En ese sentido, reconocemos la necesidad de darse un pasado, de decidir sobre él, sin que sea posible borrar la huella de la misma decisión
[40] . El vacío es el desaparecido que como cuerpo llena el espacio y el tiempo, pero que sin embargo, no alcanza a conformar una historia gloriosa, en tanto que complejo de acontecimientos. Precisamente porque el acontecimiento determinará la estructura de la historicidad, y no al revés. El pasado vuelve como la ruina del mañana, como raíz y hueso inmaculado, como toda la tierra [41] .
Y ante ese vacío, que es cuerpo roto y posibilidad de puente, la poesía se erige como transbordador espacial y temporal. La poesía es lugar (tal como lo es el barrio) en cuanto se juega una relación; y esta juega con la imaginación, como se juega al fútbol con la pelota.
El poema como juego, no es deporte, ya que en tanto que disciplina no constituye un télos exterior a sí, sino que su lugar es la estancia que se conforma en su continuo desplegar. En el fútbol como en la poesía, existe la posibilidad del engaño, del desvío del sentido y, por tanto, de la propiedad del gesto.

"Vaya sobre él
Vaya vaya vaya vaya vaya
No le crea
No le crea Está solo No le crea
No se deje engañar
Retroceda ahora
Vaya con él señor Vaya con él señor
Retroceda ahora

Aquí estoy yo
Aquí
Aquí estoy yo
Mía suya
Míreme Míreme
Míreme míreme míreme míreme míreme míreme míreme
míreme
No le crea
Mireme míreme míreme
Sígalo señor
No le crea
No sabe Está solo
No le crea No le crea
Sígalo Sígalo
Vaya ahí Vaya ahí Vaya ahí
No le crea No le crea
Sálgale
No le salga
Salga
Espérele
Crúcesele!"
[42]

En el fútbol se ejercita el cuerpo para aparecer en la ciudad; el barrio prepara la posición desde la cual se enfrentará al otro, y la poesía, en ese sentido, entrena al hombre para el ejercicio de su intervención pública desde la lexis. La táctica que se esconde tras el fútbol es el de obtener el gol de la pelota (el sentido); en la poesía, la de obtener la mirada y con ella el habla de la historia. La sospecha del poeta, tendrá que ver entonces, con el entrar al round de la palabra, al combate de la metáfora, no con otros poetas (inicial e ingenuamente) sino que, contra las cosas. La lucha no refiere a la imagen mítica del poeta que doma las palabras, sino en el dejarse domar por ellas, e instrumentalizarlas para re-colonizar la lengua, el barrio y la memoria. Dejarse dominar, para domar sus sentidos.
Hacer poesía será buscar "ser la memoria", no delimitarla, ni figurarla, sino volverse ella misma. Una memoria así, sólo es posible en tanto es una memoria sin memoria en su memoria
[43] . Es una memoria peligrosa en cuanto se construye en el ahora, es imprecisa pues se borra una y otra vez: es el borrador de las impresiones sensibles, la inscripción de lo que no se es (nombre), la marca del sonido y la huella del pasado que está por venir.
Sin embargo, la disposición de esa memoria no se ve configurada desde la intensión actual, de una teleología, sino desde una pre-disposición que se da a conocer a posteridad. El pre (de la predisposición) se muestra sólo en el post (posteriormente) del poema. El pre del poema es la voz de quién la recita. Recitar es poner en juego lo propio de la palabra, el nombrarla, pronunciarla desde el yo. Al reconocer la voz, como única posibilidad de unicidad entre autor y obra, toda reproducción de ella, no será más que la copia bordada. La voz grabada, la voz escrita, la voz apaleada, no es la voz propia. La voz que se conserva como propiedad es aquella que confluye con el ayer, con la memoria del sujeto y que se "hace" en la imposibilidad del ahora. La voz se juega en el pasaje de la imaginación; vale decir, lo que se oye no es la mismidad de la voz, sino que lo es para el auditor. Por lo que la voz, como propiedad de identidad, es el espacio del juego de la imaginación, en donde el modo de hablar nos dotará de un tono particular.
El tono, como "modo de hablar", es lo que Rojas, comprenderá como aquello que resuena en la primera oída, aquello que nombrado ha sonado dos veces. Lo que suena lo hace como significado con eco
[44] Ese tono sería lo identitario de lo latinoamericano, y la casa latinoamericana de Redolés, compartiría el carácter del tono, en cuanto resto; aquello que resiste indiferenciando la lengua de la telemática y del mercado. El tono se resiste de igual modo a ambas. Redolés no es resto, sino que resta.
El "Estilo de las Matemáticas" de Redolés tendría que ver con el estar del tono de la voz, pero todo estar es provisorio. Esto es lo que tiene que ser tomado en cuenta, y tal cuenta hay que sacarla desde el lenguaje: las sumas, las restas, las multiplicaciones, las divisiones serán lo particular que el poeta va haciendo en una recta numérica-personal que confluye con la construcción de la memoria, en cuanto huella del tono. El estilo de las matemáticas, también implicará un calculo económico. Cálculo que en Marchant, tiene que ver con el contrato, por el cual el nombre prestado (que nos dan los otros) merece ser saldado para ser digno del saber del contrato.
Redolés da nuevos nombres a cada nombre suplantado y un nuevo sentido a las palabras quitadas. Su cálculo
[45] evita la escena de la traición mediante la integración y la transcripción honesta de la voz de otros. Haciendo responsable a otros de lo que dicen y nombran; devuelve (casi) lo mismo que se le es prestado. Su pérdida, que es la ganancia del sentido de la palabra, tendrá que ver con el reconocimiento del deseo del cuerpo y de la lengua. Si Redolés fue traicionado por su lengua, y por la historia que no lo nombró, recibió su nombre en otro lugar, y gracias a él puede hacer proliferar una nueva necesidad: la de escucharse uno mismo y auto-nombrarse, en cuanto re-invención de la memoria.
