5 de mayo de 2007

Underground Topo.-


Underground Topo
Por Ameba, Andrea Ocampo y Bruno Córdova

Mis momentos más traumáticos en la infancia tienen relación con la locomoción colectiva. Subirme a la micro era el peor suceso del día: mareos, falta de aire, incluso desmayos, que ahora en mi juventud, he podido compensar con la maravillosa experiencia de andar en metro.
Algunos usamos preferentemente el metro para movilizarnos. Una especie de cordón umbilical y esqueleto capital que nos une diariamente a nuestra rutina. Acostumbramos sentarnos cómodamente y mirar el absurdo paisaje: luz-oscuridad, luz-oscuridad como telón de fondo de nuestros más automáticos pensamientos. El Metro, curiosamente, siempre está limpio, ordenado, y la gente suele ser más amable que en la superficie, más protocolar diría yo. Sumémosle a eso esta censura del silencio, que hoy por hoy tiene a todas las pulcras y coloridas estaciones llenas de televisores donde Shakira canta luego de la declaración de último minuto de Lagos Weber, o donde un video clip de The Queen puede verse transmutado por un periodista de apellido agringado que come como bestia en alguna parrillada céntrica siempre “muy recomendable”.
Y si bien el metro no acostumbra protagonizar polémicas, todos sabemos que entre esos pasillos y vagones, ocurre un mundo paralelo, el underground de los topos: donde los animales domésticos de la urbe transitan por las venas de una capital siempre innentendible para los chilenos de regiones, posiblemente por la hiper-señalización o por la dictadura del silencio-topo.
Aventuras juveniles Una vez me lo contaron y era tal como la película de Tom Cruise. Pero honestamente no creo que haya sido la única vez que una pareja utiliza las modernas instalaciones del metro, para cometer sus actos impúdicos. “Y el vagón esta vacío...tenía que hacerla” confiesa N.N. en su testimonio con peluca y voz distorsionada incluida. Todo ocurrió en la estación de metro Las Rejas. Todo el público transeúnte baja del carro antiguo, de esos separados por puertas de carro a otro. Era domingo y aún temprano para los chilenos comunes (11:30am). Sonó el pitido. Se cerraron las puertas. Avanzó el metro. De pronto entre una estación y otra, se detiene el movimiento del metro. Y como la mente fue más rápida que el altavoz “Nos detendremos algunos minutos”, en un rincón, cerca de los asientos, N.N. abre el cierre y se levanta la falda. Todo, concluye en lo que sería una experiencia urbana, lo más placentera y exhibicionista en la vida de un joven. De película.
Balacera Western Esto no le pasó ni a la amiga de un amigo, ni a la Juanita Pérez, sino a esta redactora. Una noche de cine, alguien esperaba por mi en la entrada, y yo -como siempre- estaba justa en la hora. Esta vez, muy desdichadamente, el metro se queda parado. De pronto estallan ruidos: “Disparos”-dice alguien-. Y yo, entre el desconcierto, el surrealismo y mi preocupación por llegar a tiempo, trataba de comprobar que era lo que estaba ocurriendo. Lamentablemente en un país de copuchentos no todos nos enteramos por primera fuente. Así que llegué a mi destino y ahí estaba mi acompañante, le conté el lío y claro la situación es poco creíble. Sin embargo el mismo confirmó el suceso cuando leyó en el diario –justo en la parte de las noticias menos leídas y en un párrafo de 500 caracteres-. Fue la balacera en las oficinas de Chilectra en el Metro Universidad de Chile ocurrido el 24 de octubre del 2006.
Trágame Tierra En su construcción, la línea 4 del Metro, debió sortear las complicaciones propias de estar rodeada por cursos de agua provenientes de napas subterráneas. Por el extremo norte, estaba flanqueada por el Canal San Carlos. En el extremo sur, en tanto, por cursos alternativos del Río Maipo. Costó vencer a la naturaleza. Incluso hubo socavones. Sin embargo, por más impermeabilizante que pudiera aplicarse, por más intentos por canalizar esta agua salvajes, hasta el día de hoy, es frecuente ver la rebeldía de los cursos, manifestada en un balde puesto en la mitad del andén este de la estación Plaza de Puente Alto, recogiendo la gotera que cae del primer nivel subterráneo. Del mismo modo, quien viaje por las estaciones Francisco Bilbao, Príncipe de Gales y Simón Bolívar, verá cómo los azulejos y revestimientos se encuentran humedecidos, corroídos e inclusive con pequeñas colonias de alegres hongos amarillos. ¿Alguien le ha preguntado a los ingenieros del Metro si como consecuencia de un deshielo importante o por culpa de temporales sucesivos, los cimientos de estas estaciones pueden estar en riesgo de colapsar?. Luego tendremos que ver en la tele un Buscando a Nemo sub-urbano.
El boletero me da boleta Esta le ocurrió a la amiga de un amigo. Por varias semanas, un joven boletero llenaba de miradas, sonrisas, cuchuflíes y dulces varios a la muchacha en cuestión; hasta que en un momento la chica escuchó al boletero llamarla por su nombre de pila. El sujeto había memorizado todos sus datos en los dos segundos que dura expuesto el pase escolar frente a la ventanilla. La chica sintió miedo. En los siguientes días, ella continuó recurriendo a sus servicios, hasta que un día, en hora punta, decidió irse a otra ventanilla con menos fila, dejando con ello a un boletero desesperado. Con su boleto en mano, la chica se dirigió hacia el torniquete, cuando justo un guardia de amarillo recibió un grito de atención del boletero. Al tiempo que la chica pasa el molino de acero, el guardia corre hacia ella con algo entre las manos. “Te lo manda él”, dice el hombre de amarillo apuntando hacia la boletería. Ante los ojos de la multitud —y de sus compañeros de universidad, entre ellos mi amigo—, recibe el encargo. Como sabían de las intenciones del boletero, los compañeros de la chica se reventaban de risa. Sin embargo, ella bajó las escaleras avergonzada, rápidamente y sin voltear la mirada mientras descubría el presente. Se trataba de una boleta de recarga Multivía, la cual llevaba escrita una extrañísima declaración de amor. Datos personales de ambos, fechas, acontecimientos e invitaciones se leían en un papel de 5 x 10 centímetros. Toda una proyección de vida proveniente de un pequeño cubo. Por las semanas siguientes, la estación Universidad Católica pasó a estar clausurada por filtraciones y la muchacha debió comenzar su trayecto cuatro cuadras hacia la costa, en la otra estación.
El meón de Baquedano Todos los que viajamos en metro hemos tenido necesidades biológicas que aguantar. Pero cuando somos jóvenes y ebrios tenemos necesidades bio-ilógicas. Esto le ocurrió a una persona que venía del típico carrete vespertino. La chela es considerada por todos, un componente diurético de uso efectivo y casi inmediato. Yo estaba lúcido. Nos íbamos a juntar, con un amigo, en Baquedano para ir a un carrete. Llegó mi amigo “excedido de copas”, con insoportables ganas de orinar, pero ya era demasiado tarde para subir en busca de un baño. “Se puso a mear cerca de las sillas...había poca gente”. Pero como siempre nadie dijo, ni hizo nada. Como suele suceder en el metro.
Una escalera larga y otra bajita y arriba y arriba. Desde que la línea 4 entró en funcionamiento, la afluencia de público transeúnte ha aumentado impresionantemente. Y ahora con el Transantiago el asunto se pondrá peor. Bien lo saben los oficinistas que el día 17 de Enero del presente, sacaron curso de Equilibrista todo gracias a la escalera mecánica de la estación Tobalaba, la estación que hace combinación entre la línea proveniente de puente alto y que los une con el esqueleto rojo de santiago. Cuenta las viejas moreteadas que mientras posaban sus manos sobre la cinta engomada de la escalera, el peldaño comenzó a tiritar. Dos segundos después, la cinta metálica se convertía en un tagadá horizontal donde obreros, oficinistas, viejitas madrugadoras y jóvenes laboriosos debían aferrarse al de adelante o al del lado, tratando de conseguir el equilibrio antes de llegar al piso superior. Como el silencio es ley en nuestra sub-terra, cuando subió ningún avispón de seguridad nada. Las abuelas moreteadas cucharón un par de segundos. Hoy por hoy hasta las escaleras tienen vida propia.
¿De Dónde es él? ¿En que lugar se enamoró de ti? Cuando se conocieron, ella lo pisoteó. De casualidad y por torpeza, pero lo pisoteó. Hicieron el recorrido desde Tobalaba hasta Cal y Canto juntos, incluso en la combinación de los Heroes. Se Bajaron en la Estación Cultural Mapocho y subieron mirando disimuladamente hacia el lado. Ambos doblaron la esquina de Balmaceda y entraron al edificio que da talleres artísticos de tal nombre. Meses después ambos figuraban pololeándo en los vagones de metro, tomados de la mano y languetiándose los mentones en cada túnel. Ella, prima de la redactora, terminó con él en el metro. Pero no dentro del metro, sino que en la boletería. “Era penca terminar con el, justo donde nos habíamos conocido. Así que la hice corta y le dije que me tenía asfixiada. Terminamos en Boletería. Obvio, me fui a mi U sola, un poco triste, pero sola”.
Cementerio Maldito Las abuelas de mi antiguo barrio, para tiempos de Dictadura, solían juntarse en una casa y escuchar la radio o prender la televisión en blanco y negro para ver que cosas “podían ver”. En una de esas reuniones mi abuela escuchó la historia de “qué es lo que había en las fosas” de las estaciones del Metro. En ese entonces la estación Los Heroes no estaba construida, pero si existían los hoyos, que se tapaban frecuentemente con sacos con materiales “desconocidos”. Los encargados de llevarlos y taparlos eran personeros del gobierno de Pinochet, quienes no encontraban nada mejor que tapar las instalaciones de nuestro metro, con nuestros muertos. Posiblemente muchos de los obreros de la muerte guardaron el secreto con los obreros del metro. Pero, lo que si es cierto, es que ya no hay secreto que sorprenda a Santiago.
Si Ud. señor, tata, lolo, y wachperri-lector tiene otra Historia de Metro, cuéntenosla aquí abajo. El Metro de Santiago le agradece su Preferencia. Estamos trabajando por usted. Ding Ding.

