26 de agosto de 2010

Javiera Mena: "Yo también siento necesidad"

Javiera Mena, originalmente cargada por marco gonzález ríos.
Entrevisté a Javiera Mena el 2008, en medio de mi investigación sobre las Tribus Urbanas. Fue importante saber qué es lo que pensaba una de las cantantes que más pegaba en ese tiempo y que tanto pululaba entre las influencias de chicos tribales a los que entrevisté. Una vez, ya publicada la entrevista, me bajoneé a leer los comentarios que dejaron en ella, principalmente porque el tono amarillista que ellos acusan yo no lo vi. Aún no lo veo: no hay acusación, ni espectacularidad en ello. Sigo creyendo que no hay nada más lindo y saludable para un país como Chile, que subrayar el cuerpo, sus goces y sus ritmos. Eso es lo que mueve el arte; sobretodo la música.

Vuelvo a leerlo, me sonrío. Me sorprende que sus amigos y/o fans se hayan ido en picada contra una de las pocas entrevistas en las que ella tiene espacio y habla. Aquí no suelta escuetas cuñas. Veo tanta misoginia y homofobia. Igual, nunca pedí que clausuraran los post, al menos que ésto sirva como Archivo Bicentenario del estado mental y cultural en que vivimos. 

¿Qué sucedió después de la entrevista? Después integré en colectivo de pensamiento desviado "Expasiva", terminé el libro, se expendió la la píldora del día después en consultorios, se sacó, llegó Piñera al poder, los pokemones se "blanquearon", se comenzó a debatir sobre matrimonio homosexual en Latinoamérica, se legisló en Argentina, Uruguay y México (en Chile no), me enamoré y no volví a preguntarle a nadie desconocido sobre sexualidad, porque aprendí que ni éste país, ni su "Diversidad Sexual" están listos para hablar sin prejuicio, sin moralina. Creo que si hay algo más grave que la intolerancia y el control moral sobre el deseo, es la práctica discriminatoria de los mismos gays, de los hombres y mujeres homofóbicxs y misóginxs que se peinan con jopo, se ponen al día en el blog de turno y siguen reproduciendo el cánon con el que los discriminan cuando van en el Metro. Curiosamente son esos mismos "colas" los que sobre-reaccionan cuando se visibiliza el lesbianismo, el travestismo o cualquier otra modulación de la sexualidad que refiera a lo femenino. Basta con recordar el escándalo ocurrido con Gabriela Mistral y sus cartas a Doris Dana, que a propósito, es lejos uno de los libros más bellos que he leído. Bueno, lo mismo ocurre con el nuevo disco de Javiera "Mena". La entrevista del terror, acá.

Francisco Papas Fritas: “Los gobiernos de la Concertación nos pasaron por el culo un montón de cosas”.


Esta entrevista fue realizada luego de la participación de Papas Fritas en el MBA en los calurosos días de Marzo del 2008. Independiente de la data, es una entrevista tremendamente actual. "Papas Fritas" a.k.á Francisco Tapia es uno de los más importantes artistas jóvenes de Chile, importante no en cuanto a publicidad, sino porque junto a un pequeño puñado de artistas visuales está consciente no sólo del trabajo estético de su obra, sino del político; razones por las cuales se ha resistido a estudiar en una Universidad y a conceder su obra para grandes marcas. De como las Papas Fritas resisten el arte McDonald's, acá.

"Canje" 2009

6 de agosto de 2010

La energía y densidad de Valle de Muñecas

Compass 22.08.08, originalmente cargada por compassmania.


Valle de Muñecas (VDM) es el nombre de la banda formada por los argentinos Mariano Esain (a.k.a Manzana en voz y guitarra), su hermano Luciano (bateria y coros), Mariano López (bajo) y Leandro De Cousandier (guitarra), creada en el 2003, tras la separación de Plaimobyl y Menos que Cero (MQC); ésta última tomaba los guiños de Brett Easton Ellis y produjo tres LP (“Menos que cero” 1997, “Cualquier otro día” 1999 y “Ojos de ciudad” 2000). 


Anclajes
Quién lidera el grupo es Mariano Esain, quién -luego de pasar por Revolver, ser el tecladista de Martes Mentas, conformar MQC y el trío acústico Flopa Manza Minimal- decide -con su hermano y amistades- dar un lineamiento permanente a las juntas en buena onda y sus pulsiones internas de rock. Es así como inspirados en “Beyond the Valley of The Dolls” de Russ Meyer (un clásico del cine bizarro) se bautizan como “Valle de Muñecas” un nombre y apellido que hace que los ochentenos de The Gun Club y Dream Syndicate suenen a primo-hermanos. Paralelamente a eso, Esain ha producido los últimos discos de grupos como Mataplantas, Los Peyotes, Norma y también a los uruguayos de Astroboy y Pez.

Durante su carrera, la energía y densidad se han dado lugar en dos LP han quedado cristalizados en el dulce dramatismo y la luminosa resequedad de Días de Suerte y Folk. Atención con el Menú de las Muñecas:

Días de Suerte (Apple Pie, 2005) 
Los 12 tracks del primer LP de VSM fue considerado como un trabajo que prolongaba la línea ya zanjada en Menos que Cero –incluso hubieron algunos nostálgicos que reclamaron la vuelta de la banda- pero, lo cierto es que, las guitarras fuertes y la clara marcación melódica y rítmica acierta en los límites de la novedad y la ejecución perfecta. Su hit “Sábado” los consolidó como el “Secreto mejor guardado del rock trasandino”, poniendo de manifiesto la gran variedad vocal y madurez musical de Esain. Los aires desérticos y los fuertes anhelos estéticos arraigaron letras enredadas con efectos sonoros efectivos –como la magna bateria de Luciano- que recuerdan la onda de los ingleses del ’60 y a los primeros discos de Oasis. Sin embargo, la distancia va más allá de la pose, pues se puede de leer entre acordes una actitud fuerte que no encalla en el esterotipo de músico rebelde de depresión y cantina. En la entrega destacan los tintes pop de la canción que da nombre al disco, así también como “Supervivencia” y la extraña templanza de “Suave y Verdad” que invita a un paseo por las veredas de una ciudad-estepa envuelta en ráfagas que traen recuerdos de un amor dulce y frágil. Sólo así se justifican versos como “Colgado de la humedad/ en mis propios sueños/ la gente yendo al azar/ vomitando el tiempo/ en la marea del adiós/ las ojeras del rencor/ se borran con el viento” (“Rutina Especial”).

Escucha “Días de Suerte”

Folk (Apple Pie, 2007) 
Este disco lanzado recién el año pasado, es una suerte de compilado mejorado, pues presenta algunos tracks de Días de Suerte, covers de Violen Femmes ("I held her in my arms"), Neil Young ("Lookin for a love") y Shadows ("Apache"), más cuatro nuevas facturas. Inclinados a la transa entre Punk + Folk, este disco recuerda los primeras presentaciones de Mariano Esain donde la libertad del circuito independiente lo dejaba hacer nuevas versiones de The Who y Blondie, y donde el formato instrumental lo llevan a sonidos mas gringos, donde el blues y el country abren las entrañas para renovarnos memorias-matices del primer Elvis y de “Yankee Hotel Foxtrot” de Wilco, junto con guiños a los Stones, a Teenage FanClub y a Yo la Tengo. Destacan los tracks “Mil formas de estrellarme” y el hit “Vamos al cine” pues ambas son canciones que se mecen entre guitarras acústicas, arreglos vocales, textos personales y percusiones mínimas que demuestran lo bien que llevan su folk.