La musicalidad del poema es mnemotécnia, un recordar para domar la historia, un intento de comunicación y de lengua universal. El no-lugar, como tercera patria, encuentra en las palabras con tono, el anticríptico discurso planetario. Redolés, entonces se aprovecha del oído, y lo maneja desde la boca. El hombre no se niega a oír; y esa capacidad, que es también la causa del fracaso de la totalidad de historia (el hombre escucha relatos oficiales), es también la posibilidad de hacer presente y alterar la fantasía (la ficción del relato ya establecido) quebrándola mediante el trazo del juego de la imaginación. La musicalidad tiene que ver con el hacer aparecer el yo en las palabras, con moldearlas y atraerlas al cuerpo, haciéndole frente por la oralidad -como dice Soledad Bianchi- a la crisis de lectores. Crisis que es invisible, pero que como estrategia de juego, mete el gol, en cuanto apela a la condición humana audio-visual, de la acción comunicativa (Arendt).
Podemos decir, que el estilo de Redolés es el del reconocimiento del no tener. Propuesta radical, en cuanto, hacer aparecer lo desaparecido de la escena de la poesía. Lo desaparecido es la lengua materna, el cuerpo político, la identidad nacional, el cuerpo del niño que fuimos, el barrio, la familia, el cuerpo no-mutilado, el recuerdo, la palabra... Por conclusión, el no tener, es no tener cuerpo, lugar, ni nombre. Es tener aquello negado por el otro a través del reflejo de dicha negación.
Esto se hace patente en su poema "No Tengo"
[46] , que ha sido la llave de paso de todo el hilo argumentativo de este ensayo, ya que, no tener nombre, implica la posibilidad de darlo (prestarlo), de nombrar propiedad y reconocimiento de identidad (latinoamericana).
El "no tengo" espera un tiempo futuro, que intentará llenar el vacío, mediante la proliferación de quienes están presentes en el momento en que se le da vida al poema.
El estadio, en ese sentido, es el lugar de lo desaparecido de la poesía, del testimonio de una historia que es acallada y el lugar en donde se ve el juego. Al estadio se asiste para ver jugar fútbol y también se va a ver a "alguien", en este caso, se va a ver a un innombrable, a uno que les devuelve las expectativas puestas en la lengua, y que, a modo de declamación política, desmantela el relleno histórico de la memoria alienada (en cuanto implantada en el cuerpo roto de "nuestra" sociedad).
Sin embargo, decir que no se tiene lo que se muestra, es doblegar la mirada desde la esquina del propio lugar; por lo tanto, el espectáculo del juego de la imaginación, debe prender luces (y echar luces) sobre lo propio de las palabras, del barrio, de los cueros: la voz sentida. En consecuencia, lo que se pierde en la espectacularización de La Historia, son los desvíos (orales) del acontecimiento. Y los poemas de Redolés, ponen frente de los focos musicales, aquello que sucede al otro lado del escenario, al otro lado del espejo: el aire de la palabra.
NOTAS _____________________________________________
[1] Mauricio Redolés, Estar de la poesía o el estilo de mis Matemáticas. Editorial Beta Píctoris. Santiago, Chile, 2000. .pp. 12
[2] "yo en la clandestinidad me llamaba patricio/me llamaba ramiro y trunquié otra/ forma de caminar y reír yo/ me llamé con muchos nombres me llamé ricardo gabriela/ josé patricia". Íbid. pp. 16
[3] Patricio Marchant, Amor de Errázuriz fotógrafo 1983, en Escritura y Temblor, ed Cuarto Propio. pp 88.
[4] Redolés, Íbid. pp. 16
[5] "pero también tuve otro nombre / ese era mi nombre verdadero / con ese nombre morí" Íbid. pp. 20.
[6] "Yo tuve una amiga que se llamó Cecilia /ese no era su nombre pero eso no importa" Íbid. pp. 14.
[7] "nunca intercambiamos promesas de ningún tipo/ porque ella era la promesa porque yo era la promesa" Íbid. pp. 15.
[8] Luis Ernesto Redolés Ibacache.
[9] "por eso éramos una negación de lo que pudimos ser ayer/(una axila del otoño una antítesis..." Íbid. pp. 214.
[10] "ya no soy yo estimada flaca/y yo tampoco Mauricio /¡ah, que casualidad!" Íbid. pp. 214.
[11] "¡YO SOY QUIEN TÚ IMAGINAS!/(un imbécil capaz de darlo TODO)/y de a pedazos". Íbid. pp. 156.
[12] Íbid. pp.53
[13] Íbid. pp.43
[14] "(después cambiaría de parecer como de calcetines)" Íbid. pp.193
[15] Íbid. pp.193
[16] "hoy/ hemos vuelto a la orfandad del silencio/ y no tenemos palabras/ ni siquiera/ para agradecer al cielo/ tanto / vacío". Íbid. pp. 75.
[17] Patricio Marchant, ¿en que lengua se habla Hispanoamérica? (1987) pp. 316.
[18] "Volver a euston y comprar una hamburguesa y tomarse una cerveza en un pub lleno de negros choros y los barman cantan con soulful voices canciones que no entiendo" Íbid. pp.37.
[19] Epígrafe de Poema "TRILINGUE" Redolés, Íbid. pp.168.
[20] Cecilia Sánchez, Los nombres del traidor (a). El cruce de las lenguas. pp. 231
[21] Redolés, Íbid., pp. 85
[22] Willy thayer, Recepción y digresión del sentido en el castellano hispanoamericano, en Ensayismo y Modernidad en América Latina, compilador, Carlos Osandon. Arcis-Lom. pp. 125.
[23] Redolés, Íbid., pp. 9
[24] Íbid., pp. 12
[25] Sergio Rojas, El tono de la identidad, en Ensayismo y Modernidad en América Latina, compilador, Carlos Osandon. Arcis-Lom, pp. 133.