Febrero 2007, en Indie.cl

Chicos Artesas.-

Chicos Artesas
Por Andrea Ocampo y Bruno Córdova


Artesa: apócope de la palabra "artesanal". Dícese del vocablo que se aplica a quienes compran o fabrican artesanías en lugar de la producción plástica y serial. Estos individuos, al ser sus textiles favoritos a base de lana, frecuentemente son denominados "lanas".
Esta tendencia surge a finales de los '60 como una adaptación nacional de la estética del hippismo, movimiento anti-establishment surgido en Estados Unidos, y de las ideas políticas del movimiento del mayo francés.
En sus inicios tomaron de la estética hippie la vestimenta desastrada de raíces étnicas; por lo que si en Estados Unidos, los hippies se remitían a los indios norteamericanos, en Chile, "el lana" se adaptó a los distintos matices del indigenismo latinoamericano, el cual se advierte en los motivos de las diversas manufacturas textiles que el "artesa" poseía. No es raro confundir a un "lana" con un chilote.
El "lana-chilensis", por otra parte, hará del mayo francés su manifiesto político. Este último movimiento surgió como consecuencia de una huelga nacional organizada por la izquierda gala y que comenzó en el año 1968 en París, sacudiendo a la "vieja sociedad" en aspectos como los métodos educativos (Escuela de Sumerhill) y la libertad sexual ("haz el amor y no la guerra").
Las frases características de la protesta francesa como "la estructura está podrida", "el patrón te necesita, tú no necesitas al patrón" o "no vamos a pedir nada: ocuparemos, tomaremos" fueron los gritos que la juventud chilena adoptó rápidamente y que intentó llevar a cabo como medidas de Estado durante el gobierno de Salvador Allende. Gobierno que se caracterizó por la gran cantidad de personas menores de 30 años que poseían cargos en el Gobierno.
La música del "artesa" se verá dividida por sus dos ramas originarias: en una mano, encontramos la extensión del etnicismo que proclamaban los hippies en el canto nuevo, en donde los músicos revisitan el indigenismo latinoamericano (bandas como Inti Illimani y Quilapayún) y en la otra mano, tenemos la canción de protesta en la trova -mucho más ideológico que el canto nuevo-, de la cual sobresaldrá el cubano Silvio Rodríguez.
Todos estos íconos habrán desaparecido en cuanto llega el Golpe de Estado, obligando a muchos de estos hombres y mujeres a vivir en la clandestinidad o haciéndolos partir a exilios en países en donde, muchas veces, no conocían el idioma.
Hechos como el retorno de algunos de estos exiliados, las primeras protestas nacionales y la rearticulación de los partidos proscritos luego de muchas dificultades, permitieron la actualización del ser "artesa", a partir de los actos contraculturales (muchas veces clandestinos) donde se organizaba la veta artística de la protesta contra la dictadura de Augusto Pinochet. Retornaron las lanas, la trova y el canto nuevo.
El regreso a la democracia aburguesó a muchos de estos próceres del mundo "lana", haciéndolos parte de la estructura contra la cual tanto protestaban en los años iniciales del movimiento, guardándose asientos en los gobiernos de la Concertación. Otros tantos, los marginados de estos nuevos poderosos, han continuado la cultura "lana" hasta nuestros días y muchos jóvenes se han sentido llamados por el clamor de una contracultura iniciada hace 35 años y se han vuelto en continuadores de la pasión revolucionaria.
Como es obvio, los tiempos han cambiado para los "artesas" del siglo XXI. Las cosas aún conservan ese romanticismo germinal, incidiendo en la perenne predilección musical por el ya citado Silvio Rodríguez, en el éxito de las bandas andinas y en una juventud continuadora de las ideas del movimiento de mayo, a pesar de que la caída del Muro de Berlín y el final de la Guerra Fría hayan matado mucho de las justificaciones de un "artesa".
Manual para identificar a un neo-artesa - Gusta de la lana adornada con características altiplánicas como elemento textil, sea en chales, morrales, ponchos o chalecos. El etnicismo se ve reflejado en el "neoartesa" en el uso de pañoletas árabes (muy latinoamericanas, por cierto) o en objetos que aludan a la marihuana, Bob Marley y el reggae, como cueritos, pulseras, piojos de cerámica, hojas secas con ganchitos, y cocos colgados en diversos orificios del cuerpo.
- Se sienten herederos del legado del hippismo y saludan con un tono relajado "hola hermano" con el tono de aquel enfermo de cáncer terminal que terminará en una exhalación casi filosófica, casi mahometana. Se sienten herederos del mayo francés y aún piden "soñar lo imposible".
- Simpatizan o militan en la Jota (es decir, las Juventudes Comunistas) o forman parte de algún colectivo de izquierda. Esto implica que chapitas, tatuajes, banderas y poleras con el rostro del "Ché" Guevara sean el símbolo del legado histórico que, hoy por hoy, se mimetiza con un par de zapatillas Converse destartaladas y ojalá con las suelas rotas. Mismo fenómeno que se ve con respecto al odio que manifiestan contra las empresas transnacionales, como McDonalds, por lo que frecuentan la hamburguesa de soya, la manzana, el pan con mantequilla, aunque al momento de preguntarle por el combo tres del McDonalds, más de uno te recomienda el número dos.
- Si van en la enseñanza media de un colegio fiscal, son humanistas y escriben ensayos antisistema, así como poesía política. En la universidad siguen carreras como filosofía, pedagogía o cualquier otra que les permita pensar en cambiar al mundo. Son los primeros en hacer paro o tomarse la universidad, en abrir la caja de vino Santa Elena, en convocar a reuniones de centro de alumnos, en dar la primera piteada, y en convocar a manifestaciones políticas.
- El IPod no está en su vocabulario. Ellos aún conservan los viejos cassettes de sus padres. No se pierden ningún recital de Inti-Illimani, Quilapayún, Silvio Rodríguez, Pablo Milanes o Los Jaivas. El grupo más actual que escuchan es Los Bunkers.
- Su trago favorito es el vino en su variante navegado. Asimismo, ir a la feria artesanal del cerro Santa Lucía es uno de sus mejores panoramas. En el verano se les puede ver en la playa alrededor de una fogata donde, claro está, el tipo mas cool será quien rasguee a la perfección el "Rasguña las Piedras" de Sui Generis.
- Con respecto a su ámbito social, son fieles candidatos a que la chica idealista que nunca se asume soñadora, y que chico sensible sometido por su padre se enamoren de ellos. Y claramente siempre tendrán "buena onda" de los tíos curagüillas, con los familiares del sur, y de tus amigos (no hippies) que pasan el verano excursionando a dedo por Chiloé, pero que tienen en común el ser caídos al litro y al papelillo. Total, para ellos todo se basa en la Igualdad, la Libertad y en "la Fraternidad po'h hermanu".