Mariano al habla.
Para no quedarnos con meras descripciones nos comunicarnos con esta banda de inconscientes y, por eso mismo, entrevistamos a su frontman: Mariano Esain. De sus temas maravillosos, la situación política e, incluso, del Festival de Viña les preguntamos. 

Mariano ¿Cuáles son las diferencias que podemos encontrar en sus discos que no estuvieron tu participación en bandas como “Revolver”, “Menos que Cero” y “Flopa Manza Minimal”?
Supongo que a casi ningún músico le gusta definir lo que hace, y yo no soy la excepción. Creo que Valle de Muñecas (VDM) hace rock; un rock con influencias del power pop, indie rock, post punk, folk y el rock clásico. Respecto de mis proyectos anteriores, creo que tiene una continuidad con Menos que Cero (MQC), en que es una banda (al menos en el formato eléctrico de “Días de Suerte”) donde las guitarras están bien al frente, allí la melodía y las voces son muy importantes y las bases son contundentes. Hay obviamente diferencias, Menos que Cero era más adrenalínico, más punk, y VDM es más profundo y con más groove. Revolver era una banda que tuve hace muchos años, donde yo no cantaba pero ya había cierto sonido que anticipaba proyectos posteriores. Por otro lado, FlopaManzaMinimal era algo bastante diferente: un proyecto, que en vivo era completamente acústico. Con Flopa y Ariel Minimal hicimos un disco muy lindo cuya repercusión superó por mucho nuestras expectativas. El camino recorrido, sin duda, me aporta un aprendizaje constante, uno escucha muchas cosas diferentes y en cada momento elije, consciente o inconscientemente, qué influencias pone en la “licuadora” en ese momento. Y es claro que los músicos con los que toco obviamente influyen mucho en todo esto: hay un intercambio constante de ideas, de arreglos, y música -en general- del cual todos sacamos algo positivo.

En tu condición de productor de bandas como Mataplantas y Astroboy ¿Cuáles son las lecciones y libertades que tienes al momento de la creación y producción de “Dias de Suerte” y “Folk”?.
Al igual que con los músicos que toco, con los grupos que produzco también se produce ese intercambio y aprendizaje mutuo. Producir otras bandas hace que me encuentre, a veces, con gente que tiene un criterio diferente al mío y otra forma de encarar la composición, los arreglos o el sonido. Esto siempre incorpora elementos a mi paleta que algunas veces uso en mis discos. En ese sentido, tanto “Días de Suerte” como “Folk” son discos con una parte muy importante grabada en vivo, lo que les da un sonido muy homogéneo. Creo que el próximo va a tener más trabajo en el estudio, distintos enfoques en cada tema, y seguramente estará influenciado por algunos de los grupos con los que trabajé, como Mataplantas, Astroboy, Coiffeur, Norma e Interama.

¿Cuan determinante –crees- es el rol de la prensa tradicional como alternativa ante el tratamiento y rol de la música autogestionada?
“Folk” tuvo muy buenas críticas, y eso hace que gente que no ve seguido a la banda o que no nos conoce tenga noticias nuestras cada tanto a través de los medios masivos. La prensa alternativa, las webs y otras formas de comunicación son más específicas y llegan a gente más enterada, y por lo general, tienen menos compromisos con el mainstream. De todos modos, hay gente con conocimiento y talento de ambos lados, y la función de cualquier periodista, realmente apasionado por esta cultura, es difundirla libre de compromisos. 

¿Cómo ves el panorama de la música indie latinoamericana? 
La verdad es que no tengo conocimiento de toda la escena latinoamericana, conozco bastante lo que pasa en Uruguay, y conozco algunas bandas chilenas y mexicanas. Hasta donde yo veo, hay una cantidad importante de buenas propuestas, y en un espectro bastante amplio. Supongo que la punta del iceberg -que yo veo- es la escena argentina, y es representativa de lo que pasa: esta en un momento muy rico. Hoy, por ejemplo, musicalmente me identifico con grupos como Mataplantas, Fantasmagoria o Norma, y solistas como Francisco Bochatón y Flopa, por nombrar unos pocos. 

¿Cuáles son los problemas técnicos con los que las bandas indie deben lidiar al momento de presentar su espectáculo?
En Argentina es muy difícil para bandas que lleven menos de 500 personas acceder a lugares con las condiciones ideales para tocar. Igualmente hay muchos lugares donde mostrarse, pero los mejores están de alguna manera monopolizados, y requieren de arreglos económicos que a bandas como nosotros no nos cierran. Sin embargo hay cada tanto festivales que, juntando una cantidad de bandas indies, producen lo más interesante, como el BsAs Calling o el B.A.Stomp. 

¿Qué bandas chilenas del indie son las que más te suenan? 
La verdad es que he escuchado poco: Ganjas, Perrosky, Gepe y Caramelitus. Es un espectro muy grande, pero supongo que con todos compartimos algo, algunas influencias, maneras de hacer y de sentir la música. Todas suposiciones mías porque no hemos tenido casi contacto personal. Pero bueno, me han gustado así que eso quiero pensar.

Si para los rockeros chilenos las referencias mínimas son Los Jaivas, Victor Jara, Los Prisioneros y Los Ángeles Negros ¿Cuáles son las influencias musicales que VDM reconoce en Argentina?
No sé si VDM reconoce influencias en el rock argentino. Más bien diría que hay una tradición que uno tiene asimilada consciente o inconscientemente, como pasa con elementos del tango también, algo que uno no se propone incorporar, pero está en la calle, en el aire. Si tengo que elegir, tendría que nombrar el primer rock argentino (Los Gatos, Manal, Tanguito), los primeros proyectos de Spinetta (Almendra, Pescado Rabioso), grupos de los ’80 como Los Casanovas, Los Corrosivos, Los Pillos o Sumo, y en los 90’s Suarez, Peligrosos Gorriones y Fun People, aunque ahí ya estamos hablando de contemporáneos míos, así que podría poner a Menos que Cero en esa lista también.

Dejando de lado bandas que usan grandes atuendos y poses de corte esteticista –Bandas como Miranda!, Entre Rios, Rosal- ¿Propone VDM una propuesta estética?
No hay en VDM una propuesta visual que incluya vestuarios o escenografías particulares. La banda es un reflejo de nuestras personalidades, no hay un personaje de fantasía que representemos cuando subimos al escenario. Es una elección estética, y eso no quiere decir que no me gusten un montón de artistas que sí lo hacen 

Ya que el nombre de su banda esta inspirado en Beyond the Valley of The Dolls de Russ Meyer ¿Cuáles, aparte de Meyer, son sus referentes cinematográficos y literarios?
Creo que estoy hablando de mí, y no necesariamente de la banda en este punto. Leo a Nick Hornby, Michel Houellebecq y Martin Amis. Algo de poesía de Eluard, Artaud, Ferlinghetti, Ginsberg, Oliverio Girondo y Cesar Vallejo. Las películas que se me vienen ahora a la cabeza son Lost in Translation, Eternal Sunshine, Big Fish, Quadrophenia, Delicatessen y Rumble Fish.