[26] Redolés, Íbid., pp. 60.
[27] Íbid., pp. 77.
[28] Íbid., pp. 14.
[29] Íbid., pp. 119.
[30] "Esta es la época en que da una pena inmensa bajarse de los buses/ Diez años hace que dejé santiago de chile y aún recuerdo/ Las peinetas rosadas que se vendían en las paqueterías de san pablo/ Las nubes frente a la calle bulnes/ La gente hablando de cuba judíos de santiago de chile". Íbid., pp. 31.
[31] Sergio Rojas, El tono de la identidad, en Ensayismo y Modernidad en América Latina, compilador, Carlos Osandon. Arcis-Lom, pp. 137.
[32] Redolés, Íbid., pp. 184.
[33] "el horror que nunca llueva/ o el haber vivido por muchos años/ en ningún lugar". Íbid., pp. 184
[34] Ni a negros, obreros, mujeres, chicanos, comunistas, chilenos, cabros chicos, rockeros, punkies, mapuches, hindúes.
[35] Íbid., pp. 141
[36] Íbid., pp. 80
[37] Íbid., pp. 118.
[38] Sergio Rojas, El tono de la identidad, en Ensayismo y Modernidad en América Latina, compilador, Carlos Osandon. Arcis-Lom. pp. 134.
[39] Redolés, Íbid., pp. 61.
[40] Sergio Rojas, El tono de la identidad, en Ensayismo y Modernidad en América Latina, compilador, Carlos Osandon. Arcis-Lom. pp. 135.
[41] Redolés, Íbid., pp.169
[42] Íbid., pp. 132
[43] Íbid., pp. 102.
[44] Sergio Rojas, El tono de la identidad, en Ensayismo y Modernidad en América Latina, compilador, Carlos Osandon. Arcis-Lom. pp.131
[45] "Contrato por el cual como su prestado nombre, los otros dicen, indican, señalan, aman, odian, etc., su préstamo. Y si todo es así, indigno es el que no quiere saber del contrato, del cálculo económico. Indigno es aquel que no quiere aceptar su muerte inscrita en el deseo del otro y, ante todo, aquel que no acepta ser amado, que no se encuentra digno de ser amado. Indigno que traicionará, su traicion siguiendo las vias abiertas por el amor, y traicionará de este modo: el indigno no dirá las palabras que al otro le faltan, esas palabras que él quiere, necesita oir, palabras que el indigno, su amor, las conoce; el indigno tiene en el puño de su miseria el nombre del otro". Patricio Marchant, Amor de Errázuriz fotógrafo 1983, en Escritura y Temblor, ed Cuarto Propio. pp. 83.
[46] Redolés, Íbid., pp. 121
Agosto 2006, en Sepiensa.net

2 de agosto de 2006

Patio 29 .-

Patio 29: La Democracia Imaginaria


"…Lo que es real
yo sé son los huesos
y todo el resto
es sólo relleno"
Los Tres, Traje Desastre.
Lo que para Carlos Peña es un trigal y cruces venidas a menos, para Pamela Pereira es el resto testimonial de la primera fase represiva [detener-desaparecer] del gobierno militar. En palabras de Peña, es el lugar más lúgubre de la historia, no sólo porque esté enmarcado en el lugar más lúgubre de Santiago (el Cementerio General), sino porque la muerte tiene cuerpo en el Patio 29. Su cuerpo es cuerpo-muerto que en su finitud no ha alcanzado el fin de su historia. El cuerpo del Patio 29 trasciende su muerte y se historiza; retorna como asunto público, al no encontrar identidad con su historia-viva.
En su no-coincidencia con la identidad-pasada y en la incógnita -que no termina de volver para sus familias- el proceso de descomposición de los cuerpos ha significado, al mismo tiempo, el proceso de transición a la Democracia; lo que tiene como correlato, el retorno del miedo a una dictadura, manifestada en el olvido y en la incapacidad de retomar los deberes y derechos cívicos.
El cuerpo-muerto ha estado ausente de su contexto: el gobierno chileno ha serializado el Patio y lo ha escindido de su condición original: el asesinato. La muerte dada a ciudadanos, por organismos de Estado, con el fin de silenciar y homogeneizar un panorama político agitado por la caída del gobierno (y del cuerpo) de Allende, sigue la misma línea narrativa anterior. Se priva de vida para privatizar la historia.
La historia, la política, el derecho, el recuerdo y el cuerpo se han dado lugar en la institucionalización de lo privado. La individualización de la ciudadanía ha quedado al margen de la ciudad; y la ciudad -así- al margen de su constitución. Los restos que conforman el Patio 29 son cuerpos sin nombre, sin identidad, sin historia, que fueron encontrados en las orillas del río Mapocho, del Canal San Carlos y en otros lugares Públicos. El cuerpo-muerto encontrado-exhibido es el que se degeneró en el campo de lo político, pues es el cuerpo del delito de un aparataje estatal que se cimentó sobre la muerte del padre. Una legislación que se erige sobre el asesinato -donde éste no constituye su tabú, sino su agenda política- es un gobierno que aún no puede superar su constitución. Es un Estado Democrático Imaginario, un Estado que aún no es.
Lo desaparecido como la huella de la crueldad, es también lo desaparecido del origen. No de nuestra historia como pueblo Latinoamericano (que la sabemos por otros), sino como pueblo chileno, como una nación que es capaz de darse nacionalidad, identidad, derechos y ciudadanía política.
Es por eso que Bachelet en su cuenta presidencial del 21 de Mayo del presente año, reconoce la necesidad de buscar a los detenidos desaparecidos(1).¿Pero en que tipo de confianza se puede fundar una necesidad así?
