25 de mayo de 2006

Margen de Error .-


Por Andrea Ocampo.


Por alguna razón insospechada siempre termino enamorándome de mis amigos, pero sólo de aquellos que conozco por mi cuenta. Ellos forman el 40% de mis amistades, la porción de mercado amoroso en la que me interesa invertir. El otro 60% de mis amigos está vedado. Son los intocables, aquellos en los que ingenuamente alguna vez aposté, pero que siempre terminaron arrojando cuantiosas pérdidas: los pololos de mis amigas, amigos de ellas con prontuarios requeteconocidos y compañeros de la U que ya no son un misterio. Es precisamente ese chispazo de novedad el mayor capital del 40% de los tocables. De ese porcentaje de consumidores potenciales, al conocerme el 20% me adora, el 10% me respeta, el 5% me soporta y el otro 5% es un margen de error. Sin importar la categoría, a la larga todos hacen lo mismo: me ilusionan, prometen mucho y se van. Mi gran problema no es abrir nuevos mercados sino generar fidelidad a la marca.El 60% de mis amigos no disponibles apoyan al 40% disponible para que me pesquen, aunque casi siempre termino enganchando con el 5% de margen de error. Y los tipos que forman el margen de error son siempre eso: un error. O sea, todas las micros les sirven. Digamos entonces que tengo un 60% de probabilidades de pasar un mes favorable sin que me falte carrete gracias a mis amigos no disponibles, más el 5% de margen de error gracias al cual no me saldrán espinillas. El 35% restante, formado por los que me gustan pero no me pescan, me devuelve todos mis miedos e inseguridades, poniéndome sobrenombres cariñosos para después lanzarme lejos de una patada. De ese 35%, el 10% lo conforman personas con atisbos esquizofrénicos, obsesivos y narcisistas, el 15% son vagos y consumidores de T.V a los cuales no les funciona el sistema nervioso -y por ende mientras no me parezca a la chica de la teleserie estaré de plano descartada-, y del 10% restante, un 5% me pide consejos amorosos y el otro 5% me pregunta datos personales de mis amigos gays.Aunque me resulte con el margen de error o me quede pegada con los tevitos, lo cierto es que al final ambas categorías desembocan irrevocablemente en una amistad. Cuando eso sucede, el misterio que me hizo invertir mis bonos amorosos en ellos, desaparece. Todo por el exceso de información tan propio de la amistad: la mitad son eyaculadores precoces, el 35% está en las pistas y el 15% es virgen. Tres cuartos de ellos son católicos sólo de bautizo, el 10% va al psiquiatra, el 10% es anarco, y el 5% restante participa activamente en adopta un hermano. De mis amigas, la mitad sufre de histeria, su segunda casa es Zara y es virgen, el 35% paga por besuquearse con algún tipo en una disco, el 10% pololea y el 5% restante se satisface vía fotosíntesis. De la totalidad de mis enemigos, tres cuartas partes son mujeres y el resto dice ser macho. De las mujeres el 40% son personas que conocí en el colegio, el 10% me ganó la jugada, y la mitad restante son o fueron las pololas de mis amigos. De los hombres con los que jugamos a odiarnos, la mitad son pedantes estúpidos y la otra mitad son amigos con los que algo pasó.Sumando y restando creo que deberé buscar en mi margen de error a un antiguo enemigo, que adoptándome como su hermana sea capaz de responderme por qué me enamoré de él, para que luego me pregunte si realmente nuestra relación es sólo un error cualitativo. El problema es que estoy 100% segura de que no soy buena para manejar mi vida basada en estadísticas.
Viernes 10 de diciembre de 2004

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