Hablando de otra cosa: Tienen por primera vez Presidente Femenina, aun se ven escollos de la crisis económica de hace unos años, son inolvidables los casos de corrupción y hace poco estallaron escándalos en los medios de trasporte (trenes, aereolíneas) ¿Cuál es la posición de VdM ante el momento político de Argentina?
VDM no tiene una postura política, sí la tenemos cada integrante por separado. No confío demasiado en la presidenta, pero tampoco en la oposición. Como suele suceder en este país cuando hubo una terrible crisis como la de 2001: en este momento hay una sensación de que las cosas están bastante bien, un miedo a que todo empeore y todos prefieren que las cosas sigan así. Pero, como pasó en otras décadas, creo  que algo debe estar incubándose por debajo. En cuanto a la corrupción, siempre pensé que era inherente al ejercicio del poder, pero puede que sea porque vivo en Argentina. Luego, si el rol de la música -si es que tiene otro aparte de expresar al que la ejecuta- debe inclinarse por mejorar la calidad de vida de la gente. Esto es: llevarla a lugares que no conoce, generarle imágenes, vivencias, mundos de fantasía, distintas visiones de la realidad, servirle de link para llegar a otras músicas, libros, películas, formas de cultura o ideologías. Y, claro, a veces simplemente para hacer pasar un buen rato. Así funcionó conmigo y estoy agradecido.

¿Qué piensas de la crisis del disco de hoy?
Me parece bueno poder acceder a un montón de música de forma gratuita. Las compañías multinacionales han explotado a los músicos demasiado tiempo, por lo que es difícil que los músicos peleemos su guerra. El disco está en crisis como objeto de consumo, pero no como forma artística, de hecho casi todos los artistas piensan en esos términos cada nuevo proyecto. Lo que hay que encontrar es la manera de financiar el proceso de grabación y producción de algo que no se va a comercializar masivamente. Creo que es un momento de transición, algo que va a resolverse de a poco

¿Conoces el Festival de Viña del Mar? ¿Cuáles son las noticias que tienes al respecto? 
Creo que es un festival  -hasta donde yo sé- que se ocupa de una música diferente a la que yo escucho, a pesar de que sé que han tocado grupos de rock. Al menos lo que llega acá no me interesa demasiado, no sé si tendrá escenarios menores o periféricos donde ocurra algo más interesante. Pero se ve como una celebración de la Industria Discográfica. Creo que, sin duda, es el más grande de la región, y aquí no hay nada que se le parezca (Si estoy errado, disculpas y pueden desasnarme, estoy hablando por lo que me llega a través de los medios masivos).

Y por último ¿Tienen planes para venir a Chile?
Nos gustaría mucho, hemos tenido algunos contactos, pero nada en concreto aún. Quisiera conocer el país porque nunca he estado, y ver muchas bandas y solistas y conocernos.


Publicado en INDIE.CL, Marzo 2008

Buceo Invisible: la Música de los Niños Tristes

buceo invisible, originalmente cargada por sebastián santana camargo.






Buceo Invisible es una rotura por donde pasa otro cielo
gestos del amor encontrados de madrugada
cuando las casas se congelan
y en los ojos de los animales
llueven signos de otro mundo
BUCEO INVISIBLE


Hay pocas bandas de las cuales se pueda decir que leen. Que leen bien y, además, que hacen música de la buena. Una de esas excepciones, a la regla de bandas marketineras, son los uruguayos de Buceo Invisible . La sonoridad que proponen deviene del trabajo de 9 años, de un colectivo (“Movimiento Artístico – Expresivo”) que produce desde narrativa, poesía, hasta pintura, fotografía, videoarte, performances y, claro, discos.


“Música para niños tristes” (Perro Andaluz, 2006) es un disco que cristaliza el trabajo conceptual de cinco chicos que comparten residencia en el barrio Buceo y una determinada forma de entender el arte y de no entender el mundo, así como también de residuos teóricos de lecturas como "Elogio de la razón sensible" de Michael Maffesoli y "Noticias recientes sobre la hibridación" de Nestor García Canclini. ¡Wow, conocen a Canclini!. 


Sus tocatas (llamadas por ellos, “muestras”) se realizan en espacios de recuperación y mediante la intervención del sitio -con todas las armas que tienen- combaten “la masividad, la despersonalización, la cultura rock como banda sonora del mundo del consumo y los shoppings juveniles disfrazados”. Y es a través de esa resistencia -a las bandas de laboratorio y su público enajenado- que Buceo Invisible, como espacio grupal, se mueve y experimenta. 


Da de cabeza contra las pipetas y ácidos para crear melodías dulces y melancólicas que -cercanas a la ironía que encierran las cabezas pensantes- connota sonidos agudamente personales y caseros como lo es su primer single: “Domingo”. Nota aparte: creo que cualquier canción que se titule así, estará destinada para los timbres intimistas y nostálgicos: debe ser parte de nuestra cultura latinoamericana del “tengo lata”.


“Música para Niños Tristes” fue nominado a los Premios Graffiti 2007 como mejor revelación y mejor canción del año (adivinen, Domingo) y antologado por la Revista de música española Zona de Obras como “Apuesta Musical 2007”. Y esto, sólo habiéndose presentando en antros como “Sala Zitarrosa” o “Espacio Guambia” de Montevideo, que acá -en Chile- sería algo así como “La Salita” de Merced y con suerte “El Living” del Cinearte Alameda. 


Como grupo han sufrido la muerte de uno de sus integrantes nucleares, como fue Álvaro Bassi, las anónimas ediciones en formato de cassettes piratas y la difusión independiente del mano a mano, sólo sosteniéndose en la convicción y la empalagosa heteronomía que resulta del trabajo de Diego Presa (voz, guitarras, bajo, teclados, percusión y programaciones), Jorge Rodríguez Rearden (bajo y voz), Fabián Cota (guitarra y programaciones), Marcos y Santiago Barcellos (textos), Pablo Costanzo y Juan Pablo Lacuaque (arte visual).   Para enterarnos del centro de la nostalgia de Buceo, conversamos con Diego, el frontman de Buceo, de los chicos que crecieron escuchando a Violeta Parra y Víctor Jara.


¿Cómo definirían su creación musical? 
Diego: Nos cuesta muchísimo definir nuestro trabajo, tanto en lo musical como en las otras disciplinas que intentamos conjugar. Digamos que amamos las canciones y que, por otro lado, tratamos de articular las músicas con la poesía y las diferentes formas de tratar la imagen. En Uruguay vivió y murió un trovador llamado Eduardo Darnauchans –añade un espero que lo conozcan por allá- que es una severa influencia para nosotros. Junto con nuestros referentes musicales más claros están R.E.M., Beatles, Dylan, Pink Floyd, Radiohead y muchos otros. También debemos hablar de influencias literarias, como lo son Vallejos, García Lorca, Onetti y Bukowski, y también, por qué no, cinematográficas: Tarkovski, Bergman y Rohmer.