En el caso del Patio 29 -ya- no se trata de buscar a los desparecidos, porque "lo" desparecido esta "ahí": los cuerpos están. Lo que hay que buscar es su nombre, la singularidad de la historia suprimida por la violencia totalitaria. Así tiene sentido atestiguar el nuevo estado de lo desaparecido: se trata de Desaparecer lo Desaparecido (2). Esto es la multiplicación de lo ausente como la condición de subsunción de un vacío histórico. No es un vacío como nada, sino que es un vacío con cuerpo; ésta es la condición primordial de "humanidad" que se da luz en la multiplicación de su desaparición. La multiplicación de lo desconocido, lo anónimo y lo sacrificado conforma el tejido político sobre el que se elevan discursos democráticos que prescinden de estas identidades para conformar sus planes de gobierno.
Un gobierno democrático que aún tiene nombres que decir, reconoce en el Patio 29, el lugar de lo clandestino; pues sobre él, su legislación ha sido puesta a prueba por fuerzas y movimientos políticos (oficiales y subterráneos) que han imposibilitado el hacer de la voluntad ciudadana. En un gobierno democrático la pluralidad ciudadana ha dado paso a la escisión y parcelación cívica. El Patio encapsulado y tarjado por aristas sobre-interesadas, no son otra cosa, que la muestra de la fosa de nuestra capacidad rectora. La fosa ha sido rellenada de discursos, por lo que, se ha impedido escuchar el "hueso" del asunto.
La condición de despojo, de ser un resto mortal, es también la condición de ser sobra y resto; lo que ha quedado de los accidentes, el vestigio del paso del tiempo, el vestigio del botín de los vencedores. Los despojos anónimos de Carlos Peña, son la historia de los vencidos de Walter Benjamín, y el "otro lado" de la máscara de los asuntos públicos de Hanna Arendt. El otro lado de la historia es el no-saber, el relato incapaz de reconocerse como tal, ya que éste pertenece a la categorización del vencedor, de aquel que se construye y se sirve del despojo para erigir un monumento, una constitución, una nueva época; por lo tanto, una nueva temporalidad.
Pero estos cuerpos -nuevamente- desconocidos del Patio 29 tienen otra condición: tienen el post del nombre, es decir, la creencia implícita de que la palabra designa algo, y no sólo el nombrar. El post refiere a lo que indica, no sólo el llamar. El post, entonces, sería la participación activa del "qué" del despojado. El mismo "qué" que no puede participar de su otro.
Como el cuerpo yace en su condición material -soporte histórico- no se sabe que alma los sostuvo ni quienes lloraron por ellos (3); pero se sabe aún más: se sabe que ya no se sabe. No se sabe quienes eran y se sabe que no fueron quienes se creyó que eran.
El pasado abraza la creencia fundada en la identificación errónea del Servicio Medico Legal. El presente, por tanto, desconoce, no confía en el Estado ni en su órgano institucional que media en legislación de la muerte. La privatización de lo que es público y general en nuestra condición humana -la muerte- corresponde como consecuencia del desinterés público por saldar la deuda originaria de nuestra democracia.
El asunto asumido como la necesidad de mera "reivindicación sentimental", es lo que ha hecho que, hoy por hoy, el Patio 29 sea el caso de unos pocos, de los menos, de los afectados y deudos. El resto padece la desafección. El resto, en este caso, no es el cuerpo muerto-aún-ciudadano, sino el cuerpo-vivo de los ciudadanos que no saben que es hacer ciudadanía
Este no-saber del cuerpo-muerto (nombre, identidad, historia) va de la mano con el no-saber del cuerpo-vivo (responsabilidad cívica). Y ambas conforman lo que se ha llamado la "memoria de la deuda". La deuda regresa -una y otra vez- con más fuerza emocional y violencia. Y regresa precisamente porque no se es capaz de recordarla. Porque no hay como atajarlo en la palabra, ni en el discurso, ni en la historia. Por tanto, no hay cómo impedir la conformación un "hoyo negro" en donde "todo quepa", donde todo lo imaginable tenga su lugar.
Sin palabras, sin nombre y sin esa historia muda del despojo, la chilenidad está puesta entre comillas, ya que no se sujeta en ningún nombre. El nombre que nos han prestado los restos, son caros y pesan tanto, que, intentar devolver el préstamo (Marchant), significaría desbaratar nuestro aparato imaginario, discursivo, científico, tecnológico e incluso histórico.
El deterioro de las "muestras" de los restos (como si los restos no fueran ya una muestra, un "trozo de" y/o un algo que "deja ver") hace que en cada momento que pasa sea más remota la posibilidad de que los restos aparezcan (4). Ese tiempo que "hace" que la pérdida de lo perdido (desparecido) no pueda ser recuperada, es el que está presente en toda producción legislativa.
La ciencia ya no va a poder identificar; si no puede ella, no puede el sistema judicial, y tampoco el Estado. El poder del Estado está apoyado, entonces, en el poder de la ciencia y en la tecnología como condición de exactitud en el cálculo sobre lo material. El horizonte, luego, de este Estado, no es más que el cálculo aproximado de una teoría que idealiza a su contingencia, a su historia y a su cuerpo político. La estadística, el conteo, los porcentajes y las proyecciones son su fin; por tanto, lo desaparecido debe aparecer en el cálculo, para que el gobierno tenga que lidiar con el.
Cito: "Lagos Weber se hace cargo afirmando que nadie está eludiendo el bulto" (5). El bulto, que es el peso del resto, la mudez política del despojo, no refiere al silencio a-político, apático y privado de la Democracia Chilena. El bulto es sentido olvidado, pero también obligado. Es el objeto donde se congela la angustia de nuestra historia. En términos Lacanianos: el Patio 29 sería el objeto donde el psicoanálisis hace aparecer la falta. Es la angustia como un estar, un estado que (es) falta y que opera fuera del sujeto político. El Patio 29 de los despojos mudos, está por ende, fuera del campo significante. Allí la identificación nos llevará al estar en lugar del objeto y del objeto de identificación. En esa distancia -que es articulación- Lacan reconoce como "la ligazón simbólica del goce" al entramado de significaciones que tapan el agujero por donde escapa la angustia.