2005, en Indie.cl

Los Guachacas.-

[ Pic: Guachacas ]
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Los Guachacas
Por Andrea Ocampo y Bruno Córdova.

El guachaca es nuestro querido “hueón curao”, una criatura tan camaleónica como indefinible, porque bajo los efectos del tintolio, es imposible que pueda auto-definirse. De hecho, desde la página oficial del grupo se indica que “todos quieren explicaciones, todos buscan definiciones, todos nos presionan por conceptualizaciones arcaicas”, pero ellos no las tienen. A pesar de lo anterior, los guachacas proclaman valores patriotas y cristianos (como la humildad y la sencillez), codéandose con el republicanismo de la Revolución Francesa (libertad, igualdad, fraternidad), el aprecio de la vida bohemia, la lucha contra la cultura cuica y el amor al prójimo, al sociate, al compipa.
El “ser guachaca” se rotula hace siete años atrás, cuando Dióscoro Rojas y Raúl Porto (el guaripola) tienen la idea de crear una reunión cultural, donde se celebrara la chilenidad fuera de las Fiestas Patrias, con cuecas-choras acompañadas de comidas y tragos criollos. En cuanto supieron de aquel proyecto, Roberto Parra y el grupo Los Tres decidieron sumarse entusiastas. Luego se les unirían figuras como Mauricio Redolés y aún más miembros de la familia Parra.
Rojas y Purto, actualmente están abocados a “El Guachaca”, publicación mensual que debutó el mes pasado, cuyos redactores tienen el mismo olor de la extinta bohemia radical (que ya conocíamos en el fenecido semanario “La Firme”, propiedad de Mario Gómez López) y el mismo trato coloquial para con el lector de los años iniciales de La Cuarta —antes de que se volviera farandulera y cuando las portadas del tío Diozel eran el chiste de la semana—.
A partir de lo escrito en “El Guachaca” se puede inferir que estos son los viejos simpáticos, picados de la araña, caídos al litro, que gustan de la vida relajada y prefieren el vino bigoteado, antes que el vino con apellido. Su centro de reuniones es La Piojera (declarados por ellos como “el monumento de los sentimientos de la nación”) y sus ídolos van desde los vástagos de los hermanos Parra hasta el cantautor de la micro que se rasguea una de esas canciones “deaverdá”: las de antaño. De cuando en cuando homenajean a la Violeta y al tío Roberto. Y su show artístico inmortal es “La Negra Ester”, y claro, más de alguno la debe tener grabada en VHS de la vez que fue transmitida por el canal 13.
Los guachacas prefieren los restoranes que se semejen lo más posibles a la higiene y atención de los kioscos y los carritos, lugares donde se funden el aroma del vinagre y la grasa hirviendo de la plancha caliente (fortísimo olor que impregna tanto a parroquianos como a quienes se paseen rápidamente por esos locales). Es allí donde un guachaca está cómodo. No tiene que guardar esa compostura o diplomacia tan cuica. Prefiere estar donde se vendan churrascos, huevos duros, pernil con ají, y ojalá la cebollita en escabeche. En su versión porteña, el manjar de los manjares es la chorrillana. Por tanto, el guachaca no tiene ninguna onda con Isidora Goyenechea (“¿quién será esa iñora?”), y por mucho que, de cuando en cuando, tengan el presupuesto para pegarse una vueltecita por allá, prefieren hacer un picnique y ofrecer una parrillada para quince sociates (en ellos se inspiraron para el dicho “dura menos que parrillada para quince”).
Por otra parte, esta es una de las pocas tribus urbanas senior. Aquí toda persona puede participar y su condición es que ésta sea enchapada en la antigua. Esa es su condición y su orgullo, pues tienen ese espíritu de solidaridad colectiva proveniente de la ribera norte del Mapocho, de la calle la Paz, del barrio de la Chimba con sus sucuchos de madera, jarros de vidrios verdes y los clásicos prostíbulos (estilo Tía Carlina). Donde Patronato no es sinónimo de comprar-ropa-barata, sino la calle donde mataron a fulano, o donde se casó perengano.
Ellos no compran compact discs, sino longpléis; todavía desconfían “de la tele-cable” (al menos eso es lo que afirman) y prefieren la hidalga televisión abierta, disfrutando del “Matinal de Chile”, con la Tonkita, quien es su reina 2005.
Su épice es la parranda, la folclórica, la con cuecas, tangos, boleros, milongas, lo que sea: lo suyo son las parrandas. Claro, que parrandas tipo abuelito-dime-tú. Por que sí, cuando decimos que son enchapados a la antigua, es porque son tradicionales, piedras fundacionales, de lo que hoy conocemos por lo “chileno”. El Liguria (¿qué es eso?) no lo cachan, pero el Pollo Caballo, es la picá donde llevan a la familia cuando hay su billetito, o su pololo le hace la gauchá. A continuación, ponga ojo compipa, porque los Guachacas han hecho su test de calidad, de reconocimiento y de pérdida de conocimiento. Si usted ha vivido alguna de estas etapas, de seguro que no “se le va en collera” esto de tener algo guachaca.