¿Como sienten que es recibida su música en Uruguay?
Durante muchos años Buceo Invisible fue un grupo muy underground, y aún lo sigue siendo. Nos movemos en ámbitos bastante pequeños y no tradicionales (nos hemos presentado en casas viejas, talleres mecánicos abandonados, teatritos). Pero a partir de la edición, en el 2006, del disco “Música para niños tristes” nos hemos sorprendido mucho ante la recepción entusiasta de la crítica y el feedback con la gente. La salida del disco nos proporcionó más “visibilidad” pero seguimos (así lo sentimos) habitando un sub-suelo montevideano mucho más ampliado en comparación a nuestra historia de nueve años casi en secreto acompañados por un grupo de 100 personas que seguía a Buceo por sótanos húmedos, haciéndonos pensar que algo más allá de nosotros se producía en esos encuentros.


Entiendo que funcionan como un colectivo, por lo cual me pregunto ¿Cuáles son las conexiones intrínsecas que ustedes realizan con las propuestas visuales, gráficas, tipográficas y audiovisuales? 
Desde un primer momento, espontáneamente, trabajamos la música, la poesía y la imagen (ya sea a través de la fotografía o el videoarte) y tratamos de conjugar estas distintas vertientes en nuestros espectáculos. En las muestras apuntamos a generar un clima que termina siendo parte de la cosa, no armamos un recital, una lectura, ni un toque de rock, sino que pensamos estos encuentros de forma diferente. Pues existe una intención de trabajar los diferentes espacios escénicos, la articulación música-palabra-imagen, tratando de generar algo menos sobrecodificado que entusiasme y sorprenda, en primer término a nosotros mismos. Si esto sucede sabemos que hay algo que por añadidura se transmite, que viaja hacia el otro y resuena. No creemos que esto sea algo demasiado nuevo, pero realmente intentamos plasmar la verdad de nuestros corazones en lo que hacemos.


¿Cómo ven el panorama de la música Indie en Uruguay?
Creemos que el término “independiente” excede un estilo o una movida. En Uruguay la mayoría de la música se mueve por carriles de “independencia”, por lo menos en lo que se refiere a la falta de una producción ejecutiva manejada por grandes compañías. Si existe una pequeña escena “indie”, formada por algunas bandas y solistas (de los cuales nos gustan especialmente Fernando Henry y Franny Glass). Aunque, sinceramente no nos sentimos parte de ninguna movida, pues hemos trabajado muy solos en todos estos años.


¿Qué piensan ustedes acerca de la crisis que vive el disco, como formato material de la música?
La verdad es que no hemos reflexionado mucho acerca de este tema. Pero de cualquier forma nos encantan los discos, como objeto cultural y como fuente artística. Los mp3 y sus eternos playlists nos agobian, despersonalizan un poco la relación escucha-intérprete. Por otro lado, el acceso al material eludiendo los intermediarios multinacionales nos parece una maravilla.


¿Cuáles son sus próximos proyectos? 
En este momento estamos grabando un nuevo disco que esperamos se edite para mediados de año. Nos encontramos en un momento de mucha energía y varios proyectos. Nos encantaría ir a Chile: las limitantes son solamente económicas.
Yo le respondo que es de esperar que alguna productora los traiga a Chile, para que podamos disfrutar de la perfomance de los chicos tristes y sus mariposas amarillas.

Video: "Domingo”- Buceo Invisible





Escúchalos y míralos en:
http://www.buceoinvisible.com

Publicado en INDIE.CL, Marzo del 2008

Mis Gaymboys



I love gay boys. Desde hace mas de un año que mis amistades con pene son homosexuales y eso ha transformado, si bien no mi vida, si ciertas nociones con respecto a ella. Como por ejemplo, ciertas cualidades que espero en un hombre (aparte de ser conversador), como esa siutiquería gestual, ese sentido estético y esteticista (si, es cierto) en los argumentos, en las propuestas y en las formas de mover la cabeza y el cuerpo. Eso es lo que a mí me impacta. Incluso ha cambiado la postura política de mi familia y las opiniones con respecto a “lo humano” de tías-abuelas. Y esa es más o menos la misión de un Capitán Planeta.

Sé que Freud, Lacan y Foucault tienen algo que decir al respecto, pero no me sirve a la hora de ir a tomar un helado con alguno de mis amigos. Junto a mis gaymboys, el silencioso regreso de las citas y carretes, ponen play a canciones de Gloria Trevi, Rafaela Carrá, Britney y Madonna, aunque sólo escuche ruido, pues mientras bato el pelo pienso en por qué no existirá uno así (como el que tengo al frente) en versión hetero. 

¿Por qué ese tipo por el que valdría la pena haberme subido a cuanto Carrusel de las Américas no aparece? Tengo claro que mi mino no es el espinilludo que juega videogames, ni el nerd que desvaría sobre los nuevos modelos de celulares o me cuenta de su vida en Internet (llámese blog, Facebook, Twitter, Jaiku, Flickr, etc.). Tampoco lo es la rata de biblioteca, ni el papi chulo de discoteque. El futuro de mis duchas tiene que ser algo parecido a ese tipo que curiosamente siempre olerá bien (aunque no lleve perfume) y que cuando me lo adjudique me impida –implícitamente- mirar otras cosas, al menos un mes de corrido. Ya no será el galán porno que me dejó por una de 16 años, ni el dinosaurio que prefería siempre hacerlo como papá-y-mamá. Tampoco será la polilla de mente brillante que murió en la ley del árbol de pascua. Ni el ex que, cada 5 meses, vuelve a pedir el pase para descargar mis zip. De esa agua no beberé: yo ya aprendí. Y que el cielo acumule escupos porque Rihanna and her umbrella are with me.  

Los chicos que deseo, en la práctica, no me son correspondidos. No gustan de las Barbie girls, ni de las peponas (mi caso), sino que se desviven por otros Ken. Por otros chicos que yo también querría. Por otros regios, que también se bañan todos los días, leen, salen de sus casas, tienen más de tres discursos en la cabeza y la resistencia suficiente para vivir en una ciudad que cada tres cuadras lanza violentos cohetes contra ellos, por caminar, hablar, respirar y hasta comer. Creo que es la crítica lo que nos une. Debe ser el estado de ser “la loca”, “la otra”, “lo otro” o simplemente la perra del lugar. Quizá sea mi signo zodiacal. 