La fosa de los restos es la desaparición de la traza humana, es lo siniestro. Es la experiencia que se da en la ficción de la literatura histórica y discursiva, pero que es indecible. Es una experiencia muda, porque es sólo condición de extrañamiento. La delimitación del vacío de la fosa por medio de la escritura, concuerda con la proliferación de lo desaparecido, ya que la reproducción de lo "producido" por la -falsa- exactitud del cálculo, no hace más que generar la aparición de lo horroroso oculto en lo familiar. Lo familiar es nuestro país, nuestra comunidad lingüística, nuestra historia construida desde la ciudad y no desde el discurso legal. Incluso en esa historia, que pareciera ser la oficial, se presenta el extrañamiento frente a lo no-dicho, al bulto como dice Lagos Weber.
El bulto es lo intraducible, y aunque no lo quieran eludir, se está a priori merodeando a su alrededor, sin poder cercarlo. En lo intraducible del resto, la escritura (en todas sus vertientes) quiere ir más allá del lenguaje, diciéndolo sin habla. La mudez pronuncia lo que no tiene nombre. Por tanto el despojo mudo -y anónimo- libera de sí un sentido aprisionado, que para Freud será lo Reprimido Primordial (como el asesinato que está a la base de toda legislación) y para Lacan será lo jamás interpretado (ya que es intraducible en su momento de horror y angustia).
La angustia es la supresión del velo de lo fantasmático en el campo del Otro. El fantasma en Lacan es la mediación entre el objeto y el sujeto. Es la imagen virtual que corresponde e la identificación entre significante y significado. En tal suspensión el objeto -el cuerpo-muerto, en nuestro caso- tiene un mal encuentro con lo real: se aliena. El cuerpo-muerto se aliena del sistema significante, desaparece del cuerpo político y reproduce dicha desaparición en el alienamiento político de los habitantes de la ciudad. Luego, la condición fantasmática del Patio 29, ya no sólo responderá a la mediación entre cuerpo-muerto y nombre, sino que a su capacidad de funcionar como señuelo político. La alienación de lo fantasmático será el engaño que se dirige al cuerpo político, que ya no será político, pues vive en la angustia y el miedo que le generó el primer fantasma.
Luego, la angustia de quienes presenciaron la escena de lo desaparecido será suprimida por el olvido común. Lo realmente democrático es el olvido, y ese olvido -que es recordado- vuelve a la memoria de la deuda de forma aterradora: amenazando con hacer desaparecer el sujeto político y el ser del mismo.
Si se desbaratara el ser de su otredad (como resto, bulto, despojo, cuerpo-muerto) se haría desaparecer al sujeto político, y lo dejaría subsumido en el sin sentido. Si desbaratara su condición de estar "sujeto a" el sentido producido por el significante, el sentido no existiría más que como parte de lo carente de sentido. Vale decir, El retorno del fantasma desaparecido y multiplicado, reduce a los significantes a su sin sentido para recobrar la determinación en la conducta del sujeto. Por tanto, lo siniestro, lo carente de traza humana, vuelve mostrando el lado estructural de la máscara humana (mascarilla mortuoria benjaminiana). Lo siniestro ilumina la fachada, develando su condición de collage. La identificación entre significante y significado es mostrado en su historicidad estructural, en su eterno plegamiento, montaje y ocultamiento de si mismo. La pared que contiene el campo de lo categorizable está liberado de su estado homogéneo y, en su carácter fantasmagórico, lo corta. Se tarja y muestra lo invisible: el entramado de historias que se han subsumido por el relato de los vencedores. Los perdedores, el cuerpo-muerto, el botín, está atrapado en lo simbólico. A esto le podríamos aplicar la categoría de "lo real" de Lacan. Lo real que agujerea lo simbólico, vendría a darle nombre a lo indecible que desborda al sujeto y lo desvanece (porque le genera angustia).
La angustia de lo indecible del Patio 29 ha estado congelada en el frigorífico del SML durante todos estos años. El SML, como organismo de Estado, es el nuevo cementerio de Chile. Chile, es el cementerio de sus cadáveres congelados ciudadanos.
La Historia, entonces, construida desde la tumba, es letra muerta. Por eso la salida de Peña, cuando invita a la crítica de la historia elaborada desde el futuro, aún no tiene lugar. No se puede hacer una crítica desde el espacio de lo indecible, desde la constitución política fundada en lo fantasmático. El campo de la historiografía no es lo imaginario, sino que los acontecimientos. Y ese es nuestro defecto moral, no la estupidez. Porque la estupidez respondería a una condición psicológica de privatización de lucidez, en cambio lo imaginario responde a la imposibilidad de nombrar el hoyo negro de lo real. Nuestro defecto es mudo, no nombra y por eso no hace historia. No incorpora en la memoria colectiva a los restos, sino "el cuerpo".
El recuerdo privado de la historia, tampoco podrá hacer el trabajo selectivo de Ricoeur. Porque para olvidar la deuda, hay que saldarla, no sólo recordar los hechos desde el horizonte de sentido de la institucionalización de la historia.
Luego, para saldar la memoria de la deuda y hacer ingresar los cuerpos del Patio 29 a nuestra historia es necesario darles su nombre (6). La identificación primaria, dada por la familia del cuerpo-vivo, del (luego) detenido-desaparecido, debe coincidir con el cuerpo-muerto del SML. Y esta misión primordial, y actualmente errónea, ha significado el re-bautizo de los restos con el N.N. (7).
La repetición es doble, está multiplicada en su nada. La multiplicación hace valer doble, lo que no vale nada en términos de palabras. Los N.N. van con las fechas y los restos van con Patio-de-número. Los restos están categorizados por el cálculo matemático. Vale decir, mientras la historia oficial los ha identificado numéricamente (idealmente, y/o impersonalmente), el resto ha hecho surgir otros N.N., pero -como dice Manuel Guerrero- infinitamente distintos:
"Los primeros quieren dar la cara para volver a sus parientes, a su suelo, a su país. Los segundos esconden el rostro para hacer desaparecer su cuota de participación, su firma, su autoría" (8).