Las 19 etapas de la borrachera
(Extraído del sitio guachacas.cl)

ETAPA 1. Copeteo leve acompañado de maní.
ETAPA 2. Copeteo fuerte sin maní
ETAPA 3. Exaltación de la amistad y el parentesco. (Inicio de las primeras frases) 3.1 Mutuas gracias y virtudes 3.2 Yo te quiero como a un hermano (a) 3.3 Antes me caías mal, pero ahora... 3.4 He aprendido a conocerte
ETAPA 4. Cantos alegóricos y bailes regionales 4.1 Fuera inhibiciones 4.2 Himno del Colegio 4.3 “Antes se bailaba, ahora dan puros saltos”
ETAPA 5. La demostración de la verdadera situación entre los sujetos 5.1 "En realidad siempre me gustaste." 5.2 "Es que yo no quiero ser solamente tu amigo/a" 5.3 “Porque no intentamos algo más”
ETAPA 6. Aumento de la temperatura y acoso sexual 6.1 Auto presentación con desconocidos. Saludos a la mesa del lado 6.2 Llamadas reveladoras a los(a) ex: "No puedo dejar de pensar en ti" 6.3 Miradas de odio a quién dejó al amigo(a)
ETAPA 7. Revelación de la verdadera personalidad 7.1 El depresivo 7.2 El gran chamullero 7.3 El simpatías o mil chistes 7.4 El superdotado 7.5 El gran viajero y políglota
ETAPA 8. Degradación del idioma 8.1 Son todos unos chuchas de su madre... 8.2 Puteadas a la Iglesia 8.3 Puteadas al Estado
ETAPA 9. Autosuficiencia moral y económica 9.1 Entiendo todo perfectamente 9.2 Yo pago 9.3 Yo manejo 9.4 Estoy bien
ETAPA 10. Transmisión de la culpabilidad 10.1 Algo le echaron al jugo ese... 10.2 Es el hielo, algo le pusieron 10.3 Es que al almuerzo solo me comí un pan
ETAPA 11. Repentina pérdida del equilibrio 11.1 Caída libre o resbalones 11.2 Caída del sistema 11.3 Ya está, estoy del orto
ETAPA 12. Destrucción del inmueble 12.1 Pérdida total de la memoria... 12.2 Sentado en el bar con cara de destruido/a 12.3 ¿Quién botó la copa?
ETAPA 13. Difícil desalojo del inmueble 13.1 Yo no me quiero ir del antro... 13.1 ¡Estoy bien! ¡Me tropecé nada más"
ETAPA 14. Devolución del mani 14.1 Abrazo al ídolo de porcelana (inodoro)
ETAPA 15. Haciendo tierra o tirando el ancla
ETAPA 16. Amnesia, perdida de valor moral 16.1 ¿Qué soy novio (a) de quién? 16.2 ¿Qué besé a quién? 16.3 ¿Qué me acosté con quién? 16.4 No me acuerdo de nada...
ETAPA 17. Recuento de los daños17.1 ¿Y mi celular? 17.2 ¿Quién me quemó con un cigarro? 17.3 ¿Y este moretón? 17.4 ¿Las llaves?
ETAPA 18. Compromisos posteriores 18.1 No tomo más.
ETAPA 19. Nuevos Compromisos 19.1 ¡Alo! ¿Cuándo? ¿Mañana? A las 21 horas ¿dónde?
2006, en Indie.cl

Legalmente Jote.-

Legalmente Jote
Por Ameba y Andrea Ocampo.

Porque va más allá del simple “¡mija rica!” callejero, nos detenemos esta vez en el joteo profesional, en una actividad que se constituye como una de las tribus urbanas más grandes, acalladas y comúnmente aceptadas.
El jote es casi una institución, es una tradición que viene de tiempos de la caverna, de cuando el arte de seducir a una mujer consistía en un seco golpe, en un garrotazo. Y es que el golpe va más allá de la caricatura, pues todo jote desea golpear a la chica pretendida, en cierta forma, esa es la gracia del galanteo pasional. El golpe entendido como el impacto hormonal, precedido del visual.
Ya en la edad media el caballero andante era el personaje de toda la narrativa y esto lo hacía ser el objeto de deseo de la doncella, por ende, tenía fácil el acceso a los “servicios” femeninos. Ya en el renacimiento y la modernidad, la mentalidad iluminada, nos trae como icono al genio de potente raciocinio, que gracias a su gran discurso de la Naturaleza Humana ganaba mujeres, que se le daban en toda su natural humanidad. Ejemplo notable de aquello es el filósofo Jean Jacques Rousseau, quién por cada concepto político inventado se agarraba a una ciudadana. Pero, si ahora pasamos a la literatura de nuestra época, nos encontramos con grandes figuras como Octavio Paz, Gabriel García Márquez, Pablo Neruda, y un contundente etecé. Y si nos vamos por el lado de figuras de la música, se nos abre el gran potpurrí de variables, porque aquí no es necesario que el jote sea una gran figura. Con la cultura de la ciudad, con la centralización el poder y la división -y ascensor- de clases sociales, la actitud jote se devela como una cuestión de Estrategia y Actitud. El jote actual, entonces, es el que apela a su visualidad, a la capacidad de llamar la atención, retener y dejar.
A nivel básico podemos decir que el término "Jote" se desprende de la jerga juvenil, para denominar a un sujeto carente de mujer que, a través de insinuaciones de connotación sexual, procede a encantar a féminas desprotegidas, y así llevar a cabo relaciones pasajeras, hedonistas, sin temor de enamorarse, y por ende, sin compromiso.
A pesar que el “ejercicio” de jotear se practica masivamente entre los hombres, no se descarta que en los nuevos tiempos el sexo opuesto se comporte igual de osado. Ahora, al momento de preguntar por esta exageración de la coquetería, la mayoría de las mujeres no reconoce haber joteado, y los hombres se desentienden apresuradamente del tema, aludiendo a sus amistades. Y hay que reconocer que en eso los hombres tienen magíster, ya que todo jote debe desconocerse jote, pues ésa es –exactamente- su condición. Y aunque a veces, se desvirtúe el significado, al ser válido también para aquellas personas obsesivas y hostigosas que buscan algún beneficio personal, el término joteo está ya encarnado por nuestro léxico, y sabemos intuitivamente reconocer su buen o mal uso.
Existe una variada fauna de este tipo de especimenes, y su clasificación es acorde a la edad. Se puede concluir, entonces, tres tipos de prometedores amantes lujuriosos.
En la cuna del joteo encontramos al galancillo escolar, que no trasciende más allá de los doce años. Siempre tiene un sequito de lolitas aturdidas, atraídas solamente por su belleza física en bruto, simpatía, habilidad deportiva y/o actitud irreverente. Generalmente es un joven que sigue los estereotipos televisivos, de procedencia yanqui. Sin embargo, pierde todo el encanto al momento de hablar: su inmadurez lo hace parecer agresivo; con el tiempo pierde su magia por recurrir frecuentemente a los clichés del ramo de flores, bombones y el peluche. Puede ser odiado o amado, y si ocurre lo segundo, lo será hasta llegar a los efectos de la pubertad, pues allí se presenta el cambio en la voz, la definición de rasgos más duros en la cara, y obviamente el –temido- acné.