Pero, a fin de cuentas, el hecho es que el desplazamiento en cuanto a los gustos y los dardos erróneos datan desde el año pasado, cuando me enteré que el chico con el que turisteaba es bisexual. Nada del otro mundo, visto desde hoy. Pero desde ayer, la cosa era diferente. Eso significó una catástrofe en mi mineidad, un atentado contra mi dignidad de amante y una traición a mi auto-cuidado psíquico. Me escupía ¿Qué mierda me falta? ¿Qué hace que un fuerte (léase con j) peludo con bigotes pueda tener para mantenerlo así de enamorado? ¿Por qué si culturalmente exigen esos pelos de menos, me cambian por esos demás? ¿Cuántos libros de más o de menos tengo? En definitiva ¡¿Me falta un pico?! Porque si en mi Universidad –hasta mis profesores- me malversan por ser la mina alegona de dedo alto, los estúpidos que me hacen guerra virtual se dicen clever por ser “viriles” y por tener dos buenas tetas tengo que pagar peaje para poder moverme en shircuitos culturalesh, es mi pene atrofiado lo que me condenaría. 

Evidentemente la solución de los no-entender no está en mi no-pene, ni menos en la ficción de la telenovela de moda. Pensar en corregir lo que me abunda arriba para ponérmelo abajo, es más que ciencia ficción, es mera entretención verbal. No lo haría jamás. El complejo de Electra never, never. Las dudas contornean lo existencial de mis imaginerías metafísicas. No me importa el ser en general, sino que estos en particular. Situación cotidiana: camino por la calle, hundo el estómago, levanto la cabeza lo más que puedo, intento no mirar a quien me mira pasar, me concentro en mis audífonos, esquivo el sol de verano. ¿En qué clase de distracciones me detengo? Always: tipo alto, flaco, de jeans y polera, a primera vista, nada en particular. Un segundo después ¿Con quien va?. Opción 1: Con otro igual y de la mano: gay. Opción 2: Si va con una mina, basta agudizar la oreja y escuchar  “gaia cachai que la hueona se veía regia con esos dayamond querida, era la maraca mas linda del lugar”. Conclusión: La gay de pelo suelto. De esas locas que son bellamente gay. Porque todos ellos -al menos los que me obnubilan- son los más bellos: siúticos, barrocos y a la vez ligeros. Los que tienen sus pelos bien puestos y siempre alcanzan esa altura corpórea que no tienen. Van siempre más allá del poto apretado: me matan esas luces con las que avanzan. Me gusta todo de ellos: desde la posición de los ojos, la cara con que escuchan, los abrazos y los gestos que me reconcilian con cuerpos ajenos. Ellos -esas locas- son más que cartas de presentación y de estímulos para seguir habitando este Santiago fascista. Son señales de que algo anda estupendo, aunque para mi comercio de fluido vaya pésimo. Ellos, son lecciones de femeneidad y de auto-confianza, son aprendizajes con respecto a la relación entre pares y entre distingos. Son el testimonio y la imagen de la deuda que hay que pagar para asumir los estándares de belleza y exotismo occidental.

Cómo no me van a llamar la atención estos queridos si lo último que le escuché decir a un hetero-hetero -que me gustaba- era que yo estaba disconforme con él porque “no me la metía” (siendo que en verdad, lo que discutíamos era un asunto de política y no de calendarización de sexo). Cómo no me voy a fijar en estos galanes de novelas chicanas-electro-glam si todos los ataques y las heridas, tanto personales como profesionales, vienen desde penes anónimos siempre mal erectos. Cómo no voy a detestar esa virilidad que escuda sus miserias interpelando al mete-saca del otro.  

Son esas practicas nerds, brutas, mediocres y tan patriotas a las que yo pido salida. Y son las consideraciones, las atenciones, los piropos y las ideas elaboradas a las que llamo. Llamo, en definitiva, a observar un panorama que debe ser estudiado por cualquier sociólogo que se precie de tal. Pues, sea la tasa que sea, los géneros y sus roles sexuales dentro de la sociedad están cambiando: se cruzan. Están transitando. 

El perreo y el reggaetón -según los analistas de noticiario- serían muestra evidente de machismo. Pero yo disiento. El perreo es transexual. No tiene nada que ver con el factor hetero, ni el de la genitalidad biológica que conocemos. El reggaetón pide perdón, da excusas, así como también manda, increpa y exige de frente. No acude a las rimas charchas de conquista (véase cada noche Amor Ciego, Reality Canal 13), ni a la melosidad de supermercado del macho alfa, ni menos, a la caballerosidad entendida como aburrimiento. Hoy ser transexual va mas allá de la imagen del travestido, del creerse con roles ajenos o del que reconoce una otredad prestada y/o asimilada. Va con el ir directo a lo que se desea y al ser como se quiere. Vale decir, hoy quien se fascina con lo opuesto de la acción sexual tradicional –que incluye conceptos como macho/hembra, rudeza, joteo, celos, posesividad, univocidad- es transexual. 

Y yo, a pesar de mantener el abierto el minibar y cerrado el corazón -como dice Calamaro- adoro la desfachatez, teatralidad, divergencia y exhuberancia de mis gaymboys: los muñecos felices de mi Edén. Las bellezas decadentes que nunca podré, ni quiero tener. Ellos, los altares de mis sueños y sentencias escolares son las estampillas de mis postales familiares y las obsesiones de mis parejas encamadas. Mis gaymboys, no son ni una tribu, ni un juego, ni mi pose. Son mis corazones Petitfort y la evidencia de la pelea que aún le queda por dar a las femeninas (tengan vagina o no). Pues ya no estamos hablando de la liberación sexual, sino que de liberación mental. ¿Dónde se nos quedan los tags filosóficos de Voluntad, Poder, Política o Género? Las reflexiones culturales están en donde vivimos y en donde dormimos: en la cama donde la esposa es rutinariamente penetrada, en los baños de las discoteques, en los bares donde el curado solitario engrupe a la mina de turno y en las esquinas tras matorrales. 

Mis preguntas siempre están a un milímetro de quien miro. Y hoy prefiero cambiar mis gafas de mina impenetrable por mis lentes de contacto, esconder la reserva de mis enfermedades inoperables y arraigarme a la calidez y sombra de los desprecios, burlas y estereotipos de la loca de barrio. Prefiero apegarme a mi cuerpo y al de mis gaymeboys. Primero, porque estoy segura que las respuestas no las encontraré en bocas ajenas y segundo, porque yo también bailo con el pelo suelto.

Publicado en INDIE.CL, Febrero 2008

Arlequino, servidor de dos patrones

Foto de Carolina Dagach 


“El Amor no es un plato de habichuelas”


Estamos en el Teatro Municipal. El lugar que siempre ha intentado ser la cuna del Teatro y la Ópera tradicional de Chile. El olor a naftalina inunda el lugar, así mismo los rostros de teleseries, lecturas dramatizadas y publicaciones diarias. “Arlequín, servidor de dos patrones” es la obra más esperada por las butacas adineradas de Stgo a Mil, pues, aparte de ser pieza protagónica del abanico teatral del invitado especial (Italia) a este festival, cuenta con la actuación de Ferrucho Soleri “el grande”, el “viejo seco” y el -periodísticamente designado- “octogenario” que ha interpretado a Arlequín desde ante que todos nosotros naciéramos. 