La identidad entre cuerpo-muerto, N.N. y Patio 29 del cementerio general, nombran a otros N.N. que escapan de sus nombres y del nombre de su lugar: sus cargos. Los otros N.N. de cuerpos-vivos y ciudadanos, escapan de su condición de ciudadanía. Huyen de su obligación y/o labor de decidir sobre los asuntos de gobierno. Sus decisiones han tenido consecuencias inconmensurables, y tales consecuencias obedecen obligadamente a responsabilidades que deben ser asumidas desde una autoría significante. Eso es lo que Pamela Pereira hace explícito cuando propone dotar de institucionalidad -dar nombre- al cargo de la delegada presidencial para el caso del Patio 29, la señora Maria Luisa Sepúlveda (9).
La N.N. es el signo que reemplaza un nombre propio de una persona que no se sabe, y es también, la expropiación del nombre en pos de la no-identificación entre lo que se dice y lo que se hace; de la clausura del nombre y de la responsabilidad de aquello que no se quiere expresar. Lo N.N. es lo oculto, lo no-sabido y lo que no-es, lo que no tiene quién. Pero por sobretodo el N.N. es la "muestra" del carácter de ciudadanía de nuestra democracia: el signo multiplicado por el cálculo, el rastreo y la muestra.
La ciudadanía del porcentaje -con carné de identidad- no coincide con la carne de identidad de los DD.DD. Luego, si el ciudadano es ciudadano-promedio, los detenidos desaparecidos serán mero bulto y sigla institucional.
Si lo que dijo Bachelet el 21 de Mayo, quiere decir, que la búsqueda debe ser exacta, el nuevo gobierno asume en la tarea de identificación de los restos, el peso de identificar, pero con certeza. Si antes el método usado era el de las Células Mitocondriales, ahora lo será el de Marcadores Nucleares. Los marcadores son capaces de considerar ambas ramas, la del padre y el de la madre, de la "muestra". Es un marcador bilateral, no sólo materno, como lo era el Mitocondrial. El avance de la ciencia es subsumido en el gobierno, como el esfuerzo por "hacer todo lo posible", el olvidar los límites de la ciencia y de la voluntad institucional, asunto que convierte a las osamentas de los detenidos desaparecidos como propiedad sagrada del Estado (10), ya que no sólo quieren obedecer a su historia, sino que a la figura de su constitución.
Con la tarea de la exactitud, se refunda la piedra inaugural de la ciudad en estos restos fundantes de noción de -nueva- patria. Esto implica el cambio de nivel y de posición de los restos: al momento de entrar al campo de la categorización política, estos devendrán monumento y patrimonio cultural, corriendo el riesgo de que su espectro convenga con la espectacularización de la política actual. La exactitud conlleva el peligro de la ciega confianza en una certeza desconocida, que en su operar, produce un suelo desde donde fundar un horizonte de sentido: una ilusión de certeza.
Reconocemos entonces la duda, la factibilidad de la ciencia en el reconocimiento de la no-certeza sobre los cuerpos identificados, y el engaño sobre el que se cimienta la estabilidad de la república. Este piso flotante es lo que Peña denota como la estupidez del Estado.
Pero Chile no tiene tecnología ni ha desarrollado los procedimientos científicos que permitirían arribar a la verdad de las identidades. Tampoco ha cumplido los acuerdos manifestados en la Mesa de Diálogo, no ha promovido la búsqueda como un aspecto de primer orden, ni ha involucrado a más actores. Esto porque no ha incentivado el trabajo de investigación en las universidades -ni públicas ni privadas-, no ha hecho las gestiones administrativas necesarias para controlar los procedimientos del caso en el campo administrativo, judicial, político y económico. No ha zanjado el vacío de la fosa. Y esto sólo ha repetido la desolación por la precariedad en la que se desenvuelve la comunidad científica chilena.
Comunidad que ha sido atravesada por intereses privados y que ha perdido de vista su noción de devolver a la sociedad su propia imagen. ¿La ciencia debe pedir disculpas a la sociedad por ser lo que es, o es responsabilidad del Estado no haber desarrollado la tecnología necesaria?. Lo cierto es que el error está en reducir el caso de los DD.DD a un asunto de técnica. Somos hijos del rigor científico y de la irresponsabilidad política.
Los problemas de método de trabajo, desorden, falta de recursos y de conocimiento se hicieron notar… cabe tener presente que por estos días, profesionales que ejercieron como peritos han denunciado la perdida de centenares de muestras" (11).
La técnica ha perdido la certeza científica y las muestras de los restos. El ocultamiento de los cuerpos, entonces, no sólo obedece a la pérdida de identidad como nombre propio -como dato- sino que también es la pérdida de lo perdido. Segundo movimiento de lo desparecido que se multiplica. Porque ya no estamos hablando de los cuerpos dejados a las orillas de la ciudad, sino que también del ocultamiento de información entorno a los hallazgos científicos vinculados a la puesta en duda de la certeza en la identificación de los restos. Se trata del desdoblamiento de la pérdida, como un juego perverso de ocultación permanente de cuerpos, restos, indicios, muestras e informes.