En segundo nivel tenemos al lolo-jote-post-púber que se inicia en la universidad. Con el tiempo, éste galán adquiere estrategias infalibles para conquistar, su cerebro ya comprende mejor las técnicas sexistas publicitarias (el comercial de Axe, y de Sprite, el de Pepsondent, y el largo etc.) que no se remiten a la mera venta de producto, sino que también al ideario colectivo de seducción. Se convierte así, para sus amigos, en un macho alfa y sus convicciones de hembra ideal tienen que ver, por supuesto, con las bondades fisiológicas que cada una tiene, es decir, el escote desbordante, la cintura pronunciada y un buen trasero que haga que cada una de sus noches, se traduzcan en una auto-promesa de apareamiento. Su actitud ya se ha liberado del cartuchismo colegial: ahora tiende a la promiscuidad.
También es normal que en esta etapa se diferencien -aun más- la clases de jotes: los loosers (ej: chico-que-baila-a-tu-lado-mientras-tu-lo-miras-con-cara-de-“¿quéwea?”), el mentiroso (ej: el-que-tiene-departamento-en-la-nieve, el familiar-de-artista, el virgen-ocasional), el romántico (ej: el “tus ojos brillan como las estrellas del sur”, y el discurso estilo poemario de supertaldo susurrado a la oreja) y el curado (ej: tipo ebrio que sin que sin su copete no dicen ni “mu” y/o la tiran “por talla”).
Ahora el machito en camino de macho es mas cauto en su accionar, prefiere las fiestas o eventos sociales para ejecutar su “deporte favorito”, ya que es la instancia propicia para que puedan mostrar todo su potencial físico y el arte de la “labia”.
Claramente el jote es un ser auto-referente, al límite incluso de tornarse narcisista. Para ejercerlo procede a la mimesis, a la copia de grandes íconos como lo son Álvaro Ballero con su vozarrón y chasquilla bicolore, Pinilla y su actitud de “aquí te las traigo peter en la cancha y en la cama”; y más discretamente está el tipo Benjamín Vicuña, con su cara de niño bien y Gonzalo Valenzuela, con su actitud tosca-sensible-y-“mangueril”.
La actitud ante la vida de un jote es de un aplomo envidiable, puesto que no pierde el tiempo luego de una derrota; inmediatamente retoman la actitud positiva, activando “el buscador” de muchachas guapas, de preferencia solitarias, a quienes invitarán a un trago, a una fugaz conversación, baile, y luego… quien sabe. Los lugares de encuentro son discoteques o pubs donde sea posible bailar el tipo de música sensual, dícese del actual reggaetón y de su “esta noche vamos a hacer el amor bailando”, que es más que una consigna para el Jote-sabrosón-manis-largas-que-canta-en-la-oreja (en el mejor de los casos es sólo canto).
Claramente el jote tiene la variante Jote-Hi-Tech. Este es el chico que utiliza los medios de comunicación como lo es el popular MSN. ¿A quién no la(o) ha agregado alguien que luego te dice que tu “te agregaste sola(o)”?. Frecuentemente recurre a los iconos, a la foto de chico rockero, la caritas felices, el (H), y tantos otros .gif con movimiento; el nick es también importante, porque si desea enganchar a una niña menor que él, basta con una carita y una (f); ahora si desea a una más hardcore necesita una frase depresiva escrita aSi, con estrellitas y una cara de pena. Pero si el jote es más serio sólo ocupará su nombre, para así mantener el misterio de su estado anímico, y es que esa es la apuesta: el misterio. La escena Hi-Tech es amplia, porque lo mismo se repite en la virtualidad de internet: blogs, fotologs, flickrs, foros y chats.
Finalmente nos encontramos con los Jotes-Seniors: se dice del sujeto que comienza su margen de edad desde cuarenta años hacia arriba (literalmente hacia las nubes). Los seniors no tienen límites, pues lo suyo -a esas alturas de la vida- ya les va en la sangre. Bien dicen que más sabe el diablo, por viejo que “por ser como es”, y esto lo sabe bien tanto el jote gardeliano como el viejo verde. Estos son dos especimenes radicalmente distintos, que comparten el estar en vías de extinción.
El primero prefiere a señoras maduras y utiliza los clásicos bailables para encantar; el tango siempre es buena alternativa, mucho mejor si es acompañado de una charla que abarque diversos ámbitos de la contingencia, en los que se pueda demostrar mucha seguridad, serenidad y comprensión. El jote gardeliano siempre estará preocupado de su higiene y de buen aroma, ya que debido a la apariencia desmejorada prefiere engalanar “la pinta”. Es usual encontrarlo con pañuelos de colores ya sea en el bolsillo de la chaqueta o del cuello (en el caso de que aún lo conserve). El ícono chileno es una mezcla entre Fernando Kliché y Luis Dimas, algo así como un George Clooney –bien- venido a menos. Al contrario de los anteriores jotes, éste jote actúa solo, por lo tanto, sus triunfos tienen relación directa con sus egos personales.
El tipo jote-viejo-verde es una deformidad que se arrastra ancestralmente. En tiempos de nuestros abuelos era común la unión de un cincuentón y una niña de quince. Ahora, con la definición de cada etapa de la vida según la psicología, con los avances en la investigación médica y el alargue del promedio de vida de un hombre, este tipo de vínculos pasa más por una cuestión de perversión que de tradición. Por consecuencia, este tipo de galanes sólo se remite mayoritariamente al comentario y al piropo callejero; en peores casos esto desemboca en una intimidación física hacia la chica, que pocas veces terminan bien. A veces, el espíritu del viejo-verde emerge desde la juventud, y contempla la degradación progresiva del piropo, del vocabulario, de los temas de conversación y de los chistes. Claramente éste es el jote más repudiado y obvio de todos, ya que es el sujeto de la carencia absoluta: del que no aguanta unas piernas depiladas -en silencio-, un botón a medio abrochar y una camisa que se marque -sin agarrar algo-. Y es que si ya los jotes se pasan, estos últimos a la mayoría nos superan.
Podemos decir, entonces, que el efecto jote está fuertemente hundido en todo lo que tiene que ver con la sobre-valoración del cuerpo femenino, en la espectacularización de la sociedad y en los rituales ancestrales de sublimación de deseo. El jote es eso: el deseo mal sublimado, el espacio que la sociedad concede como libertad, como huida de la realidad, siendo que no es otra cosa que una disposición internamente configurada por la cultura y su mecánica del consumo. Por tanto, la cultura a la que pertenece el jote es la de herencia cristiana que trata a los cuerpos como cuerpos sucios y pecadores. Y es justamente aquí donde se cumple la profecía del jote como un “viejo-diablo”.