“Arlequino” es reconocida como la obra de mayor éxito (“Ha viajado de Tokio a NY y de España a Chile”) de la Compañia Piccolo Teatro di Milano – Teatro d’Europa, y cuenta la historia de un hombre hambriento que, para satisfacer sus tripas busca un doble trabajo, un doble salario y por ende, se encuentra con el caos que conlleva hacerse cargo de las demandas de dos patrones. Esta obra de Comedia del Arte, escrita a eso del siglo XVI, cuenta con personajes fijos, máscaras (que demostrarían los caracteres específicos de cada personaje) y con una gran cuota de improvisación -que sólo presencié en los momentos en que interpelaba al público para buscar, por ejemplo, la presencia de un doctor. Momentos de álgidas risas de otros octogenarios.

El escenario es renacentista, el guía-traspunte prende las velas y la obra comienza. El ensayo de una banda prende los focos y nos encontramos con una trompeta, un tambor, una flauta traversa, el baile y una coreografía circular que gira en torno al único sujeto con máscara negra; evidentemente es Arlequino. Nos situamos en la celebración de un matrimonio (“¡Vivan los novios!”). Clarice (hija del dueño de la posada) y Silvio (hijo del doctor de la ciudad) se prometen amor eterno y, también concretarlo en una ceremonia, en la cual ambos padres esperan dar un suculento banquete (“Estar cerca de los esposos, es el lugar del mejor banquete”). Poco a poco la historia se va abriendo y llegamos a saber de la muerte de Federico Rasponi, quién fue el antiguo prometido de Clarice y que, a causa de su hermana, Beatriz Rasponi, fue herido. Todo hace suponer que lo mató el amado de Beatriz, ante las restricciones y resistencias que -el gruñón- Federico interponía en su relación. Hasta ahí todo parece el germen de una historia policial que (hasta) podría llegar a ser entretenida. Pero no. Las escenas sucederían tal como libro apolillado de edición Zig-Zag: una tras otra, sin grandes sobresaltos ni momentos peak. El dueño de la posada, el Señor Pantalone, habla con su empleado y cuentan que, luego de la muerte de Federico (el eterno ausente) Beatriz solía vestir sus ropas y salir a recorrer sus campos a caballo. ¡Qué adrenalina! 
El tono de comedia común y silvestre dura hasta que Arlequín aparece en escena contando que su nuevo patrón, un forastero, quiere alojar allí. Entretanto se suceden diálogos del tipo “¿Es un pillo o esta loco? / De los dos un poco” y otra coreografía, muy bien ejecutada por lo demás.

Así el patrón de Arlequino, resulta ser Beatriz disfrazada de Federico. Pantalone la reconoce y toda la obra gira en torno al miedo, encuentros y estrategias que Clarice y Silvio entretejen para poder mantener su amor. Pero aún más en los motivos que trajeron a la posada a Beatriz, quien busca desesperadamente a su amado Flroindo (quién huyó de Turin luego que su hermano falleciera). Obviamente el segundo patrón de Arlequino es Florindo. Así es como se siguen las peripecias de Arlequino para evitar que ambos, alojados en la misma posada, con baúles de ropas idénticos y cenas coordinadas a la misma hora, no se encuentren. Entremedio saltarán frases del tipo “El amor es como un hoyo en una caleta negra. Se le descubre enseguida.” que se siguen de grandes carcajadas, mas obligadas que asimiladas; y otros textos, más acertados, como cuando Beatriz le dice a Pantalone “Sólo quiero mi libertad” y éste le responde “Durará poco. Pero bueno...”. Frases así me hacen pensar que atrás de toda esta maqueta de teatro cómico hay una concepción de la vida declarada en los personajes, específicamente en los más cursis de la historia, como es Clarice: “En esta vida o se pena o se espera”. 

Eso, adjudicado en una escena donde es la gente de dinero quién desespera y el empleado explotado el que saca ventaja, nos lleva a un mundo al revés. Donde el pobre es rey. Donde Arlequino, al ver que un viejo empleado no puede acarrear un baúl con ropa, le quita el peso –mientras el patrón lo vigila- pero al cabo de dos segundos, vuelve a tirarle el peso a los hombros del viejo. La explotación del trabajo versus la oportunidad de Arlequino para poder comer, va más allá de una mera pillería picaresca. Sigue la línea del Lazarillo de Tormes y el Buscón de Quevedo, pero restringe el punto de llegada a la temática social, o al trasfondo miserable que toda comedia debiera retener. El hambre de pan -en Arlequino- es el hambre de palabra, de pacto, de contrato en los padres de Clarice y Silvio. El hambre de Beatriz, es el hambre del amor -no del amante- sino del sentimiento replegado sobre los encajes de su amado. Así mismo el hambre del ausente –Federico- es la necesidad del público por verlo aparecer y causar un quiebre en la ficción, un trauma en la escena capaz de hacer del tono “moderno” de la obra, un lugar donde recurrir en caso de tedio. Del tedio clásico.

En el segundo acto, las escenas hacen hincapié en el juicio hacia Pantalone “un hombre de poca palabra”. Se merodea la necesidad de la palabra y de la reputación, del honor y del dinero. Luego se sigue el intento de suicidio de Clarice y la canción desamor de Silvio y su querida, con versos del tipo “No podría imaginar que un cupido fuera un lucifer” y el “Algún día conocerás mi inocencia”. Hasta llegar a lo más interesante de la obra que es el monólogo de la criada Esmeraldina (futura esposa de Arlequino) en donde el discurso de género tiene asidero. “Nosotras tenemos los valores y ellos las nueces” interpela a Clarice, dejando en claro que los hombres no valen la pena si se les mide por su coraje. La comodidad de un mundo -como el que ellas viven- se funda en que “las leyes las han hecho los hombres” y en que “las mujeres tienen fama de infieles pero son los hombres que hacen la infidelidad”. Bases que nos sugieren que las cosas no han cambiado tanto. Quiéranlo aceptar los varones paranoicos de Chile o no. Desde el S. XVII que las leyes están hechas por los hombres y que, en asuntos de famas, las mujeres siempre somos las miserables. Antes no se decía ni perra, ni culiada, pero hoy, en Chile del Bicentenario, esta escena adquiere la magnitud de un discurso crepuscular.

Con un elenco de hasta 15 actores en escena, la intima confesión del “estoy roto por dentro” de Arlequino (luego de la zurra que le llega de ambos amos cuando descubren los enredos del peón) se transforma en la frase más bella de la noche; a pesar de que la mayormente recordada sea la moraleja final, donde el pillo –dirigiéndose al público- da luces de su futuro: “Ya no seré empleado de dos patrones. Sino que de uno sólo: de quien me quiere”. Los suspiros inundan el teatro. Esmeraldina se casará con él: le llenará el estómago y las moralidades al público. Salvo, porque lo que subyace a tal sentencia es que el amor (aquel que no es un plato de habichuelas) sin ingenio, nunca servirá para nada.

Publicado en INDIE.CL, Stgo a Mil, Febrero del 2008

H.P. (Hans Pozo)

Foto: Macarena Castillo

Hans Pozo no duele por partes. H.P duele de una vez y para siempre: su historia fragmentada quiebra. Tal como Jorge Martínez -funcionario público- debió haber sentido antes y después de (¿hacer?) balear y descuartizar el cuerpo del “rucio”, del flaite, del huacho, del cristo idiota. 