Lo paradójico del discurso actual es el reconocimiento de los problemas y la promesa de ir transparentando (12), aclarando (13), mostrando los datos, esclareciendo la verdad (14). No se muestra el resto, sino el dato. Luego, el dato es el cuerpo-muerto re-ingresado en la categorización. El despojo mudo, ahora, sólo puede hablar desde la oscuridad del dato. Y la oscuridad del dato sigue siendo acorde a la intención de ocultar (primero ideas políticas, luego cuerpos y finalmente palabras). El dato ocultado -y su condición descriptiva- van de la mano con la historia de segundo nivel del desaparecido, ya que es la historia oficial la que tiene primacía descriptiva. Por tanto, los protocolos de autopsias, la descripción de ropas, las características físicas y morfológicas, no tenían lugar en el margen de la historia, sino que en el centro de ella. Las huellas no-estampadas y los datos eliminados son el botín de batalla del Gobierno Militar. Una guerra cívica interna que se perdió de antemano, porque con ella los desaparecidos desaparecieron la legitimidad de la constitución nacional. De-mostraron que la constitución era una ficción.
Lo que escapa de la categorización del dato es la experiencia: el dolor del duelo. El dolor es inexpresable, incomunicable, intraducible y posterior al cuerpo. El dolor del cuerpo-muerto es sólo imaginable, el dolor de los que quedaron vivos es lo imaginado. Mientras que el dolor de los familiares de los desaparecidos ha conseguido discurso legal e institucional, el (re-vivir del) dolor (15) como experiencia angustiante del desaparecido conforma la fosa donde la "pesadilla inagotable" (16), el "retorno de lo reprimido", el "asesinato original" y "lo siniestro" tienen posibilidad.
El error de la ciencia a nivel simbólico, implica, la extrañeza que hoy cobra vida como horror. Guerrero dice, que se volvió a esconder lo peligroso: la verdad. Pero ésta se ha negado a desaparecer, y ha aparecido en forma brutal, mostrándonos que la democracia no ha saldado cuentas con su pasado. Pero ésta no es una verdad metafísica platónica, sino que es lo real de los huesos.
Vuelve lo siniestro ya no como cuerpo asesinado, sino como la familiaridad de creer que "las instituciones funcionan". Ha emergido bajo un aspecto amenazante, horripilante y excesivo. Luego, se instala la duda de si acaso es una excepción o es la normalidad, o es "la excepción como regla" de Tununa Mercado. Ya no se tratará de "no saber donde están los cuerpos" sino de "no saber donde están los errores" (17). Y esto no es un detalle, ya que muestra porqué Chile ha fracasado en su constante búsqueda de constitución, en su eterna salida de la transición.
"Hemos fracasado en la búsqueda de los DD. DD… Fracasó porque los involucrados no cedían. No hubo consenso. Se disimuló el quiebre pero quizás lo mejor hubiera sido evidenciar brutalmente el abismo al que el país se encaminaba" (18).
El fracaso -devenido del crimen, del ocultamiento, del robo de evidencias, de la mala gestión, de la incapacidad de entrar en consenso, de la desinformación y de la operación de intereses privados en el caso- hace que nuestro aparato gubernamental muestre sólo "lo que queremos ser". De la historia, entonces, obtenemos un retrato (a la medida) de nuestra historia maquillada y predeterminada desde una idea. La Mesa de Diálogo estaba maquillada en su declaración final, porque el error de la responsabilidad-sin-autor conllevó al fracaso irresponsable de nuestro esfuerzo cívico.
Desde entonces que la irresponsabilidad se ha convertido en una costumbre patriotera, donde autoridades y ejecutores corren en el mismo flujo de la decisión sin origen. Ante esto Pamela Pereira aclara para a los medios (La Nación, LUN, Tv Senado) que la responsabilidad del Estado es de nivel político-institucional, administrativo y penal. Para lo cual y, ante no encontrar certeza en la técnica nacional, se dará lugar a la apelación a una instancia internacional pues el caso del Patio 29 es un escándalo que sobrepasa fronteras.
Pero aunque todas las responsabilidades deben ser asumidas -como dijo Maria Luisa Sepúlveda- las investigaciones independientes que han dado luz de las mismas irresponsabilidades estatales, son las que han sido juzgadas como irresponsables. Esto a raíz de que Pereira habría instalado la idea de que los gobiernos de la concertación son los culpables de los problemas de DD.HH. en Chile (19). Pero esa nueva sospecha del Estado ante la figura de Pereira -de apellido: "abogada socialista","traidora" y "francotiradora"- ha terminado por entrever la cara oscura de la Democracia. El Estado democrático no permite la pluralidad, invita a la homogeneización de la opinión pública y al desinterés ciudadano.
Pereira es sospechosa porque maneja "datos" y "experiencia"; es abogada e hija de un desaparecido, es lo que no desapareció de lo perdido: el nombre del cuerpo-muerto en el cuerpo-vivo. Se eleva la sospecha de que ella, como "resto del resto", pueda manipular los datos y la memoria para cobrar la venganza de Antígona. Luego, Pereira ha sido invalidada por saber, y por saber mucho. Por estar sujeta al sujeto desbordado por lo simbólico, y aún así permanecer adentro de la institución.
El peligro entonces, es a que ella misma -su cuerpo- se vuelva aparato institucional y materialice la política desde el lugar del no-lugar. Su lugar es el cruce y allí no hay posibilidad de ciudadanía, porque lo que se requiere es un centro político, un lugar para enterrar los cimientos de la Democracia y no el afuera de la desconfianza. Vale decir, mientras la Democracia cree en su centro institucional-político, desestima el esfuerzo independiente, aunque éste pueda traer consigo un "afuera" internacional como aparato mediador de la investigación. Pamela Pereira es el "cuerpo-lugar-nombre" de los Derechos Humanos en los cuerpos sin identidad de Chile. Es la sospecha, ya que ella no comparte el mismo lenguaje -ni con las instituciones, ni con los familiares afectados- pues conoce lo incategorizable (20), y en eso estriba su profunda convicción en la futilidad de la escenografía política nacional.
"Solo cabía esperar que estallaran hechos vergonzosos que una vez mas violentan a dignidad de las personas, agraden la sensibilidad humana y muestran como la suma de silencios, omisiones, desidia, mal uso de los dineros públicos etc, etc, etc…. Son posibles en el contexto de institucionalidad democrática… No creí que viviría hechos de esta naturaleza en Democracia (21).