2006, en Indie.cl

Los Mechones.-

Pic: [ CAI Puc ]

Los mechones

Por Andrea Ocampo y Bruno Córdova.

Dentro de nuestro almanaque de tribus urbanas existen grupos cuya duración no es permanente en el tiempo, sino que se reduce a breves lapsos discontinuos, cuyos espaciados florecimientos son prolongados dependiendo de los periodos estudiantiles. Entre esas tribus urbanas tenemos a los chicos playeros (ver artículo anterior), a los peregrinos devotos, a los candidatos a diversos cargos de representación popular, a los dieciocheros y a los astrónomos de medio pelo (abundantes cada vez que hay eclipse de sol).
Dentro de éstos se encuentran también los mechones, término con el que son conocidos los jóvenes que cada año entran al primer año de sus carreras universitarias. El mechón es un muchacho cuya primera sensación –propiamente universitaria- es el aturdimiento con la enorme cantidad de secretarías adjuntas, profesores asistentes, sub-departamentos y reparticiones varias con prefijos como “vice”, “sub” y “asistente”. El primer día, luego de no haber dormido ni un minuto en la noche, se pierden al llegar a la U y entran a salas donde son celados atentamente por sus potenciales torturadores. En ellas esperan a profesores que nunca llegan. Creen que dentro de esas salas estarán seguros, pero no; una decena de quienes comparten su sala no son compañeros suyos: empieza la cacería.
Los mechones pueden reaccionar de dos maneras: las víctimas que aceptan la sumisión con una disposición gandhiana y las víctimas-víctimas (que se sienten como tales). Éstos últimos son los que no dejarán de buscar la instancia de huir de lo que llaman un “vejamen a su dignidad”. De los primeros se puede decir que padecen el Síndrome de Estocolmo (la victima justifica a su victimario) desde antes de los ataques que recibirán. Justifican las cabezas de pescado, la pintura, los huevos podridos, los rayados en su frente, la harina y la cera Bravo. Encuentran taquilla que les tajeen los pantalones y los hagan machetear en lugares fetiche como el Paseo Ahumada, la Estación Central y la Plaza Ñuñoa. Están con la absoluta disposición a ser escoria si eso implica sentirse aceptados por la colectividad. Los mismos que en el año -tipo Septiembre- estarán preparando la organización de cómo jugarán su rol de torturadores con los novatos del año siguiente. Por lo que todo espíritu de pertenencia debe pasar por este alto, por este trámite que le da -a la victima- la posibilidad y la oportunidad de volverse su contrario.
Entre los segundos, por su parte, se encuentran religiosos ultramontanos, antibélicos de distinta ralea y machazos de luchas “Vale Todo”. Cada uno tiene motivos para decirle que NO a lo que consideran “una pendejería aborrecible”. En el caso de los religiosos ultramontanos, sacan argumentos de las mejores prédicas de sus ministros, los que declaman enfervorizados con ojos desorbitados; los antibélicos acusan la inconsecuencia de sus compañeros con frases como “torturadores culiaos… ¡Y con esa cara protestan contra Pinocho el 11 de septiembre!” y los machazos ofrecen combos contra cualquiera que se atreva a atacarlo. Mientras los dos primeros están ya corriendo con zapatillas aladas dos kilómetros fuera del campus, el machazo habrá recibido patadas de 10 futuros compañeros, el peor olor de toda la tropa de mechoneados y algo “entrete” que contarle a su nietos.
Resulta paradojal que las facultades de estirpe izquierdista (USACH, UTEM, UMCE) sean las que tienen los alumnos torturadores más avezados y ansiosos de ver caer a sus víctimas novatas entre las fuentes de pestilencias y mugres varias, como si todo el discurso que hicieran cada día del joven combatiente o cada once de septiembre se fuera durante una semana al mismo carajo. Lo que implica, al mismo tiempo, que el concepto de comunidad implica una comunión implícita con la venganza.
Cada generación espera a la siguiente para vengarse de la anterior, constituyéndose así en un movimiento derivado, chueco, casi abstracto y, por tanto, en un nuevo lenguaje corporal, que implica sensaciones, imágenes y olores como signos de común-unión. Así los nuevos tienen los mismos rostros de los alumnos antiguos, y las maquiavélicas imágenes que pasan por la cabeza de los de segundo año, no son más que una mezcla de fantasmagorías oníricas y las mejores revistas de historietas.
Comunidad universitaria luego, que es equidistante de la necesidad de identificarse, por lo que todo mechoneo implica cierta formalización de un “yo”. El chico que es mechoneado lo es, en igual medida, que el del lado, que su compañero de banca y que la chica de atrás. Esto implica que es igual de mechoneado que el de segundo y, por lo tanto igual que del resto de la Universidad. Entonces el nuevo traje universitario ya consta de jumpers, ni camisas, ni cotonas; ahora los tajos, la harina pegada, las challas y el mal olor son un signo de bienvenida y de igualdad. En cierta medida la libertad y la fraternidad están intrínsicamente presentes, pero sólo en potencia, lo que implica una futura demostración de afecto, de aceptación y de respeto. Pero estos ideales de la Revolución Francesa sólo son una posibilidad, más no la condición de que un mechoneo se lleva a cabo. Las evidencias son obvias.
Posiblemente existan algunos que maltraten con mayor interés a tal o cual tipo, y de eso dependerá no sólo el aspecto físico, ni la procedencia, sino también una especie de retro-proyección; ya que -de alguna u otra forma- este afán identitario esconde la posibilidad de descargar la líbido -que el verano no sacó- y de todas esas trancas que la vida –universitaria o no- marca en el inconsciente juvenil.
Entonces, y lejos de sorpresa y coincidencia, notamos que el chico -que se pasó un año entero marcando con lápiz grafito una celdilla- encuentre por premio tamaño recibimiento. Sumémosle a eso unas promesas de próspero futuro económico, de desarrollo individual, de romances varios, de grandes farras y de la libertad tan ansiada de todo colegial. Obtenemos finalmente la concepción del mechoneo como el encapsulamiento de todo lo que vendrá después, de una bienvenida al mundo que nunca viene bien y del que –por consecuencia- nunca jamás se sale bien parado. Mechoneo entonces como promesa y como terapia a pildoritas de las sorpresas no-sorprendentes y de los malos ratos que el futuro estudiante universitario (chileno) tendrá que sobrellevar pasar para conseguirse la “gamba y media” que se necesita para poder caminar sólo y bien.
Marzo 2006, Indie.cl

Las Susanitas.-


Las Susanitas

Por Andrea Ocampo y Bruno Córdova
A pesar de que vivimos en una sociedad que se ufana por la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, que el gabinete paritario de la Presidenta Michelle Bachelet tiene gran cantidad de mujeres ejerciendo el poder ejecutivo y legislativo, y que reconoce a la mujer como la fuerza de trabajo más productiva del país, aún persisten aquellas que se consagran –exclusivamente— a los quehaceres domésticos y a la moda.

Dentro de dicho grupo, hay quienes devinieron amas de casa porque no les quedaba otra; sin embargo, hay otras que hicieron de los asuntos domésticos una profesión de tiempo completo, para la cual se prepararon desde pequeñas: las Susanitas.

Su denominación proviene de las características de la amiga de Mafalda (la famosa tira del argentino Joaquín Lavado, Quino), cuyo plan de vida era crecer para casarse con un hombre atractivo y millonario, a quien darle muchos hijos a los cuales criaría devotamente. Pero la vida de una Susanita no gira sólo en torno a las situaciones familiares, sino que también frecuenta agrupaciones —del corte centro de madres—, en donde discuten sobre las vicisitudes de la vida indoor como las recetas de cocina, las panaderías donde se hacen los pasteles más ricos, la efectividad de la línea Fuzol o el hecho de si es pecado o no el uso de tampones.


Susanitas cuicas y conservadoras

En el caso de las Susanitas ABC1, muchas de ellas aprendieron el arte de su condición en la prolija educación de colegios de monjas. El ramo de “técnicas manuales” era útil para el dominio de la lana — futuros chalecos, mantas y rebosos para los hijos pequeños o, guantes y bufandas para el orondo esposo— y para aprender aquello que nunca harían: limpiar baños, lavar ropa a mano y cocinar cazuela. El ramo de “economía doméstica”, en cambio, era el reservorio de consejos acerca de los múltiples usos del vinagre y de los sustitutos baratos de cualquier cosa. En definitiva muchas aprendían desde pre—púberes a desempeñarse como esposa.

La mujer esposa, ahora ha sido sustituida por la mujer secretaria, un ejemplo claro es el colegio Villa María, que colindante al Verbo Divino, produce las “mejores secretarias” de los colegios técnicos. Sus amigos del VD las mandan llamar una vez que se hacen cargo de los puestos de papá.

Si una Susanita ABC1 —y conservadora— deseara perfeccionar su formación profesional, puede ahorrarse el hecho de estudiar Trabajo Social en la PUC (carrera que no terminará por embarazarla de un crío de su reciente marido) y entrar a estudiar Hotelería en el Centro Fontanar (propiedad del Opus Dei), carrera de cuatro semestres, en los que aprenderá el arte de ser ama de casa en ramos como “Antropología del Servicio”, “Cocina”, “Pastelería”, “Coctelería”, “Cultura Vinera”, “Control de Gastos” y “Protocolo”. Para cuando termine la carrera, tendrá unos jóvenes 21 años que serán muy bien valorados por el esposo que la compre.
Siguiendo la estrecha senda del Opus Dei, estas Susanitas pueden ir hacia las dependencias de la Universidad de Los Andes a hacer lo mismo que una chica Fontanar, pero con título universitario. La carrera se llama “Administración de Servicios”, la cual, con ramos muy parecidos al Fontanar, propondrá reparar en problemas con respectos a las finanzas y los costos… Tal vez por ser una universidad, estas Susanitas saldrán más cultas que las de Fontanar y sabrán comprender mejor el estrés de su futuro marido empresario.

El ejemplo más famoso de este tipo de Susanitas es María Estela León, la esposa del ex candidato presidencial de la derecha. Una mujer de amplia sonrisa, de amplia familia, de amplios valores, de amplios horizontes y de amplia dependencia existencial. (Mal que mal, ¿quién es Maria Estela más que la esposa de, la hija de y la mamá de alguien?)