Pero alto-puente-alto ¿En qué va el caso H.P.? La crónica roja (clarinet.cl) cuenta que Martínez se suicidó en su heladería -en donde tenía un negocio paralelo a su rol de inspector municipal. La ex polola de Hans, Linda Baeza –con quien Pozo tuvo una hija, hoy de 2 años— abre la puerta para las sospechas. “Algo vio”, dice la ex.

Por otro lado, las últimas investigaciones se centran sobre la carta de 20 páginas que Jorge Martínez escribió “por si le pasaba algo”, pues antes y después de la carta hay dos ritmos distintos de escritura, hay dos tonos y dos urgencias distintas. Lo anterior, más la tesis de carabineros metidos en un “encarcelamiento pagado”, las informaciones erróneas en cuanto al descuartizamiento y del supuesto “suicidio” de Martínez hacen que la obra “H.P. Hans Pozo” se establezca sólo como una historia derivada de una tesis policial y no una historia real, como se sugiere al espectador. Y esto es importante, pues el hecho de que la reconozcamos como una historia mínima —casi como una fábula— y no como la versión oficial, hace que, por un lado, el guión tenga un espesor distinto y que, la historia, se ligue a temas como ficción, estructura dramática, caracterización y al motor central de la obra. 

Durante la función se puede sentir la necesidad del elenco de mostrar dolor, de exhibir ausencia y precariedad. Sin embargo, las caracterizaciones son muy poco coherentes y el texto a ratos logra grandes momentos como el monólogo de la Madre (”Díganme Madre, Madre loca / Díganme la Iocasta / Díganme la Medea/ Díganme la Virgen María / Díganme la que no abortó (...) la que tuvo que hacer el quite al espejismo del hambre”) termina reflexionando entorno al desamor (“El pendejo me salió rubio, por eso Hans”) y el amor indio (“Nació directo para un Pozo”): a lo que le llamo “Amor Mestizo”, el amor que tuvo que alejar porque no era producto de un affaire. No obstante lo anterior, el texto -en su generalidad, redunda en la rima y en la utilización de la cueca como asidero para poder entretejer melodías básicas que, poco y nada tienen que ver con la cueca o con el entorno real de H.P, que además se hace inverosímil. 

En ese sentido, proponer un concepto de “nacionalidad” bailando cueca o poniendo un track con tonadas o enjambres de guitarras de palo es un abuso y una siutiquería, que -a los espectadores con las orejas abiertas- causa desdicha. No sucede lo mismo cuando se apela al reggaetón. H.P. declara: “La vida: Sexo, Drogas y Reggaetón”, mientras baila con su polola luego de consumir un “mono” (pasta base). Hans baila, porque su madre —la misma que lo abandonó— perrea: su madre es perra. Y el gesto es acertadísimo, como lo demuestra el uso de la melodía silvada del “Si yo no te vuelvo a veeer...” (La Secta, La locura Automática) donde la fiesta del sexo es intercambiable por la fúnebre melodía de la melancolía y el pánico. El reggaetón se traduce como el himno del miedo, como las nupcias del olor a miembro y a estiércol, y el ritmo del perro que huele la muerte a tres pasos. El reggaetón y las caderas estremecidas establecen la mano en el poto como signo de terror, y el coito como síntoma de la duda y reafirmación del horror. 

H.P., la obra, se quiebra en diálogos intercalados, interrumpidos —a veces por pura ambición— por palabras troqueladas, por maquillajes corridos y por el desfile de colores que inundan el escenario de una historia tan gris. A los setenta minutos de andar, la tragedia se vuelve comedia, todo se transfigura en una sesión de la SCA y esto no juega a bien, pues no calza y contradice la tesis principal: la verbalización de Hans Pozo. Con la burla, el reclamo y el jugueteo en tono pop, lo que nos aplasta es el silenciamiento y la neutralización, tanto del texto, como de las coreografías de baile, los juegos con las luces y encendedores. H.P. pierde fuerza, pierde palabras y pierde tiempo. Sin embargo, el texto de los márgenes –no los monólogos de la polola, ni el de la hija- tienen la capacidad de retomar la historia, de volver a situarnos en la mitad de Río Mapocho, en la marginalidad de Santiago en su centro. 

Luego la escena se corta y el electo alinea, como si se tratara de un ejercicio de “distancia” de jardín infantil. Los actores proceden a enumerar cada una de las cosas que hacen que un marginal tenga “olor a pobre”. Los datos cómicos abundan, pero el rendimiento estético y teórico sólo aparecerá cuando la madre reconozca querer vivir como una rica. Cuando la “Madre Loca”, la que regaló al “rucio”, roba un banano y aclara que ella no puede dar “Amor de Pobre”. Aclara que las prácticas no están ligadas al hábito y con ello, que nada de lo que ha levantado como discurso es cierto. Que todo lo que hemos oído es parecido al espejismo del hambre y que esa hambre de imágenes ella la devuelve gritándonos en la cara un garabato. Y es el trabajo de reflexión entre la madre y su lengua el lugar donde podemos anclarnos en la obra —de Luis Barrales— y rastrear elementos significativos desde el punto de vista de la puesta en escena: como la diferencia del relato policial y oficial que se quiere dar.

De hecho, el cuerpo cercenado, los trozos, el acto de romper huesos y cortar tendones son imágenes más que elocuentes para indagar con el texto; son escenas que podrían ser expuestas bajo los focos y que —sin llegar al gore— podrían poner en suspenso la noción de cuerpo mismo, teniendo importantes consecuencias en lo que ellos nos hacen ver como “contenido social”, pero que fácilmente pudieron significarse como “nombre propio”, “tatuaje”, “afección” y “despellejamiento”.

Sin duda, es importante reconocer el trabajo corporal, pues la obra termina sustentándose en eso. Los movimientos, el uso del espacio y sobretodo las distancias retienen y delinean la obra, mantienen la historia y hacen que las palabras pronunciadas se curtan bajo la escasa luminaria y atraviesen el umbral del escenario para proyectarse. Pero reitero: El problema más grave de H.P. es la mofa. Todo lo ganado con el gesto se pierde con el tono juguetón: se buscan excusas para ridiculizar la prosa y la situación, sobretodo denegando la conciencia del espectador, hasta el punto de que el personaje de H.P. reconoce: “Pero nosotros somos burgueses ¡Mírenla a ella! (Indica a mujer del público) ¿Qué vamos a saber nosotros de H.P.?”.  Pese a tener razón –pues el público que pudo acceder a la obra no es “popular”-, nos desacredita como interlocutores, lanzándonos Mapocho abajo.