Esto es evidente. Nuestra Democracia no es auténtica, vive en un simulacro, en la ficción de una constitución que debe retornar al presente en búsqueda del suelo político que lo re-funda. Es por eso que nuestro discurso se vuelve fundamentalista: el resto tiende a reintegrarse, a ser reabsorbido por el orden significante y esto conduce a conferirle al cuerpo una consistencia inusitada, que lo hace literalmente proclive a su estallido. La Democracia está en peligro porque su memoria está siempre en constante construcción. La historia está inacabada porque carece tiempo y nombre propio, por tanto, da espacio para la constante intervención analítica, histórica y científica que genera más y más sentido para el goce semántico de este síntoma.
Siguiendo la marcha sobre la que cursa este caso, es poco probable que se llegue a saldar nuestra deuda histórica, porque la Institucionalidad ya no es más que proliferación de discurso inverosímil. La certeza hay que buscarla en otra parte: en lo que resta de nosotros.
Por tanto, y siguiendo la línea interpretativa de Lacan, debemos hacer el trabajo inverso: el esfuerzo de recaer únicamente en el significante (los restos) ya que es en esa unicidad donde se apunta al aislamiento del significante y se atiende a lo que debe importar: la biografía interrumpida de aquellos que donan su cuerpo como excusa de retórica política. Sólo así tiene sentido afirmar que los huesos que están en el SML son lo real de nuestra historia y los discursos y disputas políticas, mero relleno.
NOTAS _________________
1. Bachelet en su cuenta presidencial del 21 de Mayo: "Mientras haya detenidos desaparecidos nunca dejaremos de buscarlos".El Mercurio, "Sólo 172 restos han sido reconocidos judicialmente" Cuerpo C8 23 de Mayo del 2006.
2. "volver a desaparecer a los desaparecidos, volver a desenterrar a los muertos poniendo en duda sus nombres, sus rostros, su derecho a descansar en paz junto al cuidado de los suyos". Manuel Guerrero en "Desaparecer lo desaparecido" en su blog:[http://manuelguerrero.blogspot.com]
3. Carlos Peña en su columna de Opinión de El Mercurio, Cuerpo D14, del 30 de Abril del 2006.
4. Gonzalo Vial, entrevistado en El Mercurio, cuerpo D10 del 30 de Abril del 2006.
5. El Mercurio, "El primer incendio de la era Bachelet", Cuerpo D11 del 20 de Abril del 2006.
6. "¿Cómo ingresar a la historia colectiva un puñado de huesos sin nombre?: no como simples despojos, si, inscribirlos como personas, con nombres y apellidos, con biografía. Para ser recordado sin la capacidad destructora de los recuerdo". Carlos Peña en su columna de Opinión de El Mercurio, Cuerpo D14, del 30 de Abril del 2006.
7. "Ni el 12% de las personas desaparecidas han sido identificadas judicialmente y entregados. Solo 172 de un total de 1464… en otros casos puede tratarse de la victima identificada o de otra… total, 96 osamentas que volvieron al NN" EL Mercurio, "Solo 172 restos han sido reconocidos judicialmente", Cuerpo C8 del 23 de Mayo del 2006
8. Manuel Guerrero en su blog: [http://manuelguerrero.blogspot.com]
9. Maria Luisa Sepúlveda: "el cargo no tiene nombre. Hoy no tenemos tiempo para verlo"" en El Mercurio, cuerpo D13, del 30 de Abril del 2006.
10. El Mercurio, Cuerpo C9 del 17 de Mayo del 2006.
11. Pamela Pereira, Pauta: Exposición caso patio 29 - instituto medico legal, ante comisión investigadora de la Cámara de Diputados, 8 de Mayo del 2006.
12. "se compromete a entregar a los familiares y al país o a las autoridades o a quien sea, toda la información, ir transparentando" Maria Luisa Sepúlveda en El Mercurio, "Crisis del patio 29" cuerpo D13, del 30 de Abril del.2006
13. "lo único que piden los AF.DD es la entrega de información, claridad". Maria Luisa Sepúlveda en El Mercurio, "Crisis del patio 29" cuerpo D13, del 30 de Abril del.2006
14. "Con la finalidad de esclarecer la verdad" Pamela Pereira, Pauta: Exposición caso patio 29 - instituto medico legal, ante comisión investigadora de la Cámara de Diputados, 8 de Mayo del 2006
15. "Revivir el dolor de nuevo es algo inimaginable." Tucapel Jiménez en El Mercurio, "Investigación parlamentaria" del día 4 de Mayo del 2006
16. "Poner fin a una pesadilla inagotable que una y otra vez nos ha golpeado, al igual que a tantas otras familias en igual condición". Pereira Pamela, Pauta: Exposición caso patio 29 - instituto medico legal, ante comisión investigadora de la Cámara de Diputados. 8 de Mayo del 2006
17. "Cristian Orrego: no sabemos donde están los errores -respondió al ser consultado por las razones que llevaron al conflicto que actualmente vive el país". En El Mercurio, Patio 29: familias de desaparecidos de paine demandarán al estado, Cuerpo C 11, 15 de Mayo del 2006
18. Gonzalo Vial en Entrevista del diario El Mercurio, Cuerpo D10, del 30 de Abril del 2006
19. En El Mercurio, "El primer incendio de la era Bachelet", Cuerpo D11 del día 20 de Abril del 2006.
20. "Toda vez que en mi calidad de hija yo no soy una persona adecuada para hacer la pericia de identificación respecto de mi padre" Pereira Pamela, Pauta: Exposición caso patio 29 - instituto medico legal, ante comisión investigadora de la Cámara de Diputados, 8 de Mayo del 2006.
21. Pereira Pamela, Pauta: Exposición caso patio 29 - instituto medico legal, ante comisión investigadora de la Cámara de Diputados, 8 de Mayo del 2006
Agosto del 2006, en critica.cl