Susanitas arribistas

Esta estirpe de Susanitas que no se crió bajo el alero de la santidad de la pastoral juvenil de la parroquia, sino en resentimientos sociales que las obligaron a teñirse rubias y dominar la sacada de cejas desde el momento que empezaron a comprarse solas las pastillas anticonceptivas. Las Susanitas arribistas manifiestan de manera más evidente los ideales de la Susanita original: clase media “aspiracional” (el clásico eufemismo de arribista), con los ideales del ama de casa ideal más anclados en un discurso de la boca para afuera, que en una preparación concreta para su vida futura.

Ellas son las que están absolutamente desesperadas por “subir de nivel social”, las que se casan con algún hombre de negocios interesado en una mujer que —a los 17 años— aún se le “refalaba la huinsha de la shala”. Este rasgo arribista no es propio de la mujer, sino que —últimamente— se ha puesto de moda en el sexo masculino. Los Susanitos nacen una vez que la mujer entró y se asentó en el campo laboral, pues cuando ella ha disputado y ganado roles importantes dentro de la economía doméstica –y nacional—, es el hombre-esposo el que ayudará a hacer las tareas, al que lo sacaran a veranear, al que no le quedará otra que acatar.

Los ideales de esta Susanita se emparentan en cierto modo con los que caracterizaban inicialmente a la muñeca Barbie, cuando —antes de que la blonda muñeca hiciera de doctora y astronauta— era solamente el accesorio de Ken. Tan rubia, tan ondulada, tan provocativamente vestida, tan depilada y tan dependiente de su belleza… tantas niñas pidiéndoles a sus padres que compraran el Ken que venía con el auto deportivo (y el auto sólo por la sensación de ver que Barbie podía andar abrazada con su amado en un Lamborghini en los baldosas de la casa). Así aprendieron esas niñas a ser mujeres y vean hoy lo que son: chicas dependientes de una belleza no perenne. Chicas que por ningún motivo son huecas, pues están llenitas de ambiciones, urgencias, metas, modas, de -uno que otro- consejo sexual rescatable y un par de propiedades.


Susanita’s copyright

Para las Susanitas el asunto de la propiedad es crucial. Lejos de saber qué es un contrato social y lo que significa una propiedad privada, el tema del barrio, del colegio, de la universidad, del apellido, pasa a ser el leit motiv de sus vidas. Un proyecto que —fuera de toda superficialidad— entraña una visión cultural acerca de lo que somos. Esconde la necesidad interna de establecer continuidad entre lo que nos han hecho creer que somos y lo que creemos que somos.

Las Susanitas se fundan en la base de una creencia, por eso no es casual que sean ellas las que ponen especial énfasis en el asunto “familiar”, en “los valores morales”, en tratar como “especial” al tío gay y en estimular a los hijos al alpinismo amistoso, pues hacer buenos contactos desde el Kindergarten es algo impagable, un privilegio que otros chicos (de la misma situación económica de su hijo) no tendrán. El valor del contacto es lo que la Susanita guarda como tesoro, si no, no se explican las páginas sociales de las tantas revistas para mujeres.

La Susanita instaura la cosmética de la economía, que lejos del ahorro, se aboca al dejar ver el derroche, ya sea de hijos, de autos, de joyas, de amistades y de nietos. El exceso es el gesto con el que se demuestra “clase”, “alcurnia”, “nivel” y todas esas palabras con el que se levantan el copete antes de salir a tomarse un té y jugar bridge. Es por eso que la vida social tiene el plus de la ganancia, ya que, aparte de poner en ejercicio su teoría sobre un mundo que se divide, en “hijos y padres de…”, adquieren suplementos para su vida ya completamente cristalizada con el matrimonio y la maternidad.

En el Chile espectacular que vivimos —el Chile que vive de la polémica y la escandalización de la vida privada — muchas Susanitas han osado reconocer su rol, adornándolo de sutilezas del tipo “soy madre tiempo completo” o “mi marido y yo somos uno solo”: frasecitas monotemáticas y siúticas que son sacadas de doctísimas inspiraciones como Ricardo Arjona, Paulo Coelho, Raúl Hasbún y magacines que se parezcan a la Vogue.

Mientras que la Susanita conservadora compra para sí la revista Hola —de donde se informa sobre las últimas peripecias de la realeza inglesa y el estado de salud de Rocío Jurado— y para su hija, la revista Glamour; la Susanita arribista le comprará a su hija la Cosmopolitan (la que guardará de tanto en tanto en su propio velador) y pondrá en la mesita de centro de su living las de Decoración, las Cosas, las Paula y todas aquellas donde su ex, su ex-ex y su amiga entrevistada aparecen.

Fieles defensoras de la medicina alternativa, del Yoga, del Taichí, del Tarot, de la Cecilia Serrano, Brian Weiss y Osho, las Susanitas ofrecen su cuerpo y su espíritu (ofrecen su vida) tal como un televisor se lo ofrece al tevecable. Son la fiel muestra de ese anhelo europeizante y yanqui, al que el chileno kitsch aspira, pero también representan el complemento de la chilena ejecutiva y profesional que, después de las 7pm, quiere ser otra. Aún Mafalda no puede olvidar a su amiga Susanita.
2006 en Indie.cl

Crisis Educación.-




La actualidad de la Crisis Educativa en las Universidades.

Por Andrea Ocampo Cea.

Hemos sido partícipes de un momento histórico de nuestro país. Un hecho que prontamente será acoplado a nuestra precaria historiografía nacional y que, según está planeado, seguirá ejercitando la misma forma de leerlo en clases: resumirlo, pasarlo a ficha, y “si te leí ni me acuerdo”. Y con esto me refiero a que el conflicto principal de este tiempo, por el que los secundarios han salido a la calle, se refieren al ámbito práctico del supuesto teórico sobre el que esboza nuestro paradigma de educación chilena.

La nueva razón especializada, técnica, instrumental y elitista que el gobierno supone en su constitución, no acotará nunca a cabalidad las soluciones a las demandas que la fuerza estudiantil está gritando. Y con esto no me refiero a los meros pingüinos, sino que también de los Universitarios. Porque yo tengo el dinero para ser universitaria. Privilegio que no todos tienen. Y por tanto, mi responsabilidad cívica y académica ha estado en relación con el poner entre comillas -en mi Universidad- la noción de Educación. En, precisamente, cuestionar los supuestos que la institución -que decide por mi educación- ha dado por entendido, al momento de ejercer su función.

Mi Universidad está en toma. Y si bien, me parece que una toma no arregla muchas cosas –pues para empezar es ilegal e impone circunstancias “a la fuerza”-, si da un espacio de diálogo que, en otras instancias, nunca ocurrirían. Hegel alguna vez lo diría.

Y eso es un hecho, tal como lo es la Toma: una circunstancia de pausa académica, como la salida posible ante la mediocridad de la administración estudiantil. Mi Universidad es la Arcis, “charcis”, “Marxis”, o como se le llame. Y “tomarse” tal institución ha implicado lo que nunca esperé: el develamiento de esa Izquierda Burócrata, mal administrada, “compadresca” e inconsecuente, de la que cuatro años atrás muchos egresados de sus filas me previnieron, y de la que muchos se quieren desvincular. Esto es decir, por tanto, que la (y se) reconocen (en ella).
Yo tuve la libertad de elegir a que universidad ingresaría a estudiar filosofía. Y aposté por ella, puesto que cumplía con una malla académica innovadora, con profesores de vanguardia y un proyecto académico de mi simpatía. Pero vamos, que si escribo esto es porque nada resulto ser lo que era. Puesto que, las mallas cambiaron, los profesores fueron rotando y el proyecto se cerró a “los amigos de los amigos de”. Y es que, a pesar de que existan profesionales de excelente calidad docente, son aquellos los que menos tiempo pasan en contacto con el alumnado y también los mismos que –en su mayoría- han desaparecido en los momentos de crisis.

