25 de mayo de 2006

Niña Burbuja .-


Por Andrea Ocampo
Me han educado para ser una mujer chicle. Para siempre estar pegada a otros, resistiendo la soledad que los "dos en uno" se encargan de disimular: la familia, el colegio de monjas y todos esos discursos empaquetados que desde chica inflaron mi globo protector.Dejarse la basta a media rodilla, aprender a hacer el aseo, pararse derecha. Sacarse un siete en el dictado, vestirse como niñita decente, esperar al príncipe azul y no decir garabatos. El qué dirán, la virginidad y el título. Todo eso que supuestamente me convertiría en una señorita honorable, fue inflando una burbuja precaria, habitada por las Barbies, el ratón Mickey, el viejo pascuero y el Espíritu Santo. Pero poco a poco el chicle multiuso fue perdiendo su sabor: conocí a mi primer amor, y por ende, la soledad.Matías era mi vecino. Cuando nos encontrábamos en la escalera yo le mostraba mi enorme capacidad de estiramiento: lo miraba y le hablaba estupideces, intentaba rodearlo mientras él se esforzaba por recordar mi nombre. Con Matías, las hormonas comenzaron a chocar contra las paredes de mi globito fucsia, una burbuja agujereada que dejaba escapar el aire. Él me enseñó a ser amiga por conveniencia, a estar sola pero acompañada. Infló mis ilusiones con sus ojos azules y reventó el globo con su indiferencia. La goma que me habían dado para masticar desde niña, ahora no tenía color ni gusto. Matías fue la masa blanca y desabrida de un amor platónico, reventado frente a mi nariz.Después de limpiar los restos de chicle de mi cara, descubrí la sonrisa Pep. La que conseguía mil y una regalías con los profes y ocultaba mis miedos frente a esos amores no correspondidos. Pero conocer el cinismo no es gratuito: ya no es fácil confiar, y por ende, todo está bajo sospecha. Lo supe cuando vi a mi padre abandonar su plan matrimonial por una pendeja, pasando así por sobre todos sus discursos. Ya nada era perfecto ni dulce. El globito rosado había estallado definitivamente. Todas las supuestas lecciones de infancia no eran más que un duro chicle pegado en mi pelo.De tanto rumiar mis ansias e ilusiones, mi burbuja de convicciones ajenas terminó reventándose. Creo que eso es crecer. Los "dos en uno" le dicen madurar. Ahora sé que sólo yo puedo construir los escalones desde donde mirar a los otros. Ya no mastico creencias impuestas, y creo mi propia burbuja con mis logros, mis escritos, mi trabajo. Comprendí que aunque esté rodeada de amigos, amantes, confidentes y amigas, soy una más entre infinitas burbujas. Burbujas individuales rellenas de distancias, ausencias y fantasías siempre secretas. Asumí también que resulta inevitable el momento en que las burbujas unipersonales terminen reventadas por las circunstancias. Y que cuando eso sucede, es sólo uno el que se queda con el eco del globo reventado resonando en la cabeza.

En Zona de Contacto
Viernes 25 de marzo de 2005

2 comentarios:

duberbal dijo...

Y tan solo era un chicle...

Láquesis dijo...

¿qué será más fuerte para nuestra vida?
¿darse cuenta que el globo de chicle se podía romper?
o
¿crecer a la deriva sin que ninguna burbuja nos proteja en nuestro crecimiento?