Nos hace cerrar los ojos ante las farolas y nos imposibilita reconocer un acto rupturista, una trasgresión teatral. El “quiebre-del-quiebre” nos acusa por creer y por querer entender una “realidad” –que para el espectador siempre se asume como ficción. En esta pretensión, la valentía que significa levantar una obra sobre el caso de Hans Pozo se vuelve lugar común, se vuelve canción de moda. Sólo así se explica la existencia de diálogos tan kitsch como:”HP: Dame un beso / JM: Me vas a quemar / HP: Es lo mínimo que puedo hacer por ti”  donde Pozo aparece como una femme fatale dispuesta a provocar al otro sólo por hacerle daño, por un placer —que en caso de llevarlo a las historias reales— es un placer pagado, no por un placer insaciable. Por más que el factor de comercio sexual esté incluido, éste se encuentra degenerado en un estereotipo “puteril” de estética almodovariana (ver la personificación estilo “Jappening con Ja” de la  polola).  Todas —salvo la caracterización de H.P.— son deficientes y la elección del electo también. Asunto puesto en evidencia con la interrupción del texto, cuando los actores cuentan de modo exageradamente anecdotario, por ejemplo, que la directora Isidora Stevenson les pide que bajen de peso para la caracterización. 

Mejor volvamos al texto de los periódicos, al relato de la calle. Alguna vez Pablo Sabaj —el fiscal a cargo del caso— declaró: “El cuerpo de Hans aún nos dice cosas”. Yo me atrevo a confirmar su sentencia. Pero con la distancia de hacerlo desde un “Conchemimare”: (¡Quiero volver a la concha de mi madre! No haber nacido). Y no desde un “Conchetumadre”  (¡Vuelve a la concha de tu madre! Muérete). Desde un socito y no de un “socio” pues sus destrozos nos encostrarán la memoria por esa mone’a de sus bolsillos, y no por la “indemnización” que se juega como garante de este asesinato personal y teatral.

“H.P. (HANS POZO)”
Lugar: Teatro del Puente, Parque Forestal S/N
Funciones: 16 al 27 enero (de miércoles a domingo)
Horario: 21:00 horas.
Precios : Entrada única $3.000 pesos.

Publicado en INDIE.CL, Enero 2008.

Bababatttles (Battles en Chile)


Por Rodrigo Pérez y Andrea Ocampo

Un sonido (nada más uno) salido desde el bajo y procesado por las consolas, fue el golpe inicial que anunció lo que estaba por pasar: rever, acoples (re)organizados, reiteración y (de)construcción permanente. Todo unido a la improvisación libre en exceso, espontánea y científicamente precisa. Un sonido de tan buen gusto en la saturación que se organizó como una fusión elegante de ruido, intensidad y placer. 

Todo fue pulso desatado en la envidiable convivencia de estos cuatro músicos, en expresión de un conocimiento musical evidente, cuya libertad arrolladora es capaz de (ex)pulsar una melodía con la mano en la guitarra, mientras se hace lo propio con la otra en el teclado. Soberbio manejo de la armonía, melodía y rítmica es poco decir. Soberbio es todo. Pues es la totalidad lo que Battles puso de manifiesto: el cómo producir un sonido desde el margen del oír y el cómo hacer que eso colonice los latidos, los pensamientos y las radicalidades del cuerpo del espectador. El cuerpo del público que no era otra cosa que el cuerpo de baile de las máquinas e instrumentos que estos gringos mega-hypes nos vinieron a enseñar. 

Lo vivido en el escenario del Novedades es la prueba irrefutable que las pedaleras y los efectos no se crearon para arreglar, sino para constituirse como elementos de la composición en sí mismos, como soldaduras de armado y recreación constante en la música que intenta ir mucho más allá de repetir coreografías musicales (como mostró The Rapture, sin ir más lejos).

Battles demostró ser una banda que, lejos de lo la impresión intelectual que deja Mirrored, suena intensa y seductoramente en vivo, aún si nunca en la vida los hubieses oído. Pues es imposible no sucumbir ante la extraña mezcla de futuro reaparecido, de palancas de cambio emocionales y a la ambición de cuadruplicar el esfuerzo por resistirse a lo recto. Battles juega en los contornos del sonido, en las líneas superiores y en el horizonte del sentido mismo. La batalla se juega en la primera y en la última línea recta. En el vacío troquelado del “entre” es donde el público adquiere la libertad para interpretar la puesta en obra de un grupo de rock-post-todo (los conociera Lyotard) que, sin duda, nos acerca a la idea de un futurama o de un sonido supersónico con el que divagábamos mientras veíamos el Cartoon Network de los 90’s.

John Stainer desastilla las baquetas en el platillo y éstas vuelan por sobre su cabeza junto con el sudor que salta de su cara, a la sombra de un platillo trascendentalmente puesto a un metro encima de su frente, donde sólo el brazo en esfuerzo llega. Golpeándolo como si la vida de eso dependiera y sin perder en ningún momento el control del pulso y del tiempo. Lo que se golpea junto al plato es también la música de la cual Battles se nutre. Lo que nosotros golpeamos con los talones y las cabezas es la herencia de la música sudaca, la misma que popularmente y por elite renegamos. Battles entonces se vuelve un juego de cruces. En el cual cruzar sonido y espacio llena de inquietud el cerebro y el cuerpo, acto en el cual la máquina se apodera de nosotros, y el sintetizador abre la voz de Tyondai Braxton y la factura como otra. Reconociendo así mismo una cosa por la otra: el suelo por los asientos y el asentimiento de las cabezas por el baile. 

En ese sentido Battles se inyecta en nuestro panorama musical como un muestrario de la novedad. Muestra, tal y como aquella que te extraen en la clínica, en el blanco lugar donde se expone lo horroroso y orgánico de nuestra estructura. Es en esa clínica llamada Teatro Novedades en donde ellos nos exponen nuestros lentes gruesos, peinados a la moda y lugares comunes. Battles se rió del público y nos obligó a buscar movimientos torpes y estruendos que liberarán las fuerzas que encarcela el ruido de nuestras cabezas.

Sin duda es una banda carismática que sabe manejar la intensidad como ésta fuera el aire que respiran, generando tensión y atención sin descanso, generando euforia y camisas sudadas -tanto arriba como bajo el escenario- mezclándose así con las capas sonoras en sobre-posición. Battles fue un mantra en permanente deformación cíclica que se apropió del acontecimiento, movimiento que es arma de lucha para ganar la batalla del espectáculo. El mismo que se nos cae encima en una suerte de exilio auditivo. 

Reconocer en sus tracks las nuevas geografías de un territorio que se debe conquistar por voluntad y rechinar de zapatillas -más que con la palabra-. es lo que nos ordenaron hacer. Así mismo esa orden comandada por la pasión de una batería, de alma duracell, hicieron que las horas ahí vertidas en zumbido y delineamiento se moldeen estrategia para atender a lo otro, lo ya “hecho”. En definitiva presenciar una banda como Battles, es exponerse al descuadre y al desenfoque pero, al mismo tiempo, el dar con una nota diferente que nos obliga a escucharlos y escucharnos desde esa misma diferencia. Desde eso que todos presentimos hace 10 años cuando los primeros ringtones sonaron ¿Cómo será la música en el futuro? Murmurábamos. Esa pregunta ya está resuelta en cuatro gringos que se esconden detrás de un sónico atlas mundial llamado Battles. 

Publicado en INDIE.CL, Noviembre 2007.