Luego ¿Que quiere decir esto a nivel de política educacional?. Principalmente que el nivel de convicción, con respecto a la idea política por la que trabaja mi Escuela, no tiene fuerza, ya sea por motivos que la atañen directamente a ella, ya sea por causas externas. Ya sea porque no está bien fundamentada ni ejecutada, o bien, porque su soporte (la universidad) no la acompaña. Pero más allá de eso, su alcance radical estriba en la noción gubernamental de “Educación” que, como legado, ha asumido mi Universidad -sin nunca aceptarlo-, y todas las otras Universidades que se encuentran en paro.

Las comillas de la educación están más latentes que nunca, y en estado de paro nacional y/o de tomas específicas, es absurdo hacer oídos sordos a lo que resuena en las calles. Ahora -más que nunca- me uno a lo que los dirigentes estudiantiles han declarado en la prensa: “Debieran estar agradecidos. ¿En qué país del mundo los estudiantes salen a las calles a exigir una educación de calidad? Eso es un elogio”.

Y es un elogio por que presume transversalidad y marginalidad en sus planteamientos: presumen de un espacio público donde se discutan y donde se propicie la participación activa del estudiante en su proceso educativo. Es un elogio, a fin de cuentas, porque el salto cualitativo -del griterío a la palabra- indica la exigencia de una modificación del paradigma educacional. Lo que se pone entre comillas -y se suspende- entonces, no es la educación como concepto abstracto, sino, los educadores y los educados como proyectos realizables. Se propone la duda sobre la clase de profesores que hacen de nosotros y la clase de educadores nos educan. Pero ante todo se promueve la duda. Y eso, en toma o no, a mi me parece bien.
Por otro lado supone, de una forma radical, del descontento del Estudiante con el Profesor, del Profesor con su Institución, y luego, de la Institución con su Gobierno. Y en un clima donde los malestares de los “de más arriba” importan más que “los de abajo”, nace la piedra que reclama derecho. Nace la toma que clausura la infraestructura estudiantil, y nace la gran preocupación de aquellos que la administran: “la pérdida de plata”. El peligro de que los accionistas de esta “empresa educativa” se retiren y de que la Universidad Privada quiebre. Nacen presiones de todo tipo que enturbian el diálogo, que niegan una realidad ante la que el alumnado está disconforme y, por último, nace el murmullo de las futuras represalias por parte de los académicos. Nace el miedo de que las autoridades (del Arcis, ojo) pasen lista, y con ello, la máquina.

Luego ¿Cómo quitar el recuerdo de la piedra? ¿El miedo?. Quitando la desigualdad de “importancias”, relevancias y/o intereses por lo que respecta en la educación, para luego quitar la Toma. Pues hay que actualizar la contingencia de un objeto, que –precisamente- es el objeto (de estudio) de la educación: El Alumno. Y es que el objeto de la perfomatividad educativa ya no refiere al “saber”, mis queridos compañeros, sino que a la condición real del alumno y su futuro.

El futuro de Chile no existe aún, pero los pingüinos si se han dado actualidad y presente, justamente en la calle. Por tanto, a los universitarios no nos queda más que aprender de ellos, y asumir nuestra responsabilidad cívica y educativa: incidir en nuestro futuro, reformando el presente. Ese es todo el poder de lo que me han enseñado mis profesores (ahora ausentes de la Toma): mi libertad. Y es que siempre aprendí rápido... y creí en lo que aprendí.




Junio del 2006, en Indie.cl, AchivoChile,
PrensaHumanista, LaFogata y La Segunda.

16 de febrero de 2007

Como Agua para Chocolate .-



Pic: [ ella_katrina ]


[*]


Como Agua para Chocolate


Por Andrea Ocampo.

Comenzar una relación amorosa, y el hecho mismo de ahondar en eso, es como tirarse un piquero a una piscina llena de chocolate caliente, o te quemas y ahogas en el barranco de glicéridos o sales a superficie dulce, lista para que algún conejo de pascua te hinque el diente.
Uno nunca sabe la temperatura en que se funde, ni los sabores, ni los derivados del chocolate. Eso si, uno puede tantear, meter el dedo en la piscina y saborear un poco. Lo cierto es que de los ingredientes con los que uno se encontrará no se sabe nada. Lo cierto es que nada es cierto. Esa es la grasa. Lo que nos engorda el ego: que el dulce te salve el sabor a lengua propia del día común y corriente, del aliento a tabaco, y que aunque nos deje una ridícula sonrisa de piano en los dientes, te dé los dos minutos del mes que luego masticarás a pildoritas el resto del semestre.

Mi nuevo dulce de leche, es mi negro. Es un chocolate, tiene dientes de algodón, ojos de cacao, besos de canela y manos de azúcar. Es rico por donde se mire o pruebe, pero siempre deja gusto a poco. Le dicen el chocolate, porque sólo lo encuentras cuando se ríe o abre los ojos expresando sorpresa o enojo. Es dulce y más antiguo que los mismos incas. Tiene rulos empantanados y cadenas en el pecho que asoman de su habitual guayabera. Lo conocí cuando venía el bus de vuelta de Viña. Mientras él me rozaba mi pierna y mi brazo desnudo, yo le pedí el celular para que saliéramos. Del celular pasamos al mail, del mail a un bar y del bar a la dirección. Como chocolate caliente, a fuego lento tendría que ablandarlo para devorarlo, así que viendo que el doble de Alexander Pires se derrite en la boca y no en las manos, anoche decidí invitarlo a bailar.

Yo, que no soy asidua a las bailantas, discos o como le digan a esas ollas a presión, lo cierto era que tenía que ceder, y meter la patita a la piscina de a poco, para poder acostumbrarme a la temperatura ambiente, y ver si mi intolerancia a la glucosa, me acompañaba. Eran las 10 y lo esperaba en la entrada, de taco, falda y polera desbordante. Llegó todo un Chubi multicolor, chubiaso de mino. Le vi esa boca de chocolate blanco que tanto ponen de manifiesto su arito en plena comesura, ese arito que me hace almíbar. Mhm… como me languetíe los labios. Delicioso. Entramos. Me tomé una cachantún, y como agua para chocolate nos pusimos a manchar la pista de baile con nuestros zapatos de almendras. Juan Luis Guerra quedó afónico de tanta bilirrubina, nos agotamos y nos volvimos a derretir en las mesitas. Le tomé su mano, su palma blanca, sus dedos negrísimos y sus uñas de mazapán. Le dije que desde la última vez que estuvimos a “baño maria” en mi casa, todas las noches alucinaba con sus dientes de algodón. Me puso su otra mano negra sobre mi cara de durazno blanco y me dijo que era más rica que un milkybar, que el próximo mes podríamos pasar un día super-ocho en su departamento de la playa, y que le iba a decir a su polola que se iría con unos amigos. Kaboom.

La cadena de mi WC emocional regó el piso de Cif. Diluyó la canela, el cacao, la leche, el azúcar y la miel que su piel de seda regaba por el local. Me di cuenta que él contaba con su polola para nuestros planes, y que el chocolate aún estaba muy caliente para darse un piquero en la piscina, o para pegar el mordiscón del compromiso. No me quedó otra que pedir un vino para amenizar y comerme los trozos de mi valentía. Guardar los argumentos, el cariño dulce y de gotas saladas de un proyecto Sanne Nuss, que aún sólo es Nicolo. Aunque ya sé que con mi negro, el agua hace pasar más rápido el sabor del chocolate amargo, y que es esa nuestra condición.

Pero el agua aún así me deja la lengua negra, ahogada en la pérdida azucarada y nostálgica del chapusón frustrado. Me deja hiperglicémica, dulce, dulcísima. Al borde de una fatal diabetes.


2005, en Indie.cl